LA MANIFESTACION SUPRAMENTAL

– SRI AUROBINDO –

~ I N D I C E ~

» MENSAJE (PÁG. 1-2)

» LA PERFECCION DEL CUERPO (PÁG. 3-9)

» EL CUERPO DIVINO (PÁG. 10-21)

» LA SUPERMENTE Y LA VIDA DIVINA (PÁG. 22-25)

» LA SUPERMENTE Y LA HUMANIDAD (PÁG. 26-31)

» LA SUPERMENTE EN LA EVOLUCION (PÁG. 32-35)

» LA MENTE DE LUZ (PÁG. 36-37)

» LA SUPERMENTE Y LA MENTE DE LUZ. (PÁG. 38-40)

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MENSAJE

Aprovecho la ocasión de la publicación de este número del “Bulletin d´Éducation Physique” del Ashram para dar mis bendiciones al diario y a la Asociación J.S.A.S.A. (Jeunesse Sportive de l´Ashram de Sri Aurobindo). Al hacerlo me gustaría entrar un poco en la razón más profunda de ser de tales Asociaciones y especialmente en la necesidad y utilidad para la nación de una organización ampliamente extendida de las mismas y de los deportes o ejercicios físicos tal y como se practican aquí. En su aspecto más superficial parecen meros juegos y entretenimientos que la gente hace como diversión o como un campo para la salida de la energía del cuerpo y el instinto natural de actividad o como un medio de desarrollo y mantenimiento de la salud y la fuerza del cuerpo; pero son o pueden ser mucho más que eso: son también campos para el desarrollo de hábitos, capacidades y cualidades que son muy necesarias y del máximo servicio para un pueblo en la guerra o en la paz, y en sus actividades políticas y sociales, ciertamente en la mayoría de los campos del esfuerzo conjunto humano. Es a esto a lo que se puede llamar el aspecto nacional del asunto a lo que me gustaría dar especial prominencia.

En nuestro propio tiempo estos deportes, los juegos y el atletismo han ocupado un lugar y despiertan un interés general tal y como fue solamente en los primeros tiempos en países como Grecia, Grecia donde todos los aspectos de la actividad humana fueron igualmente desarrollados y el gimnasio, las carreras de carros y otros deportes y el atletismo tenían la misma importancia en el lado físico como en el lado mental las Artes y la poesía y el drama, y fueron especialmente estimulados y presididos por las autoridades civiles de la Ciudad Estado. Fue Grecia quien hizo una institución de las Olimpiadas y el reciente restablecimiento de las Olimpiadas como una institución internacional es un signo significativo del resurgir del antiguo espíritu. Esta clase de interés se ha extendido hasta cierto punto hasta nuestro propio país y la India ha empezado a tomar un lugar en las competiciones internacionales tales como las Olimpiadas. El nuevamente fundado Estado de la India liberada está también empezando a interesarse en desarrollar todos los aspectos de la vida de la nación y es probable que tome un papel activo y un hábito directivo en campos que se dejaban al principio a la iniciativa privada. Está tomando, por ejemplo, la cuestión de la fundación y preservación de la salud y la forma física de la nación y la difusión de un reconocimiento general de su importancia. Es en este sentido que el impulso de los deportes y las asociaciones de atletismo y todas las actividades de este tipo serían de una ayuda incalculable. Una generalización del hábito de tomar parte en tales ejercicios en la niñez y en la juventud y en la edad madura ayudaría mucho en la creación de personas físicamente preparadas y enérgicas.

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Pero de más importancia que la fundación, por muy necesaria que sea, de la salud, fuerza y puesta a punto del cuerpo, es el desarrollo de la disciplina y la moral y el carácter sólido y firme hacia el cual estas actividades pueden ayudar. Hay muchos deportes que son del máximo valor para este fin, porque ayudan a formar e incluso necesitan las cualidades del coraje, dureza, acción enérgica e iniciativa o habilidad, voluntad firme o decisión rápida y acción rápida, la percepción de lo cual se ha de hacer en caso de emergencia y al hacerlo se precisa destreza. Un desarrollo del máximo valor es el despertar de la consciencia instintiva esencial del cuerpo que puede ver y hacer lo que es necesario sin ninguna indicación de pensamiento mental y que es equivalente en el cuerpo a la visión rápida en la mente y la decisión rápida y espontánea en la voluntad. Se puede añadir la formación de una capacidad para los movimientos armoniosos y correctos del cuerpo, especialmente en una acción combinada, el esfuerzo físico económico y la menor energía malgastada, que resultan de ejercicios tales como las marchas o la instrucción y que eliminan lo flojo y lo disperso, los movimientos inarmónicos o desordenados o inútiles que son comunes al cuerpo del individuo no entrenado. Otro resultado incalculable de estas actividades es el crecimiento de lo que se ha llamado el espíritu deportivo. Esto incluye buen humor y tolerancia y consideración para todo, una actitud recta y amistosa hacia los competidores y rivales, autocontrol y observación escrupulosa de las reglas del juego, juego limpio y rechazo del uso de medios sucios, una igual aceptación de la victoria y la derrota sin mal humor, sin resentimiento o mala voluntad hacia los competidores victoriosos, aceptación leal de las decisiones del juez o árbitro designado. Estas cualidades tienen su valor en general para la vida y no sólo en el deporte, pero la ayuda que el deporte puede dar para su desarrollo es directo e incalculable. Si se pudieran hacer más comunes no sólo en la vida del individuo sino en la vida nacional e internacional donde en el día de hoy las tendencias opuestas se han convertido en demasiado predominantes, la existencia en este apesadumbrado mundo nuestro sería más suave y podría abrirse a una mayor oportunidad de concordia y amistad de las cuales está muy necesitado. Más importante aún es la costumbre de la disciplina, la obediencia, el orden, el hábito de trabajo en equipo, que ciertos juegos precisan. Pues sin eso el éxito es incierto o imposible. Son innumerables las actividades de la vida, especialmente de la vida nacional, en las cuales el liderazgo y la obediencia al liderazgo en la acción conjunta son necesarios para el éxito, la victoria en el combate o en el cumplimiento de un propósito. El papel del líder, el capitán, el poder y la habilidad de su liderazgo, su habilidad para merecer la confianza y pronta obediencia de sus seguidores es de la máxima importancia en toda clase de acción o empresa conjunta; pero pocos pueden desarrollar estas cosas sin haber aprendido ellos mismos a obedecer y a actuar como una sola mente o como un solo cuerpo con otros. Este entrenamiento estricto, este hábito de disciplina y obediencia no es inconsistente con la libertad individual; a menudo es la condición necesaria para su uso correcto, del mismo modo que el orden no es inconsistente con la libertad sino más bien la condición para el uso correcto de la libertad e incluso para su preservación y supervivencia. En toda clase de acción concertada esta regla es indispensable: la orquestación deviene necesaria y no podría haber éxito en una orquesta en la que los músicos individuales tocaran según su propia imaginación y rehusaran seguir las indicaciones del director. En las cosas espirituales también rige la misma regla; un sadhaka que no siguiera la guía del Gurú y prefiriera las inspiraciones inexpertas del novicio difícilmente podría escapar de los tropiezos e incluso de los desastres que tan a menudo acechan en el camino de la realización espiritual. No necesito enumerar los otros beneficios que pueden extraerse del entrenamiento que el deporte puede dar o hacer hincapié en su uso en la vida nacional; lo que he dicho es suficiente. En cualquier caso, en las escuelas como la nuestra y en las universidades los deportes tienen ahora un lugar reconocido indispensable; pues incluso la educación más elevada y completa de la mente no es suficiente sin la educación del cuerpo. Donde las cualidades que he enumerado estén ausentes o presentes insuficientemente, una voluntad individual fuerte o una voluntad nacional pueden construirlas, pero la ayuda dada por los deportes para su desarrollo es directa y de ningún modo menospreciable. Esto sería una razón suficiente para la atención dada a los deportes en nuestro Ashram, aunque hay otras que no necesito mencionar aquí. Aquí me ocupo de su importancia y de la necesidad de las cualidades que crean o estimulan para nuestra vida nacional. La nación que las posee en su grado más alto es probable que sea la más fuerte para la victoria, el éxito y la grandeza, pero también por la contribución que puede hacer para traer la unidad y un orden mundial más armonioso al que miramos como nuestra esperanza para el futuro de la humanidad.

NOTA: El Bulletin d´Éducation Physique (Boletín de Educación Física) empezó a publicarse el 21 de febrero de 1949 y este mensaje fue dictado por Sri Aurobindo para el Boletín el 30 de diciembre de 1948. El título de este periódico trimestral bilingüe fue cambiado en 1959 por Bulletin du Centre International d´Éducation Sri Aurobindo (Boletín del Centro Internacional de Educación de Sri Aurobindo) y continúa publicándose con este título hasta la fecha.

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LA PERFECCIÓN DEL CUERPO

La perfección del cuerpo, tan grande como podamos con los medios disponibles, debe ser el objetivo último de la cultura física. La perfección es la meta última de toda cultura, la espiritual y psíquica, la mental, la vital y debe ser la meta de nuestra cultura física también. Si nuestra búsqueda es para una perfección total del ser, la parte física de él no puede ser dejada de lado; pues el cuerpo es la base material, el cuerpo es el instrumento que debemos usar. Sariram khalu dharmasadhanam, reza el viejo adagio sánscrito, –el cuerpo es el medio de culminación del dharma, y dharma significa todo ideal que podamos proponernos a nosotros mismos y la ley de su realización y su acción. Una perfección total es la última meta que ponemos delante de nosotros, pues nuestro ideal es la Vida Divina que deseamos crear aquí, la vida del Espíritu realizada en la tierra, la vida efectuando su propia transformación espiritual incluso aquí sobre la tierra en las condiciones del universo material. Eso no puede ser a menos que el cuerpo también sufra una transformación, a menos que su acción y funcionamiento alcancen una capacidad suprema y la perfección que le sea posible o que pueda ser hecha posible.

Ya he indicado en un mensaje previo una perfección relativa de la consciencia física en el cuerpo y la de la mente, la de la vida, del carácter que aloja como, no menos que un despertar y desarrollo de las capacidades nativas del propio cuerpo, un resultado deseable de los ejercicios y prácticas de la cultura física a la que hemos empezado a dar en este Ashram un alcance y atención especiales. Un desarrollo de la consciencia física debe ser siempre una parte considerable de nuestra meta, pero para eso el correcto desarrollo del propio cuerpo es un elemento esencial; la salud, la fuerza, la puesta a punto son las primeras necesidades, pero la propia estructura física debe ser la mejor posible. Una vida divina en un mundo material implica necesariamente una unión de los dos extremos de la existencia, la cumbre espiritual y la base material. El alma con la base de su vida establecida en la Materia asciende hasta las alturas del Espíritu pero no expulsa su base, sino que une las alturas y las profundidades. El Espíritu desciende dentro de la Materia y el mundo material con todas sus luces y poderes y glorias y con ellos llena y transforma la vida y el mundo material de manera que se hace más y más divino. La transformación no es un cambio en algo puramente sutil y espiritual a lo cual la Materia es en su naturaleza repugnante y mediante lo cual se siente como un obstáculo o como un grillete que encadena al Espíritu; toma la Materia como una forma del Espíritu aunque ahora una forma que oculta y la convierte en un instrumento revelador, no elimina las energías de la Materia, sus capacidades, su método; saca sus posibilidades ocultas, eleva, sublima, revela su innata divinidad. La vida divina no rechazará nada que pueda ser divinizado; todo debe ser cogido, exaltado, hecho totalmente perfecto. La mente ahora todavía ignorante, aunque luchando hacia el conocimiento, tiene que elevarse hacia la luz y la verdad supramental y traerla abajo para que se difunda en nuestro pensamiento y nuestra percepción y visión y todos nuestros medios de conocimiento hasta que se tornen radiantes con la verdad más alta en sus movimientos interiores y exteriores. Nuestra vida, aún llena de oscuridad y confusión y ocupada con tantos objetivos inferiores y oscuros, debe sentir todos sus instintos y necesidades exaltados e irradiados y convertirse en una contraparte gloriosa de la supervida supramental de lo alto. La consciencia física y el ser físico, el mismo cuerpo debe alcanzar una perfección en todo lo que es y hace que ahora apenas podemos concebir. Incluso finalmente puede ser bañado con una luz y una belleza y una dicha del Más Allá y la vida divina pueda asumir un cuerpo divino.

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Pero primero la evolución de la naturaleza debe haber alcanzado un punto en el cual pueda encontrarse directamente con el Espíritu, sentir la aspiración hacia el cambio espiritual y abrirse al trabajo del Poder que la transformará. Una perfección suprema, una perfección total es posible sólo mediante una transformación de nuestra naturaleza inferior o humana, una transformación de la mente en algo luminoso, nuestra vida en algo poderoso, un instrumento de acción correcta, uso correcto de todas sus fuerzas, de una elevación feliz de su ser levantándolo más allá de sus presentes potencialidades comparativamente estrechas hasta una fuerza autoejecutiva de acción y alegría de la vida. Debe haber igualmente un cambio de transformación del cuerpo por una conversión de su acción, su funcionamiento, sus capacidades como instrumento más allá de las limitaciones que lo atascan y estorban incluso en los actuales logros humanos más elevados. En la totalidad del cambio que hemos de alcanzar, los medios y fuerzas humanos también deben ser elevados, no desechados sino utilizados y magnificados hasta sus máximas posibilidades como parte de la nueva vida. Tal sublimación de nuestros poderes humanos presentes de la mente y la vida en elementos de una vida divina en la tierra pueden concebirse sin mucha dificultad; ¿pero en qué medida concebiremos la perfección del cuerpo?

En el pasado los buscadores espirituales han contemplado el cuerpo más bien como un obstáculo, como algo que debía ser superado y descartado más que como un instrumento de perfección espiritual y un campo de cambio espiritual. Ha sido condenado como una grosería de la Materia, como un impedimento insuperable y las limitaciones del cuerpo como algo incambiable resultando la transformación imposible. Esto es porque el cuerpo humano incluso en lo mejor de sí parece únicamente ser conducido por una energía de la vida que tiene sus propios límites y está degradada en sus actividades físicas menores por mucho que es pequeño o tosco o malo, el cuerpo en sí mismo está cargado con la inercia y la inconsciencia de la Materia, sólo parcialmente despierto y, aunque movido y animado por una actividad nerviosa, subconsciente en la acción fundamental de sus células constituyentes y tejidos y su funcionamiento secreto. Incluso en su resistencia y fuerza más completa y más grande gloria de belleza, es aún una flor de la Inconsciencia material; el inconsciente es el suelo del que ha crecido y en cada punto opone un límite estrecho a la extensión de sus poderes y a cualquier esfuerzo radical de autosuperación. Pero si una vida divina es posible en la tierra, entonces esta autosuperación debe también ser posible.

En la búsqueda de la perfección se puede empezar en cualquier extremo de la escala de nuestro ser y entonces debemos usar, al menos inicialmente, los medios y procesos adecuados a nuestra elección. En el Yoga el proceso es espiritual y psíquico; incluso a sus procesos vitales y físicos se les da un giro espiritual o psíquico y se les eleva a un movimiento mayor al que corresponde a la vida ordinaria y a la Materia, como por ejemplo en el uso de la respiración y las Asanas en el Hathayoga y en el Rajayoga. Normalmente una preparación previa de la mente y la vida y el cuerpo es necesaria para hacerlos aptos para la recepción de la energía espiritual y la organización de métodos y fuerzas psíquicas, pero a esto también se le da un giro especial adecuado para el Yoga. Por otro lado, si empezamos en cualquier campo en el extremo inferior tenemos que emplear los medios y procesos que nos ofrecen la Vida y la Materia y respetar las condiciones y lo que se puede llamar la técnica impuesta por la energía vital y material. Puede extenderse la actividad, el logro, la perfección obtenida más allá de la situación inicial, incluso más allá de las posibilidades normales pero aún tenemos que permanecer sobre la misma base con la que empezamos y dentro de los límites que nos ofrece. No es que la acción de los dos extremos no pueda encontrarse y el superior tomar en sí mismo y elevar la perfección del inferior; pero esto sólo puede hacerse mediante una transición desde una perspectiva, aspiración y motivo inferior a otro superior: esto se tendrá que hacer si nuestra meta es transformar la vida humana en vida divina. Pero aquí entra la necesidad de elevar las actividades de la vida humana y sublimarlas por el poder del espíritu. La perfección inferior no desaparecería; permanecerá pero será engrandecida y transformada por la perfección superior que sólo puede dar el poder del espíritu. Esto será evidente si se considera la poesía y el arte, el pensamiento filosófico, la perfección de la palabra escrita o la perfecta organización de la vida terrestre: deben ser elevadas y las posibilidades ya alcanzadas o cualquier perfección que ya se hubiera obtenido deberían ser incluidas en una nueva perfección mayor pero con la visión más amplia y la inspiración de una consciencia espiritual y con nuevas formas y poderes. Debe ser lo mismo con la perfección del cuerpo.

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La elevación de la vida y la Materia en lo que es esencialmente una búsqueda espiritual, en lugar del rechazo y final exclusión de ellas que fue la actitud de una espiritualidad que evitó o se apartó de la vida en el mundo, incluye ciertos desarrollos que una institución espiritual del antiguo tipo podría contemplar como extraña a su propósito. Una vida divina en el mundo o una institución que tuviera este fin y propósito no puede estar o no puede permanecer como algo exterior o enteramente cerrado a la vida de los hombres ordinarios del mundo o despreocupada de la existencia mundana; tiene que hacer el trabajo del Divino en el mundo y no un trabajo exterior o separado del mundo. La vida de los antiguos Rishis en sus Ashramas tenía esa conexión; eran creadores, educadores, guías de hombres y la vida del pueblo Indio en los tiempos antiguos estaba ampliamente desarrollada y dirigida por su in fluencia modeladora. La vida y actividades envueltas en el nuevo afán no son idénticas pero ellas también deben ser una acción sobre el mundo y una nueva creación en él. Debe tener contactos y conexiones con él y actividades que toman su lugar en la vida general y cuyos objetos iniciales o primarios pueden no parecer diferir de aquellos de las mismas actividades del mundo exterior. Aquí en nuestro Ashram se ha encontrado necesario establecer una escuela para la educación de los hijos de los sadhakas residentes enseñando líneas familiares aunque con ciertas modificaciones y tomando como parte y una parte importante de su desarrollo un entrenamiento físico intensivo que ha dado forma a los deportes y al atletismo practicado por la Juventud Deportiva del Ashram y de lo cual este Boletín es la expresión. Algunos han cuestionado el lugar que los deportes pueden tener en un Ashram creado para buscadores espirituales y qué conexión puede haber entre la espiritualidad y los deportes. La primera respuesta yace en lo que ya he escrito acerca de las conexiones de una institución de esta clase con las actividades de la vida general de los hombres y lo que he indicado en el número previo sobre la utilidad que tal entrenamiento puede tener para la vida de una nación y sus beneficios para la vida internacional. Otra respuesta puede ocurrírsenos si miramos más allá de los primeros objetos y nos volvemos hacia la aspiración por una perfección total que incluya la perfección del cuerpo.

En la admisión de actividades como los deportes y los ejercicios físicos en la vida del Ashram está claro que los métodos y los primeros objetos a alcanzar deben pertenecer a lo que hemos llamado el extremo inferior del ser. Originalmente han sido introducidos para la educación física y el desarrollo corporal de los niños de la Escuela del Ashram y estos son demasiado jóvenes para un fin o práctica estrictamente espiritual para que entre en sus actividades y no es seguro que ningún gran número de ellos entre en la vida espiritual cuando tengan la edad de elegir cuál será la dirección de su futuro. El objeto debe ser el entrenamiento del cuerpo y el desarrollo de ciertas partes de la mente y del carácter hasta donde pueda ser realizado mediante o en conexión con este entrenamiento y ya he indicado en un número previo cómo y en qué direcciones puede hacerse esto. Es una perfección relativa y humana que puede ser alcanzada dentro de estos límites; cualquier cosa mayor sólo puede alcanzarse por la intervención de poderes superiores, poderes psíquicos, el poder del espíritu. Sin embargo lo que puede lograrse dentro de los límites humanos puede ser algo muy considerable y en ocasiones inmenso: lo que llamamos genio es parte del desarrollo del rango humano del ser y sus logros, especialmente en cosas de la mente y la voluntad, puede llevarnos a mitad del camino hacia el Divino. Incluso lo que la mente y la voluntad pueden hacer con el cuerpo en el campo propio del cuerpo y su vida, en el camino del logro físico, resistencia corporal, proezas de habilidad de todo tipo, una actividad duradera rechazando la fatiga o el colapso y continuando más allá de lo que al principio parece posible, coraje y rechazo a sucumbir bajo un inacabable sufrimiento físico intolerable, estas y otras victorias de muchas clases en ocasiones acercándose o alcanzando lo milagroso se contemplan en el campo humano y deben reconocerse como parte de nuestro concepto de perfección total. La respuesta impávida y persistente que puede darse con el cuerpo así como por la mente del hombre y por su energía vital a cualquier llamada puede imponérsele en las más difíciles y descorazonadoras circunstancias por las necesidades de la guerra y los viajes y las aventuras son del mismo tipo y su aguante puede alcanzar proporciones asombrosas e incluso el inconsciente en el cuerpo parece ser capaz de devolver una respuesta sorprendente.

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El cuerpo, hemos dicho, es una creación del Inconsciente y él mismo es inconsciente o al menos subconsciente en partes de él y mucha de su acción oculta; pero lo que llamamos Inconsciente es una apariencia, un lugar de morada, un instrumento de una Consciencia secreta o un Superconsciente que ha creado el milagro que llamamos universo. La Materia es el campo y la creación del Inconsciente y la perfección de las operaciones de la Materia inconsciente, su adaptación perfecta de los medios a un objetivo y fin, las maravillas que realizan y las maravillas de belleza que crean, testifican, a pesar de toda la negación ignorante que pueda oponerse, a la presencia y poder de consciencia de este Superconsciente en cada parte y movimiento del universo material. Está ahí en el cuerpo, lo ha hecho y su emergencia en nuestra consciencia es la meta secreta de la evolución y la llave del misterio de nuestra existencia.

En el uso de actividades tales como los deportes y los ejercicios físicos para la educación del individuo en la niñez y adolescencia, lo que significaría la salida de sus posibilidades reales latentes hasta su más pleno desarrollo, los medios y métodos que debemos utilizar son limitados por la naturaleza del cuerpo y su fin debe ser tal perfección humana relativa de los poderes del cuerpo y sus capacidades y aquellos de los poderes de la mente, la voluntad, el carácter, la acción, de los cuales es a la vez la residencia y el instrumento hasta donde estos métodos puedan ayudar a desarrollarlos. He escrito suficientemente acerca de las partes morales y mentales de la perfección a las cuales estas búsquedas pueden contribuir y esto no lo necesito repetir aquí. Para el propio cuerpo las perfecciones que pueden ser desarrolladas por estos medios son aquellas de sus cualidades y capacidades naturales y, en segundo lugar, el entrenamiento de su forma general, como un instrumento para todas las actividades que pueden demandársele por la mente y la voluntad, por la energía de la vida o por las percepciones dinámicas, impulsos e instintos de nuestro ser físico sutil que es un desconocido pero muy importante elemento y agente en nuestra naturaleza. La salud y la fuerza son las primeras condiciones para la perfección natural del cuerpo, no sólo la fuerza muscular y la fuerza sólida de los miembros y el vigor físico, sino también la fuerza más sutil, más alerta y plástica y más adaptable que nuestras partes nerviosas y físico sutiles pueden poner en las actividades de la estructura. Hay también la aún más dinámica fuerza que una llamada a las energías de la vida pueden traer al cuerpo y moverlo a actividades mayores, incluso proezas del más extraordinario carácter de las cuales no sería capaz en su estado normal. Hay también la fuerza que la mente y la voluntad pueden impartir al cuerpo o imponerle como maestros e inspiradores mediante sus demandas y estímulos y mediante sus poderes secretos que usamos o mediante los cuales somos utilizados sin saber claramente el origen de su acción. Entre las cualidades y poderes naturales del cuerpo que pueden así ser despertados, estimulados y entrenados hasta una actividad normal debemos señalar la destreza y la estabilidad en toda clase de acción física tales como la velocidad en la carrera, la destreza en combate, la habilidad y la resistencia del alpinista, la constante y a menudo extraordinaria respuesta a todo lo que pueda demandarse del cuerpo del soldado, del marinero, del viajero o del explorador, a lo cual ya he hecho referencia, o en la aventura de todo tipo y todo el amplio rango de logros físicos a los que el hombre se ha acostumbrado o a los cuales se ve excepcionalmente empujado por su propia voluntad o por la compulsión de las circunstancias. Es una buena forma general del cuerpo para todo lo que pueda ser pedido de él que es la fórmula común de toda esta acción, una buena forma adquirida por unos pocos o por muchos, que podría ser generalizada por una educación física y disciplina extendida y de muchas facetas. Algunas de estas actividades pueden incluirse bajo el nombre de deportes; hay otras para las cuales el deporte y los ejercicios físicos pueden ser una preparación efectiva. En algunas de ellas un entrenamiento para una acción común, un movimiento combinado se precisa de disciplina y para ello nuestros ejercicios físicos pueden preparar a uno; en otras una voluntad individual desarrollada, habilidad mental y percepción rápida, plenitud de fuerza de energía vital e impulsión físico sutil son más prominentemente necesarias e incluso puede ser el único entrenamiento necesario. Todo debe incluirse en nuestra concepción de los poderes naturales del cuerpo y su capacidad y aptitud instrumental al servicio de la mente y la voluntad humana y por tanto en nuestro concepto de la perfección total del cuerpo.

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Hay dos condiciones para esta perfección, un despertar de la consciencia corporal tan enteramente como sea posible y una educación, una evocación de sus potencialidades, también tan plenamente y completamente desarrollada como se pueda y quizás, con tantas facetas como sea posible. La forma del cuerpo es, sin duda, en su origen una creación del Inconsciente y limitado por él por todas partes, pero también del Inconsciente desarrollando la secreta consciencia oculta en su interior y creciendo en luz de conocimiento, poder y Ananda. Tenemos que tomarlo en el punto alcanzado en la evolución humana en estas cosas, hacer el uso más completo de ellas que se pueda y, tanto como podamos, llevar más allá esta evolución hasta el grado más alto permitido por la fuerza del temperamento y la naturaleza individual. En todas las formas del mundo hay una fuerza trabajando, inconscientemente activa u oprimida por la inercia en sus formulaciones inferiores, pero en la consciencia del ser humano desde el principio, con sus potencialidades parcialmente despiertas, parcialmente dormidas o latentes: lo que está despierto en él tenemos que hacerlo completamente consciente; lo que está dormido tenemos que levantarlo y ponerlo a funcionar; lo que está latente tenemos que evocarlo y educarlo. Aquí hay dos aspectos de la consciencia del cuerpo, una que parece ser una clase de automatismo ejecutando su trabajo en el plano físico sin ninguna intervención de la mente y en partes incluso más allá de cualquier posibilidad de observación directa por la mente o, si consciente u observable, todavía procediendo o capaz de continuar, una vez iniciado, por una acción aparentemente mecánica que no precisa dirección mental y continuando en tanto la mente no interviene.

Hay otros movimientos enseñados y entrenados por la mente que sin embargo pueden continuar operando automáticamente pero sin fallos incluso cuando no se le presta atención por el pensamiento o la voluntad; hay otros que pueden operar durante el sueño y producir resultados valiosos para la inteligencia de vigilia. Pero más importante es lo que puede describirse como un automatismo entrenado y desarrollado, una habilidad perfeccionada y capacidad del ojo y del oído y de las manos y de todos los miembros prestos a responder a cualquier demanda que se les haga, una operación espontánea desarrollada como un instrumento, una completa aptitud para cualquier demanda que la mente o la energía de la vida pueda pedirle. Esto es ordinariamente lo mejor que podemos alcanzar en el extremo inferior, cuando empezamos desde este extremo y nos autolimitamos a los medios y métodos que son propios de él. Para más tenemos que volvernos a la mente y a la energía vital o a la energía del espíritu y a lo que puedan hacer por una mayor perfección del cuerpo. Lo máximo que podemos hacer en el campo físico por medios físicos es necesariamente inseguro además de limitado; incluso lo que parece una salud y fuerza perfecta del cuerpo es precaria y puede romperse en cualquier momento por fluctuaciones desde el interior o por un fuerte ataque o conmoción exterior: sólo mediante la ruptura de nuestras limitaciones puede venir una perfección mayor más duradera. Una dirección en la que nuestra consciencia debe crecer es en el aumento del control del cuerpo y sus poderes desde dentro o desde arriba y en su respuesta más consciente a las partes superiores de nuestro ser. El hombre es eminentemente mente; él es un ser mental y su perfección humana crece cuanto más cumple la descripción del Upanishad, un ser mental, Purusha, líder de la vida y el cuerpo. Si la mente puede elevar y controlar los instintos y los automatismos de la energía vital y la consciencia físico sutil y el cuerpo, si puede entrar en ellos, usar conscientemente y, como podemos decir, mentalizar completamente su acción instintiva o espontánea, la perfección de estas energías, su acción también se hace más consciente, más perfecta y más se da cuenta de sí misma. Pero es necesario para la mente también crecer en perfección y esto lo puede hacer mejor cuando depende menos del falible intelecto de la mente física, cuando no está limitada incluso por el trabajo más ordenado y preciso de la razón y puede crecer en intuición y adquirir una más amplia, más profunda y más cercana visión y la guía de energía más luminosa de una voluntad intuitiva superior. Incluso dentro de los límites de su presente evolución es difícil medir el grado hasta el cual la mente puede extender su control o su uso de los poderes y capacidades del cuerpo y cuando la mente se eleva hasta todavía poderes superiores y hace retroceder sus límites humanos, se hace imposible fijar cualquier límite: incluso, en ciertas realizaciones, una intervención de la voluntad en el trabajo automático de los órganos corporales parece hacerse posible. Donde sea que las limitaciones retroceden y en la proporción que retrocedan, el cuerpo se hace más plástico y sensible y en esa medida un instrumento más eficaz y perfecto para la acción del espíritu. En todas las actividades efectivas y expresivas aquí en el mundo material la cooperación de los dos extremos de nuestro ser es indispensable. Si el cuerpo es incapaz sea por fatiga o por incapacidad natural o cualquier otra causa de secundar el pensamiento o la voluntad o es en cualquier modo insensible o insuficientemente sensible, hasta ese punto la acción falla o queda corta o se hace en algún grado insatisfactoria o incompleta. En lo que parece una hazaña del espíritu tan puramente mental como la efusión de la inspiración poética, debe haber una vibración sensible del cerebro y su apertura como un canal para el poder del pensamiento y la visión y la luz de la palabra que está haciendo o abriéndose camino o buscando su perfecta expresión. Si el cerebro está fatigado u oscurecido por cualquier traba, o la inspiración no puede venir y no se escribe nada o fracasa y algo inferior es todo lo que puede salir; o bien una inspiración inferior toma el lugar de la formulación más luminosa que estaba esforzándose en darse forma a sí misma o el cerebro encuentra más sencillo prestarse a un estímulo menos radiante o bien trabaja y construye o responde al artificio poético. Incluso en las actividades más puramente mentales la forma física, la preparación o el entrenamiento perfecto del instrumento corporal es una condición indispensable. Esa preparación, esa respuesta también es parte de la perfección total del cuerpo.

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El propósito esencial y signo de la evolución creciente aquí es la emergencia de la consciencia en un universo aparentemente inconsciente, el crecimiento de la consciencia y con ella el crecimiento de la luz y el poder del ser; el desarrollo de la forma y su funcionamiento o su aptitud para sobrevivir, aunque indispensable, no es todo el significado o el motivo central. El mayor y mayor despertar de la consciencia y su escalada a un nivel más y más alto y una extensión más amplia de su visión y acción es la condición de nuestro progreso hacia esa suprema perfección total que es la meta de nuestra existencia. Es también la condición de la total perfección del cuerpo. Hay niveles superiores de la mente que cualquiera de los que ahora concebimos y estos debemos un día alcanzarlos y levantarnos más allá de ellos hacia las alturas de una existencia espiritual superior. Mientras nos levantamos tenemos que abrir nuestros miembros inferiores a ellos y llenar estos con esos dinamismos superiores y supremos de luz y poder; al cuerpo lo hemos de hacer un mayor y mayor e incluso una estructura e instrumento enteramente consciente, un signo consciente y sello y poder del espíritu. Mientras crece en esta perfección, la fuerza y extensión de su acción dinámica y su respuesta y servicio al espíritu debe incrementarse, el control del espíritu sobre él también debe crecer y la plasticidad de su funcionamiento tanto en sus partes de poder desarrolladas y adquiridas y en sus respuestas automáticas hasta esas que ahora son puramente orgánicas y parecen ser los movimientos de una inconsciencia mecánica. Esto no puede suceder sin una transformación verdadera y una transformación de la mente y la vida y el mismo cuerpo es ciertamente el cambio hacia el cual nuestra evolución está secretamente moviéndose y sin esta transformación la completa plenitud de una vida divina sobre la tierra no puede emerger. En esta transformación el propio cuerpo puede convertirse en un agente y un socio. Puede ser ciertamente posible para el espíritu alcanzar una manifestación considerable con sólo una pasiva e imperfecta consciencia corporal como su último o más bajo medio de funcionamiento material, pero esto no podría ser algo perfecto o completo. Un cuerpo plenamente consciente podría incluso descubrir y ejecutar el proceso y método material correcto de una transformación material. Para esto, sin duda, la luz y el poder y la alegría creativa suprema del espíritu deben haberse manifestado en la cumbre de la consciencia individual y enviado su autorización al cuerpo, pero aún el cuerpo puede tomar en la ejecución su parte espontánea de autodescubrimiento y logro. Sería así un participante y agente de su propia transformación y la transformación integral de todo el ser; esto también sería una parte y un signo y evidencia de la total perfección del cuerpo.

Si la emergencia y crecimiento de la consciencia es el motivo central de la evolución y la clave de su propósito secreto, entonces por la misma naturaleza de esa evolución este crecimiento debe envolver no sólo una extensión más y más amplia de sus capacidades sino también un ascenso a un nivel más y más alto hasta que alcance lo más alto posible. Pues empieza desde el nivel más bajo de la involución en la Inconsciencia que vemos trabajando en la Materia creando el universo material; procede mediante una Ignorancia que sin embargo está siempre desarrollando conocimiento y alcanzando siempre una mayor luz y una mayor organización y eficacia de la voluntad y una armonización de todos sus poderes inherentes emergentes; debe finalmente alcanzar un punto donde desarrolle o adquiera la completa plenitud de su capacidad y eso debe ser un estado o acción en la cual ya no haya una ignorancia en busca de conocimiento sino Conocimiento autoposeído, inherente en el ser, maestro de sus propias verdades y ejecutándolas con una visión natural y fuerza que no se aflige por la limitación o el error. O si hay una limitación, debe ser un velo autoimpuesto detrás del cual mantendría la verdad para una manifestación en el Tiempo pero podría retirarlo a voluntad y sin ninguna necesidad de búsqueda o adquisición en el orden de una correcta percepción de las cosas o en la justa sucesión de aquello que ha de ser manifestado en obediencia a la llamada del Tiempo. Esto significaría una entrada o acercamiento en lo que puede llamarse una consciencia de la verdad autoexistente en la que el ser sería consciente de sus propias realidades y tendría el poder inherente para manifestarlas en una creación en el Tiempo en la cual todo sería Verdad siguiendo sus propios pasos infalibles y combinando sus propias armonías; cada pensamiento y voluntad y sentimiento y acto serían espontáneamente correctos, inspirados o intuitivos, moviéndose mediante la luz de la Verdad y por tanto perfectos. Todo expresaría inherentes realidades del espíritu; alguna plenitud del poder del espíritu estaría ahí. Se habrían superado las limitaciones presentes de la mente: la mente se convertiría en una visión de la luz de la Verdad, la voluntad una fuerza y un poder de la Verdad, la Vida un cumplimiento progresivo de la Verdad, el propio cuerpo un recipiente consciente de la Verdad y parte de los medios de su autoefectuación y una forma de su existencia autoconsciente. Sería al menos alguna iniciación de esta Consciencia-Verdad, alguna primera figura y acción de ella que debe ser alcanzada y entrar en una primera operación si debe de haber una vida divina o cualquier manifestación plena de una consciencia espiritualizada en el mundo de la Materia. O, al menos, tal Consciencia-Verdad debe estar en comunicación con nuestra propia mente y vida y cuerpo, descender y contactar con él, controlar su visión y acción, impeler sus motivos, tomar posesión de sus fuerzas y modelar su dirección y propósito. Todo lo tocado por ella puede que no pueda manifestarlo plenamente, pero cada uno le daría alguna forma según su temperamento espiritual, capacidad interior, la línea de su evolución en la Naturaleza: alcanzaría con seguridad la perfección de la cual fuera inmediatamente capaz y estaría en el camino de la plena posesión de la verdad del Espíritu y la verdad de la Naturaleza.

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En los trabajos de tal Consciencia-Verdad habría una cierta visión consciente y un automatismo voluntario de los pasos de su verdad que reemplazarían el automatismo infalible de la Fuerza inconsciente o aparentemente inconsciente que ha sacado de un Vacío aparente el milagro de un universo ordenado y esto podría crear un nuevo orden de la manifestación del Ser en el cual una perfección perfecta sería posible, incluso una perfección total y suprema aparecería en la perspectiva de una posibilidad última. Si se pudiera atraer este poder en el mundo material, nuestros viejos sueños de perfectibilidad humana, perfección individual, perfectibilidad de la raza, de la sociedad, el control interior sobre el ser y un control completo, gobierno y uso de las fuerzas de la Naturaleza podría ver por fin una perspectiva de logro total. Esta completa autoplenitud humana bien podría ir más allá de las limitaciones y ser transformada en el carácter de una vida divina. La Materia después de tomar dentro de sí y manifestar el poder de la vida y la luz de la mente atraería dentro de ella el poder superior o supremo y la luz del espíritu y en un cuerpo terrestre despojarse de sus partes inconscientes y convertirse en un marco perfectamente consciente del espíritu. Una segura plenitud y estabilidad de la salud y la fuerza de su habitación física podría ser mantenida por la voluntad y la fuerza de este morador; todas las capacidades naturales del marco físico, todos los poderes de la consciencia física alcanzarían su máxima extensión y estarían ahí bajo control y seguros de su acción sin defecto. Como un instrumento el cuerpo adquiriría una plenitud de capacidad, una completa aptitud para todo uso que el habitante interior demandare de él mucho más allá de cualquier cosa ahora posible. Incluso podría convertirse en un recipiente revelador de una belleza y dicha suprema, –proyectando la belleza de la luz del espíritu difundiendo y radiando de él como una lámpara refleja y difunde la luminosidad de su llama interna, llevando en sí mismo la beatitud del espíritu, su alegría de la mente vidente, su alegría de la vida y la felicidad espiritual, la alegría de la Materia liberada en una consciencia espiritual y estremecida con un éxtasis constante. Esto sería la perfección total del cuerpo espiritualizado.

Todo esto no podría venir a la vez, aunque tal iluminación repentina podría ser posible si un Poder y una Luz y un Ananda divinos pudieran establecerse en la cima de nuestro ser y enviar su fuerza abajo en la mente en la vida y en el cuerpo iluminando y remodelando las células, despertando la consciencia en toda la estructura física. Pero el camino estaría abierto y la consumación de todo lo que es posible en el individuo podría tener lugar progresivamente. El físico también tendría su participación en esa consumación del todo.

Siempre permanecerían perspectivas más allá ya que el Espíritu infinito llevaría hacia alturas superiores y amplitudes más grandes a la Naturaleza evolutiva, en el movimiento del ser liberado hacia la posesión de la suprema Realidad, la suprema existencia, la consciencia, la beatitud. Pero de esto sería prematuro hablar: lo que se ha escrito es quizás todo lo que la mente humana tal y como está ahora constituida puede aventurarse a mirar adelante y el pensamiento iluminado entender en alguna medida. Estas consecuencias de la Consciencia-Verdad descendiendo y estableciendo su sujeción sobre la Materia sería una suficiente justificación de la labor evolutiva. En este recorrido ascendente del Espíritu elevándolo todo podría haber un recorrido simultáneo o consecutivo descendente del triunfo de una Naturaleza espiritualizada incluyéndolo todo, trasmutándolo todo y en ella podría ocurrir un cambio glorioso de la Materia y de la consciencia física y de la forma física y del funcionamiento del cual podríamos hablar no sólo de la perfección total sino de la perfección suprema del cuerpo.

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EL CUERPO DIVINO

Una vida divina en un cuerpo divino es la fórmula del ideal que contemplamos. ¿Pero qué será el cuerpo divino? ¿Cuál será la naturaleza de este cuerpo, su estructura, el principio de su actividad, la perfección que lo distingue del limitado e imperfecto físico dentro del que ahora estamos atados? ¿Cuáles serán las condiciones y operaciones de su vida todavía física en su base sobre la tierra por las que puede ser conocido como divino?

Si ha de ser el producto de una evolución, y eso es lo que debemos contemplar, una evolución desde nuestra imperfección humana e ignorancia hacia una verdad mayor del espíritu y la naturaleza, ¿mediante qué procesos o etapas puede crecer en la manifestación o llegar rápidamente? El proceso evolutivo en la tierra ha sido lento y tardío –¿qué principio debe intervenir si ha de haber una transformación, un cambio progresivo o repentino?

Ciertamente es como resultado de nuestra evolución por lo que llegamos a la posibilidad de esta transformación. Así como la Naturaleza ha evolucionado más allá de la Materia y manifestado la Vida, más allá de la Vida y manifestado la Mente, así ella debe evolucionar más allá de la Mente y manifestar una consciencia y poder de nuestra existencia libre de la imperfección y la limitación de nuestra existencia mental, una consciencia supramental o consciencia-verdad y debe ser capaz de desarrollar el poder y la perfección del espíritu. Para ello un cambio lento y tardío ya no debe ser la ley o modo de nuestra evolución; sólo será así en una mayor o menor extensión en tanto que la ignorancia mental se adhiera y estorbe nuestro ascenso; pero una vez se haya crecido en la consciencia-verdad su poder de verdad espiritual del ser lo determinará todo. En esa verdad seremos liberados y transformará la mente y la vida y el cuerpo. Luz y dicha y belleza y una perfección de la acción espontánea correcta de todo el ser están ahí como poderes nativos de la consciencia-verdad supramental y estos en su misma naturaleza transformarán la mente y la vida y el cuerpo incluso aquí sobre la tierra en una manifestación del espíritu de la consciencia-verdad. La oscuridad de la tierra no prevalecerá contra la consciencia-verdad supramental, pues incluso en la tierra puede traer suficiente luz omnisciente y fuerza omnipotente del espíritu para conquistar. Todo puede no abrirse a la plenitud de su luz y poder, pero sea lo que sea lo que se abra debe hasta ese punto sufrir el cambio. Ese será el principio de la transformación.

Podría ser que un cambio psicológico, un dominio de la naturaleza por el alma, una transformación de la mente en un principio de luz, de la fuerza de la vida en un poder y pureza serían la primera aproximación, el primer intento para solucionar el problema, para escapar más allá de la mera fórmula humana y establecer algo que podría llamarse una vida divina sobre la tierra, un primer boceto de superhumanidad, de una vida supramental en las circunstancias de la naturaleza terrestre. Pero esto no podría ser el cambio completo y radical necesario: no sería la transformación total, la totalidad de una vida divina en un cuerpo divino. Habría aún un cuerpo humano ciertamente animal en su origen y carácter fundamental y esto impondría sus propias limitaciones inevitables sobre las partes superiores del ser encarnado. Como la limitación por la ignorancia y el error es el defecto fundamental de una mente no transformada, como la limitación por los impulsos imperfectos y esfuerzos y voliciones del deseo son los defectos de una fuerza de la vida no transformada, así también la imperfección de las potencialidades de la acción física, una imperfección, una limitación en la respuesta de su semiconsciencia a las demandas que se le hacen y la espesura e impurezas de su original animalidad serían los defectos de un cuerpo no transformado o imperfectamente transformado. Esto no podría sino que estorbar e incluso atraer hacia abajo la acción de las partes superiores de la naturaleza. Una transformación del cuerpo debe ser la condición para una total transformación de la naturaleza.

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Podría ser también que la transformación pudiera tener lugar por etapas; hay poderes de la naturaleza que aún pertenecen a la región mental que son, sin embargo, potencialidades de un conocimiento creciente elevado más allá de nuestra mentalidad humana y que tiene algo de la luz y el poder del Divino y un ascenso a estos planos, un descenso de ellos dentro del ser mental parecería ser el curso evolutivo natural. Pero en la práctica podría encontrarse que estos niveles intermedios no serían suficientes para la total transformación ya que, siendo ellos mismos potencialidades iluminadas del ser mental aún no supramental en el pleno sentido de la palabra, podrían bajar a la mente sólo una divinidad parcial o levantar la mente hacia eso pero no efectuar su elevación hacia la supramentalidad completa de la consciencia-verdad. Además, estos niveles podrían convertirse en etapas del ascenso que algunos alcanzarían y descansarían ahí mientras otros irían más arriba y podrían alcanzar y vivir en estratos superiores de una existencia semidivina. No se ha de suponer que toda la humanidad se elevaría en bloque hacia la supermente; al principio sólo podrían alcanzar lo más alto o alguna altura intermedia del ascenso aquellos cuya evolución interior les hubiera capacitado para un cambio tan grande o quienes fueran elevados por el toque directo del Divino hacia su luz perfecta y poder y dicha. La gran masa de seres humanos podría aún permanecer mucho tiempo contenta con una naturaleza humana normal o sólo parcialmente iluminada y elevada. Pero esto sería en sí mismo un cambio suficientemente radical y una transformación inicial de la vida terrestre; pues el camino estaría abierto a todos los que tuvieran la voluntad de elevarse, la influencia supramental de la consciencia-verdad tocaría la vida terrestre e influiría incluso sobre la masa no transformada y una esperanza estaría ahí y una promesa finalmente disponible para todos de la que ahora sólo unos pocos pueden participar o realizar.

En cualquier caso esto serían sólo comienzos y no podrían constituir la totalidad de la vida divina sobre la tierra; sería una nueva orientación de la vida terrestre pero no la consumación de su cambio. Para eso debe establecerse el reino soberano de una consciencia-verdad supramental a la cual todas las demás formas de vida estarían subordinadas y dependerían de ella como el principio maestro y poder supremo hacia el cual podrían mirar como la meta, aprovechar sus influencias, ser movidas y elevadas por algo de su iluminación y fuerza penetrante. Especialmente, de la misma forma que el cuerpo humano tuvo que venir a la existencia con la modificación de la previa forma animal y su figura erecta vino de un nuevo poder de vida y sus movimientos expresivos y actividades al servicio de la mente y la vida y necesarios para el principio de la mente y la vida de un ser mental, así también debe desarrollarse un cuerpo con nuevos poderes, actividades o grados de una acción divina expresiva de un ser de consciencia-verdad y propio de una consciencia supramental y manifestando un espíritu consciente. Mientras que la capacidad para elevar y sublimar todas las actividades de la vida terrestre capaces de ser espiritualizadas debe estar ahí, una trascendencia de la animalidad original y las acciones incurablemente corrompidas por ella o al menos alguna transformación salvadora de ellas, alguna espiritualización o conversión psíquica de la consciencia y los motivos que las animan y despojarse de cualquier cosa que no pudiera transformarse, incluso un cambio de lo que podría llamarse su estructura instrumental, su funcionamiento y organización, un completo y hasta ahora sin precedentes control de estas cosas debe ser la consecuencia o el accesorio de este cambio total. Estas cosas ya han sido ilustradas hasta cierto punto en las vidas de muchos que han venido a poseer poderes espirituales pero como algo excepcional y ocasional, la casual o manifestación incompleta de una capacidad adquirida más que la organización de una nueva consciencia, una nueva vida y una nueva naturaleza. ¿Cuán lejos puede llegar tal transformación física, cuáles son los límites dentro de los cuales debe permanecer para ser consistente con la vida sobre la tierra y sin llevar esa vida más allá de la esfera terrestre o empujarla hacia la existencia supraterrestre? La consciencia supramental no es una cantidad fija sino un poder que pasa a niveles más y más altos de posibilidad hasta que alcanza la consumación suprema de la existencia espiritual realizando la supermente y la supermente realiza los rangos de la consciencia espiritual que están presionando hacia ella desde el nivel humano o mental. En esta progresión el cuerpo también puede alcanzar una forma más perfecta y un rango superior de sus poderes de expresión, y convertirse en un recipiente de la divinidad más y más perfecto.

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Este destino del cuerpo ha sido raramente contemplado en el pasado o al menos no para el cuerpo aquí sobre la tierra; tales formas serían más bien imaginadas o visionadas como el privilegio de seres celestiales y no posibles como residencia física de un alma aún atada a la naturaleza terrestre. Los Vaishnavas han hablado de una consciencia corporal espiritualizada, cinmaya deha; ha habido la concepción de un cuerpo radiante o luminoso, que podría ser el védico jyotirmaya deha. Una luz ha sido vista por algunos irradiando de los cuerpos de personas espirituales altamente desarrolladas, incluso extendiéndose a la emisión de un aura envolvente y ha sido registrado un fenómeno inicial de esta clase en la vida de una personalidad espiritual tan grande como la de Ramakrishna. Pero estas cosas han sido o sólo conceptuales o raras y ocasionales y para la mayor parte el cuerpo no ha sido contemplado como provisto de posibilidad espiritual o capaz de transformación. Se ha hablado de él como medio de realización del dharma y dharma aquí incluye todos los propósitos elevados, logros e ideales de la vida sin excluir el cambio espiritual: pero es un instrumento que debe abandonarse cuando su trabajo se ha hecho y aunque puede haber y debe haber realización espiritual mientras aún se está en el cuerpo, sólo puede llegar a su completo cumplimiento después del abandono del marco físico. Más ordinariamente en la tradición espiritual el cuerpo ha sido contemplado como un obstáculo, incapaz de espiritualización o transmutación y un peso pesado sujetando el alma a la naturaleza terrestre e impidiendo su ascenso bien hacia la plenitud espiritual en el Supremo o bien hacia la disolución de su ser individual en el Supremo. Pero mientras esta concepción del papel del cuerpo en nuestro destino es bastante adecuada para una sadhana que ve la tierra sólo como un campo de la ignorancia y la vida terrestre como una preparación para una retirada que evita la vida lo cual es la condición indispensable para la liberación espiritual, es insuficiente para una sadhana que concibe una vida divina sobre la tierra y la misma liberación de la naturaleza terrestre como parte de un propósito total de la encarnación del espíritu aquí en un cuerpo físico. Si una transformación total del ser es nuestra meta, una transformación del cuerpo debe ser una parte indispensable de ella; sin ello ninguna vida divina completa sobre la tierra es posible.

Es la pasada evolución del cuerpo y especialmente su naturaleza animal e historia animal las que parecen oponerse a esta consumación. El cuerpo, como hemos visto, es un resultado y una creación del Inconsciente, en sí mismo inconsciente o sólo medio consciente; empezó como una forma de la Materia inconsciente, desarrolló la vida y a partir de un objeto material se convirtió en un crecimiento viviente, desarrolló la mente y a partir del subconsciente de la planta y la mente rudimentaria inicial o incompleta inteligencia del animal desarrolló la mente intelectual y la más completa inteligencia del hombre y ahora sirve como la base física, container y medio instrumental de todo nuestro afán espiritual. Su carácter animal y sus enormes limitaciones se interponen ciertamente como un obstáculo a nuestra perfección espiritual; pero el hecho que ha desarrollado un alma y es capaz de servirla de medio puede indicar que es capaz de mayor desarrollo y puede convertirse en un templo y expresión del espíritu, revelar una espiritualidad secreta de la Materia, llegar a ser enteramente consciente y no sólo semiconsciente, alcanzar una cierta unidad con el espíritu. Esto debe hacerlo, al menos debe trascender su naturaleza terrestre original, si ha de ser el instrumento completo de la vida divina y no más un obstáculo.

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Sin embargo, los inconvenientes del cuerpo animal y su naturaleza e impulsos animales y las limitaciones del cuerpo humano en el mejor de los casos están ahí al principio y persisten siempre en tanto no haya la liberación completa y fundamental y su inconsciencia o semiconsciencia y la ligadura del alma y de la mente y de la fuerza vital a la Materia, a la materialidad de todo tipo, a la llamada de la naturaleza no regenerada están ahí y constantemente se oponen a la llamada del espíritu y circunscriben la ascensión a las cosas superiores. Al ser físico le trae una atadura a los instrumentos materiales, al cerebro y al corazón y a los sentidos, aferrado a la materialidad y materialismo de todo tipo, al mecanismo corporal y sus necesidades y obligaciones, a la necesidad imperativa de comida y la preocupación con los medios de obtenerla y almacenarla como uno de los intereses dominantes de la vida, a la fatiga y el sueño, a la satisfacción del deseo corporal. La fuerza vital en el hombre también está atada a estas cosas pequeñas; tiene que limitar el alcance de sus ambiciones y anhelos mayores, su impulso para elevarse más allá de la atracción de la tierra y seguir las intuiciones más celestiales de sus partes psíquicas, el ideal del corazón y los anhelos del alma. Sobre la mente el cuerpo impone las limitaciones del ser físico y la vida física y el sentido de la única completa realidad de las cosas físicas con el resto como una especie de brillantes fuegos artificiales de la imaginación, de luces y glorias que sólo pueden tener su completa actuación en cielos más allá, en planos superiores de la existencia, pero no aquí; aflige la idea y la aspiración con la carga de la duda, la evidencia de los sentidos sutiles y la intuición con la incertidumbre y el vasto campo de la consciencia suprafísica y la experiencia con la imputación de irrealidad y agarra hasta sus raíces terrestres el crecimiento del espíritu desde su humanidad original limitante hacia la verdad supramental y la naturaleza divina. Estos obstáculos pueden ser superados, las negaciones y resistencias del cuerpo superadas, su transformación es posible. Incluso nuestra parte inconsciente y animal puede ser iluminada y ser capaz de manifestar la naturaleza divina tal y como nuestra humanidad mental puede manifestar la superhumanidad de la consciencia-verdad supramental y la divinidad de lo que ahora es superconsciente para nosotros y la transformación total hacerse una realidad aquí. Pero para esto las exigencias y compulsiones de su animalidad deben cesar de ser obligatorias y debe efectuarse una purificación de su materialidad mediante la cual esa misma materialidad puede ser cambiada en una solidez material de la manifestación de la naturaleza divina. Pues nada esencial debe abandonarse en la totalidad del cambio terrestre; la Materia misma puede ser cambiada en un medio de revelación de la realidad espiritual, el Divino.

La dificultad es dual, psicológica y corpórea: la primera es el efecto de la animalidad no regenerada sobre la vida especialmente por la insistencia de los instintos groseros del cuerpo, los impulsos, los deseos; la segunda es el resultado de nuestra estructura corporal y nuestra instrumentación orgánica que imponen sus restricciones en el dinamismo de la naturaleza divina superior. La primera de estas dos dificultades es más fácil de tratar y conquistar; pues aquí la voluntad puede intervenir e imponer al cuerpo el poder de la naturaleza superior. Algunos de estos impulsos e instintos del cuerpo han sido hallados especialmente dañinos por el aspirante espiritual y han pesado considerablemente a favor de un rechazo ascético del cuerpo. El sexo y la sexualidad y todo lo que deriva del sexo y testifica su existencia tuvo que prohibirse y descartarse de la vida espiritual, y esto, aunque difícil, no es en absoluto imposible y puede hacerse una condición cardinal para el buscador espiritual. Esto es natural e inevitable en toda práctica ascética y la satisfacción de esta condición, aunque no es fácil cumplir al principio, se hace bastante factible después de un tiempo; la superación del instinto y el impulso sexual es ciertamente obligada para todos aquellos que obtuvieran el autocontrol y llevaren una vida espiritual. Un control total sobre ello es esencial para todos los buscadores espirituales, la erradicación de ello para el completo asceta. Esto tiene que ser reconocido y no disminuido en su importancia obligatoria y su principio.

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Pero todo reconocimiento del principio sexual, como aparte de la indulgencia física grosera del impulso sexual, no podría excluirse de una vida divina sobre la tierra; está ahí en la vida, representa un gran papel y tiene que ser tratado, no puede ser simplemente ignorado, meramente suprimido o reprimido o apartado de la vista. En primer lugar, es en uno de sus aspectos un principio cósmico e incluso un principio divino: toma la forma espiritual del Ishwara y la Shakti y sin él no podría haber la creación de ningún mundo o la manifestación del principio del mundo de Purusha y Prakriti que son ambos necesarios para la creación, necesarios también en su asociación e intercambio para el juego de su funcionamiento psicológico y en su manifestación como alma y Naturaleza fundamental en el proceso completo de Lila. En la misma vida divina una encarnación o al menos en alguna forma una presencia de los dos poderes o su influencia iniciadora a través de sus encarnaciones o representantes sería indispensable para hacer posible la nueva creación. En su acción humana en el nivel mental y vital el sexo no es totalmente un principio no divino; tiene sus aspectos más nobles e ideales y tiene que verse en qué modo y en qué medida estos aspectos pueden admitirse en la nueva y mayor vida. Toda indulgencia animal grosera del deseo e impulso sexual tendrían que ser eliminados; sólo podría continuar entre aquellos que no están preparados para la vida superior o aún no preparados para una vida completamente espiritual. En todos los que aspiren a ella pero que no pudieran aún tomarla plenamente el sexo tendrá que ser refinado, sometido al impulso espiritual o psíquico y a un control por la mente superior y el vital superior y desembarazarse de todas sus formas ligeras, frívolas o degradadas y sentir el toque de la pureza del ideal. El amor permanecería, todas las formas de la verdad pura del amor en pasos más y más altos hasta realizar su naturaleza más alta, ampliado en amor universal, convirtiéndose en el amor del Divino. El amor del hombre y la mujer también sufriría esa elevación y consumación; pues todo lo que pueda sentir un toque del ideal y de lo espiritual debe seguir el camino de ascenso hasta que alcance la Realidad divina. El cuerpo y sus actividades deben ser aceptados como parte de la vida divina y pasar bajo esta ley; pero, como en las otras transiciones evolutivas, lo que no pueda aceptar la ley de la vida divina no puede ser aceptado y debe apostatar de la naturaleza ascendente.

Otra dificultad que la transformación del cuerpo debe afrontar es su dependencia de la comida para su misma existencia y en esto también están envueltos los instintos físicos groseros, los impulsos, los deseos que están asociados con este difícil factor, los anhelos esenciales del paladar, la codicia de comida y la glotonería animal del vientre, la tosquedad de la mente cuando se envilece en el lodo del sentido, obedece a una servidumbre a su mera parte animal y afirma su atadura a la Materia. Lo humano superior en nosotros busca refugio en una sobria moderación, en la abstemia y la abstinencia o en la despreocupación sobre el cuerpo y sus necesidades y en la absorción en cosas superiores. El buscador espiritual a menudo, como los ascetas jainistas, busca refugio en largos y frecuentes ayunos que le elevan al menos temporalmente fuera de la garra de las demandas del cuerpo y le ayudan a sentir en él una pura vacuidad de los amplios espacios del espíritu. Pero todo esto no es liberación y puede plantearse la cuestión si, no sólo al principio sino siempre, la vida divina también debe someterse a esta necesidad. Pero sólo podría liberarse de ella completamente si pudiera averiguar el modo de atraer de la energía universal aquella energía que sostuviera no sólo las partes vitales de nuestro físico sino también su materia constituyente sin necesidad de ayuda para el sustento de ninguna sustancia externa de la Materia. Es ciertamente posible incluso mientras se ayuna durante largos periodos mantener las energías completas y las actividades del alma y de la mente y de la vida, incluso aquellas del cuerpo, permanecer despierto pero concentrado en Yoga todo el tiempo, o pensar profundamente y escribir día y noche, prescindir del sueño, caminar ocho horas al día, mantener todas estas actividades separadamente o juntas y no sentir ninguna pérdida de fuerza, ninguna fatiga, ninguna clase de fallo o decadencia. Al final del ayuno se puede incluso reanudar de golpe la alimentación tomando la cantidad normal o incluso mayor que la normal sin ninguna transición o precaución tal y como ordena la ciencia médica, como si tanto el ayuno completo y el festín fueran condiciones naturales, alternando por un pasaje inmediato y fácil de uno al otro, de un cuerpo ya entrenado por una suerte de transformación inicial para ser un instrumento de los poderes y actividades del Yoga. Pero de una cosa uno no se escapa y es de la pérdida de tejido material del cuerpo, su carne y sustancia. Es concebible, si se pudieran encontrar los medios y el modo adecuado, que este último obstáculo invencible también pudiera ser superado y el cuerpo mantenerse mediante un intercambio de sus fuerzas con las fuerzas de la Naturaleza material, dándole a ella lo que necesita del individuo y tomando de ella directamente las energías sustentadoras de su existencia universal. Presumiblemente, se podría redescubrir y reestablecer en la cima de la evolución de la vida el fenómeno que se ve en su base, el poder de atraer del alrededor los medios de sostenimiento y auto-renovación. O bien el ser evolucionado podría adquirir el poder mayor de atraer esos medios desde arriba más que atraerlos del ambiente circundante, o de su alrededor o por debajo de él. Pero hasta que se logre algo parecido a esto o se haga posible tenemos que volver al alimento y a las fuerzas materiales de la Naturaleza establecidas.

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De hecho, aunque inconscientemente, atraemos constantemente energía universal, la fuerza de la Materia para rellenar nuestra existencia material y mental, vital y otras potencias del cuerpo: lo hacemos directamente en los procesos invisibles de intercambio que la Naturaleza realiza constantemente y por medios especiales ideados por ella; la respiración es uno de ellos, también el sueño y el reposo. Pero como sus medios básicos para mantener y renovar el cuerpo físico denso y su funcionamiento y sus potencias internas, la Naturaleza ha seleccionado el tomar materia exterior en la forma de alimento, su digestión, asimilación de lo que es asimilable y eliminación de lo que no lo es o no debería ser asimilado, esto por sí mismo es suficiente para el mero mantenimiento, pero para asegurar la salud y la fuerza en el cuerpo así mantenido ha añadido el impulso hacia el ejercicio físico y los juegos de muchas clases, modos de gasto y renovación de la energía, la elección o la necesidad de acción múltiple y trabajo. En la nueva vida, al menos en sus comienzos, no sería necesario o aconsejable hacer ninguna llamada para un extremo o precipitado rechazo de la necesidad de alimento o el método natural establecido para el mantenimiento del cuerpo todavía imperfectamente transformado. Si estas cosas tienen que ser trascendidas o cuándo tienen que serlo, debe venir como un resultado de la voluntad despierta del espíritu, una voluntad también en la propia Materia, una urgencia evolutiva imperativa, un acto de las transmutaciones creativas del Tiempo o un descenso desde la trascendencia. Mientras tanto la absorción de la energía universal mediante una acción consciente de los poderes superiores del ser desde el alrededor o desde arriba, mediante una llamada a lo que es aún para nosotros una consciencia trascendente o mediante una invasión o descenso desde el mismo Trascendente puede bien llegar a ser ocasional, un frecuente o un constante fenómeno e incluso reducir la parte jugada por la comida y su necesidad a una incidencia que ya no sea preocupante, una necesidad menor y menos y menos imperativa. Mientras tanto la comida y el proceso ordinario de la Naturaleza pueden aceptarse aunque su uso tiene que liberarse del apego y del deseo y de los apetitos groseros indiscriminados y de la sujeción a los placeres de la carne que es el camino de la Ignorancia; los procesos físicos tienen que ser sutilizados y los más groseros pueden tener que ser eliminados y tener que hallarse nuevos procesos o emerger nuevas instrumentaciones. En tanto que se acepte, un placer refinado en ello puede ser permitido e incluso un ananda sin deseo del paladar puede tomar el lugar del gusto físico y el de la selección humana de gustos y disgustos que es nuestra presente respuesta imperfecta a lo que nos ofrece la Naturaleza. Debe recordarse que para la vida divina sobre la tierra, la tierra y la Materia no tienen que ser y no pueden ser rechazadas sino que sólo han de ser sublimadas y revelar en ellas mismas las posibilidades del espíritu, servir los usos más altos del espíritu y ser transformadas en instrumentos de una vida mayor.

La vida divina debe siempre ser accionada mediante el empuje hacia la perfección; una perfección de la alegría de la vida es parte y una parte esencial de ella, el deleite del cuerpo en las cosas y la alegría de vivir del cuerpo no se excluyen de ella; ellas también han de hacerse perfectas. Una gran totalidad es la misma naturaleza de esta nueva y creciente manera de existir, una plenitud de las posibilidades de la mente transmutada en una cosa de luz, de la vida convertida en una fuerza de poder y alegría espiritual, del cuerpo transformado en un instrumento de una acción divina, conocimiento divino, dicha divina. Todo puede ser tomado en su perspectiva que es capaz de transformarse, todo eso puede ser un instrumento, un recipiente, una oportunidad para la expresión de esta totalidad del Espíritu manifestándose a sí mismo.

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Hay un problema que suscita el sexo para aquellos que rechazaran totalmente las obligaciones impuestas por la animalidad del cuerpo y puestas enfrente por él como una oposición insistente en el camino del aspirante a una vida superior: es la necesidad de la prolongación de la raza para lo cual la actividad sexual es el único medio ya provisto por la Naturaleza para los seres vivientes e inevitablemente impuesto sobre la raza. Ciertamente no es necesario para el buscador individual de una vida divina abordar este problema e incluso para un grupo que no la buscan para sí mismos sólo sino que desean una amplia aceptación de ella por la humanidad como al menos un ideal. Siempre habrá la multitud a quienes no les importa o no están preparados para su práctica completa y a estos puede dejarse el cuidado de la prolongación de la raza. El número de esos que lideran la vida divina puede mantenerse e incrementarse mientras el ideal se extiende, por la adhesión voluntaria de aquellos que son tocados por la aspiración y no se precisa recurrir a medios físicos para este propósito, ninguna desviación de la regla de una estricta abstinencia sexual. Pero, sin embargo, puede haber circunstancias en las que desde otra posición, una creación voluntaria de cuerpos para almas que buscan entrar en la vida terrestre para ayudar en la creación y extensión de la vida divina sobre la tierra podría ser hallado deseable. Entonces la necesidad de una procreación física para este propósito sólo podría evitarse si se evolucionaran y pusieran a disposición nuevos medios de tipo suprafísico. Un desarrollo de este tipo debe necesariamente pertenecer a lo que ahora se considera como la esfera de lo oculto y el uso de poderes ocultos de acción o creación no conocidos o poseídos por la mente común de la raza. El ocultismo significa justamente el uso de los poderes superiores de nuestra naturaleza, alma, mente, fuerza vital y las facultades de la consciencia físico sutil para causar resultados en su propio plano o en el plano material por alguna presión de su propia ley secreta y sus potencialidades, para manifestación y resultado en la mente y la vida y el cuerpo humano o terrestre o en objetos y acontecimientos en el mundo de la Materia. Un descubrimiento o una extensión de estos poco conocidos o aún no desarrollados poderes es ahora contemplado por algunos pensadores conocidos como el próximo paso a dar por la humanidad en su evolución inmediata; la clase de creación de la que se habla no ha sido incluida entre estos desarrollos, pero bien podría considerarse como una de las nuevas posibilidades. Incluso la ciencia física está intentando encontrar medios físicos para ir más allá de la instrumentación ordinaria o el procedimiento ordinario de la Naturaleza en esta materia de la propagación o la renovación de la fuerza vital física en los seres humanos o animales; pero el recurso a medios ocultos y la intervención de procesos físicos sutiles, si pudiera hacerse posible, sería un modo mayor que podría evitar las limitaciones, degradaciones, la incompleta y pesada imperfección de los medios y resultados sólo disponibles en la ley de la fuerza material. En la India ha habido siempre desde los primeros tiempos una creencia ampliamente extendida en la posibilidad y realidad del uso de estos poderes por los hombres con un conocimiento avanzado de estas cosas secretas o con un conocimiento espiritual desarrollado y experiencia y fuerza dinámica e incluso, en los Tantras, un sistema organizado de su método y práctica. La intervención del Yogi para causar un nacimiento deseado de prole es también creído generalmente y a menudo suplicado y el otorgamiento de un niño así obtenido de un logro espiritual o hado mediante la voluntad del Yogi o su bendición es a veces pedido y tal resultado está registrado no sólo en la tradición del pasado sino mantenida por el testimonio del presente. Pero aquí todavía hay necesidad de recurrir a los medios normales de propagación y al método grosero de la Naturaleza física. Un método puramente oculto, un recurso a procesos suprafísicos actuando mediante medios suprafísicos para un resultado físico sería posible si se ha de evitar esta necesidad: el recurso al impulso sexual y su proceso animal no podría trascenderse de otro modo. Si hay alguna realidad en el fenómeno de la materialización y la desmaterialización reivindicado como posible por los ocultistas y evidenciado por sucesos que muchos de nosotros hemos presenciado, un método de esta clase no estaría fuera del rango de la posibilidad. Pues en la teoría de los ocultistas y en la gradación de los rangos y planos de nuestro ser que el conocimiento del Yoga nos traza no hay sólo una fuerza físico sutil sino una Materia físico sutil que interviene entre la vida y la Materia grosera y crear en esta sustancia físico sutil y precipitar las formas así creadas en nuestra materialidad más grosera es factible. Sería posible y se cree que es posible que un objeto formado en esta sustancia físico sutil hiciera un tránsito desde su sutilidad hasta el estado de la Materia grosera directamente mediante la intervención de un proceso oculto y una fuerza oculta ya sea con e incluso sin la asistencia o intervención de algún procedimiento material grosero. Un alma que deseara entrar en un cuerpo o formar para ella misma un cuerpo y tomar parte en una vida divina sobre la tierra podría ser asistida para hacerlo e incluso provista con tal forma mediante este método de transmutación directa sin pasar por el nacimiento de un proceso sexual o sin sufrir ninguna degradación o ninguna de las pesadas limitaciones del crecimiento y desarrollo de su mente y cuerpo material inevitables en nuestro modo actual de existencia. Podría entonces asumir de una vez la estructura y los poderes superiores y los funcionamientos de un verdadero cuerpo material divino que debe un día emerger en una evolución progresiva hacia una existencia totalmente transformada tanto de la vida como de la forma en una naturaleza terrestre divinizada.

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¿Pero cuál sería la forma interna o externa y la estructura y la instrumentación de este cuerpo divino? La historia material del desarrollo del cuerpo animal y humano lo ha dejado ligado a un sistema de órganos minuciosamente construidos y elaborados y un orden precario de su funcionamiento que puede fácilmente llegar a ser un desorden, abierto a una desorganización general o local, dependiente de un sistema nervioso fácilmente perturbable y mandado por un cerebro cuyas vibraciones se supone que son mecánicas y automáticas y no bajo nuestro control consciente. Según el materialista todo esto es un funcionamiento exclusivo de la Materia cuya realidad fundamental es química. Tenemos que suponer que el cuerpo está construido mediante la acción de elementos químicos que construyen átomos y moléculas y células y estos a su vez son los agentes y únicos conductores en la base de una estructura física complicada y la instrumentación que es la única causa mecánica de todas nuestras acciones, pensamientos, sentimientos, el alma una ficción y la mente y la vida sólo una manifestación material y mecánica y una apariencia de esta máquina a la que se le hace funcionar y es dirigida automáticamente con una ficción de consciencia en ella por las fuerzas inherentes en la Materia inconsciente. Si esa fuera la verdad es obvio que cualquier divinización o transformación divina del cuerpo o de cualquier otra cosa no sería más que una ilusión, una imaginación, una quimera sin sentido e imposible. Pero incluso si suponemos un alma, una voluntad consciente trabajando en este cuerpo, no podría llegar a una transformación divina si no hubiera un cambio radical en el mismo instrumento corporal y en la organización de su funcionamiento material. El agente transformador será atado y parado en su trabajo por las limitaciones inalterables del organismo físico y detenido por el animal original no modificado o imperfectamente modificado que hay en nosotros. Las posibilidades de desórdenes, los desarreglos, las enfermedades nativas a estas disposiciones físicas aún estarían ahí y sólo podrían excluirse mediante una vigilancia constante o un control perpetuo obligatorio sobre el instrumento corporal del habitante y maestro espiritual. Esto no podría llamarse un cuerpo verdaderamente divino; pues en un cuerpo divino una libertad inherente de todas estas cosas sería natural y perpetua; esta libertad sería una verdad normal y nativa de su ser y por tanto inevitable e inalterable. Una transformación radical del funcionamiento y, bien puede ser, de la estructura y ciertamente del impulso demasiado mecánico y material y de las fuerzas que conducen el sistema corporal sería imperativa. ¿Qué agente se podría encontrar que se pudiera hacer el medio de esta liberación y cambio tan importantes? Algo hay en nosotros o algo tiene que desarrollarse, quizás una parte central y todavía oculta de nuestro ser que contiene fuerzas cuyos poderes en nuestro real y presente desarrollo son sólo una fracción de lo que podría ser, pero que si se hicieran completos y dominantes serían verdaderamente capaces de causar con la ayuda de la luz y la fuerza del alma y de la consciencia supramental la necesaria transformación física y sus consecuencias. Esto podría encontrarse en el sistema de Chakras revelado por el conocimiento Tántrico y aceptado en los sistemas de Yoga, centros conscientes y fuentes de todos los poderes dinámicos de nuestro ser organizando su acción a través de los plexos y dispuestos en una serie ascendente desde el centro físico más bajo hasta el centro mental más alto y el centro espiritual llamado el loto de los mil pétalos donde la Naturaleza ascendiente, el Poder de la Serpiente de los Tántricos, se reúne con el Brahmán y es liberada en el Ser Divino. Estos centros están cerrados o medio cerrados dentro de nosotros y tienen que ser abiertos antes que su plena potencialidad pueda manifestarse en nuestra naturaleza física: pero una vez son abiertos y están completamente activos, ningún límite puede ponerse fácilmente al desarrollo de sus potencias y la transformación total se hace posible.

Pero ¿cuál sería el resultado de la emergencia de estas fuerzas y su acción liberada y más divina en el propio cuerpo, cuál sería su conexión dinámica con él y su operación transformadora en la todavía existente naturaleza animal y sus impulsos animales y su procedimiento material grosero? Podría sostenerse que el primer cambio necesario sería la liberación de la mente, de la fuerza vital, de los agentes físico sutiles y de la consciencia física en una actividad más libre y divina, una operación de muchas dimensiones e ilimitada de sus consciencias, una gran erupción de poderes superiores y la sublimación de la misma consciencia corporal, de su instrumentación, capacidad, capacitación para la manifestación del alma en el mundo de la Materia. Los sentidos sutiles ahora ocultos en nosotros podrían venir adelante en una acción libre y los mismos sentidos materiales convertirse en medios o canales para la visión de lo que ahora es invisible para nosotros o el descubrimiento de cosas que nos rodean pero en el presente intocables y apartadas de nuestro conocimiento. Un firme control podría establecerse en los impulsos de la naturaleza animal o podrían ser purificados y sutilizados para convertirse en activos y no en pasivos y así transformados para ser partes y procesos de una vida más divina. Pero incluso estos cambios aún dejarían un residuo de procesos materiales que mantendrían el viejo modo y no serían sumisos al control superior y, si esto no pudiera cambiarse, el resto de la transformación podría bloquearse y quedar incompleta. Una transformación total del cuerpo demandaría un cambio suficiente de la parte más material del organismo, su constitución, sus procesos y la organización de su naturaleza.

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De nuevo podría pensarse que un completo control sería suficiente, un conocimiento y una visión de este organismo y su acción no visible y un control efectivo determinando sus operaciones según la voluntad consciente; esta posibilidad ha sido afirmada como algo ya alcanzado y una parte del desarrollo de los poderes internos en algunos. La cesación de la respiración mientras aún la vida del cuerpo permanece estable, el sellado hermético a voluntad no sólo de la respiración sino de todas las manifestaciones vitales durante largos períodos, la parada del corazón similarmente a voluntad mientras el pensamiento y el habla y otras actividades mentales continúan sin disminución, estos y otros fenómenos del poder de la voluntad sobre el cuerpo son conocidos y ejemplos bien atestiguados de esta clase de control. Pero estos son éxitos ocasionales o esporádicos y no cuentan para la transformación; un control total es necesario y también es necesario un control estable y habitual y, ciertamente, un control natural. Incluso con eso alcanzado algo más fundamental podría tener que ser pedido para la liberación completa y el cambio en un cuerpo divino.

De nuevo, podría ser urgido que la estructura orgánica del cuerpo no menos que su forma exterior básica tendría que ser retenida como una fundación material necesaria para la retención de la naturaleza terrestre, la conexión de la vida divina con la vida de la tierra y una continuación del proceso evolutivo para evitar una ruptura hacia arriba y hacia fuera y lejos de ella hacia un estado del ser que pertenecería propiamente a un plano superior y no a una realización divina en la tierra. La prolongada existencia del propio animal en nuestra naturaleza, si transformado suficientemente para ser un instrumento de manifestación y no un obstáculo, sería necesario preservar la continuidad, el conjunto evolutivo; sería necesitado como el vehículo viviente, vähana, del dios emergente en el mundo material donde tendría que actuar y alcanzar las obras y maravillas de la nueva vida. Es cierto que una forma corporal haciendo esta conexión y una acción corporal conteniendo el dinamismo terrestre y sus actividades fundamentales deben estar ahí, pero la conexión no debería ser una atadura o una limitación confinante o una contradicción de la totalidad del cambio. El mantenimiento del organismo actual sin ninguna transformación de él no actuaría sino como una atadura y confinamiento dentro de la vieja naturaleza. Habría una base material pero sería de la tierra, una vieja y no una nueva tierra con una estructura psicológica más divina; pues con esa estructura el viejo sistema estaría en desarmonía y sería incapaz de servir para un avance en su evolución e incluso de sostenerla como una base en la Materia. Ligaría parte del ser, una parte inferior a una humanidad no transformada y a un funcionamiento animal no cambiado e impediría su liberación en la superhumanidad de la naturaleza supramental. Un cambio es entonces necesario también aquí, una parte necesaria de la transformación corporal total, que divinizaría todo el hombre, al menos en el resultado último y no dejaría su evolución incompleta.

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Este fin, debe decirse, sería suficientemente servido si la instrumentación de los centros y sus fuerzas reinaran sobre todas las actividades de la naturaleza con una completa dominación del cuerpo y lo hiciera tanto en su forma estructural como en su funcionamiento orgánico un canal libre y medio de comunicación y un instrumento plástico de conocimiento y acción dinámica para todo lo que tuvieran que hacer en la vida material, en el mundo de la Materia. Tendría que haber un cambio en los procesos operativos de los mismos órganos materiales y, bien pudiera ser, en su misma constitución y en su importancia; no se les podría permitir imponer imperativamente sus limitaciones sobre la nueva vida física. Para empezar, podrían convertirse más claramente en extremos exteriores de los canales de comunicación y acción, más útiles para los propósitos psicológicos del habitante, menos ciegamente material en sus respuestas, más consciente del acto y fin de los movimientos interiores y de las potencias que los usan que el hombre material en nosotros erróneamente supone que genera y usa. El cerebro sería un canal de comunicación de la forma de los pensamientos y una batería de su insistencia sobre el cuerpo y el mundo exterior donde podrían entonces llegar a ser efectivos directamente, comunicándose ellos mismos sin medios físicos de mente a mente, produciendo con una similar derechura efectos sobre los pensamientos, acciones y vidas de otros e incluso sobre las cosas materiales. El corazón sería igualmente un comunicante directo y medio de intercambio para los pensamientos y emociones arrojados afuera sobre el mundo por las fuerzas del centro psíquico. El corazón podría responder directamente al corazón, la fuerza vital podría venir en la ayuda de otras vidas y contestar sus llamadas a pesar de ser extraños y a pesar de la distancia, muchos seres sin ninguna comunicación externa se estremecerían con el mensaje y se reunirían en la luz secreta de un centro divino. La voluntad podría controlar los órganos que tratan con la comida, salvaguardaría automáticamente la salud, eliminaría la codicia y el deseo, sustituiría procesos más sutiles o atraería fuerza y sustancia de la fuerza vital universal para que el cuerpo pudiera mantener durante largo tiempo su propia fuerza y sustancia sin pérdida o desecho, permaneciendo así sin necesidad de sustento mediante alimentos materiales, y sin embargo continuaría una acción vigorosa sin fatiga o pausa para dormir o reposar. La voluntad del alma o de la mente podría actuar desde fuentes superiores sobre el centro sexual y los órganos sexuales para controlar firmemente e incluso desterrar los impulsos sexuales más groseros o los estímulos y en lugar de servir una excitación animal o guía cruda o deseo convertir su uso para el almacenamiento, producción y dirección hacia el cerebro y el corazón y la fuerza vital de la energía esencial, ojas, de la cual esta región es la factoría para soportar los trabajos de la mente y del alma y del espíritu y de los poderes superiores de la vida y limitar el gasto de energía en cosas inferiores. El alma, el ser psíquico, podría más fácilmente llenar todo con la luz y convertir la misma materia del cuerpo en usos superiores para su propio propósito mayor.

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Esto sería un primer cambio potente, pero en ningún caso todo lo que es posible o deseable. Pues puede bien ser que la presión evolutiva procediera a un cambio de los mismos órganos en su funcionamiento material y usar y disminuir grandemente la necesidad de su instrumentación e incluso de su existencia. Los centros del cuerpo sutil, süksma sarïra, de los cuales uno se volvería consciente y enterado de todo lo que sucediera en ellos derramarían sus energías en el nervio material y en el plexo y en el tejido y las irradiaría a través de todo el cuerpo material; toda la vida física y sus actividades necesarias en esta nueva existencia podría mantenerse y operarse por estos agentes superiores de un modo más libre y amplio y por un método menos pesado y restrictivo. Esto puede funcionar en tanto que estos órganos cesaran de ser indispensables e incluso fueran sentidos como demasiado obstructivos: la fuerza central podría usarlos menos y menos y finalmente dejar de usarlos totalmente. Si eso sucediera podrían perderse por atrofia, reducirse a un mínimo insignificante o incluso desaparecer. La fuerza central podría sustituirlos por órganos sutiles de un carácter muy diferente o, si algo material fuera necesario, por instrumentos que serían formas de dinamismo o transmisores plásticos más que lo que conocemos por órganos. Esto bien podría ser parte de una total transformación suprema del cuerpo, aunque esto tampoco podría ser el final. Concebir tales cambios es mirar muy adelante y las mentes apegadas a la forma presente de las cosas pueden ser incapaces de dar crédito a su posibilidad. No se pueden imponer tales límites al impulso evolutivo ni tales imposibilidades a ningún cambio necesario. Todo no tiene que ser fundamentalmente cambiado: por el contrario, todo lo que aún sea necesario en la totalidad tiene que preservarse, pero todo tiene que perfeccionarse. Lo que sea necesario para el propósito evolutivo para el incremento, ensanchamiento, elevación de la consciencia, lo que parece ser su voluntad central y propósito aquí, o la progresión de sus medios que le capacitan y la preservación del ambiente debe ser guardado y profundizado; pero lo que tiene que ser superado, lo que ya no tenga un uso o sea degradado, lo que se ha convertido en inútil o retardador, puede ser descartado y dejado caer en el camino. Esto ha sido evidente en la historia de la evolución del cuerpo desde su comienzo en formas elementales hasta su tipo más desarrollado, el humano, no hay ninguna razón por la que este proceso no interviniera en la transición desde el cuerpo humano al divino. Para la manifestación o construcción de un cuerpo divino sobre la tierra debe haber una transformación inicial, la aparición de un tipo nuevo, mayor y desarrollado, no una continuación con pequeñas modificaciones de la presente forma física y sus posibilidades limitadas. Lo que tiene que preservarse debe ciertamente ser preservado y eso significa lo que sea necesario o completamente útil para los usos de la nueva vida sobre la tierra; lo que sea aún necesario y sirva su propósito pero sea imperfecto, tendrá que retenerse pero desarrollado y perfeccionado; lo que ya no sea de uso para nuevos fines o sea un impedimento debe apartarse a un lado. Las formas necesarias e instrumentaciones de la Materia deben permanecer ya que es en un mundo de la Materia que la vida divina tiene que manifestarse, pero su materialidad debe ser refinada, elevada, ennoblecida, iluminada, ya que la Materia y el mundo de la Materia tienen que manifestar cada vez más el Espíritu que mora en ella.

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El nuevo tipo, el cuerpo divino, debe continuar la forma evolutiva ya desarrollada; debe ser una continuación del tipo que la Naturaleza ha estado desarrollando, una continuidad desde el cuerpo humano al divino, ninguna ruptura a algo irreconocible sino un alto resultado a lo que ya ha sido alcanzado y en parte perfeccionado. El cuerpo humano tiene en él partes e instrumentos que han sido suficientemente evolucionados para servir a la vida divina; estos tienen que sobrevivir en su forma, aunque deben ser todavía más perfeccionados, sus limitaciones de rango y uso eliminadas, su tendencia al defecto y a la enfermedad y al deterioro eliminada, sus capacidades de cognición y acción dinámica llevadas más allá de sus límites presentes. Nuevos poderes tienen que adquirirse por el cuerpo que nuestra humanidad presente no podría esperar realizar, incluso no podría soñar o sólo podría imaginar. Mucho de lo que ahora sólo puede ser conocido, realizado o creado mediante el uso de herramientas creadas y maquinaria podría ser obtenido por el nuevo cuerpo con su propio poder o por el espíritu habitante en él a través de su propia fuerza espiritual directa. El propio cuerpo podría adquirir nuevos medios y rangos de comunicación con otros cuerpos, nuevos procesos de obtención de conocimiento, una nueva estética, nuevas potencias de manipulación de sí mismo y de los objetos. No sería imposible para él poseer o revelar medios nativos de su propia constitución, sustancia o instrumentación natural para hacer lo lejano cercano y anular la distancia, conociendo lo que ahora está más allá del conocimiento del cuerpo, actuando donde la acción ahora está fuera de su alcance o su dominio, desarrollando sutilezas y plasticidades que no podrían permitirse bajo las presentes condiciones por la necesaria fijeza de un marco material. Estas y otras numerosas potencialidades podrían aparecer y el cuerpo convertirse en un instrumento inmensamente superior a lo que ahora podemos imaginar como posible. Podría haber una evolución desde una primera percepción de la consciencia-verdad hasta las alturas supremas de los rangos ascendentes de la supermente y podría pasar las fronteras de la propia supermente donde empiezan a indicarse, desarrollarse, delinearse formas expresivas de vida tocadas por una suprema pura existencia, consciencia y dicha que constituyen los mundos de la más alta verdad de la existencia, dinamismo de Tapas, gloria y dulzura de la dicha, la esencia absoluta y tono del Ananda todo creador. La transformación del ser físico podría continuar esta incesante línea de progresión y el cuerpo divino reflejar o reproducir aquí en una vida divina sobre la tierra algo de esta grandeza suprema y de la gloria del Espíritu que se manifiesta a sí mismo.

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LA SUPERMENTE Y LA VIDA DIVINA

Una vida divina sobre la tierra, el ideal que hemos puesto delante de nosotros, sólo puede venir por un cambio espiritual de nuestro ser y un cambio radical y fundamental, una evolución o revolución de nuestra naturaleza. El ser encarnado sobre la tierra tendría que elevarse por encima del dominio que ejercen sobre él sus velos de la mente, de la vida y del cuerpo hacia la plena consciencia y posesión de su realidad espiritual y su naturaleza también tendría que elevarse desde la consciencia y poder de consciencia propia de un ser mental, vital y físico hasta la consciencia más grande y el poder más grande del ser y la más grande y libre vida del espíritu. No perdería estos primeros velos pero ya no serían velos o expresiones imperfectas sino manifestaciones verdaderas; serían cambiados en estados de luz, poderes de vida espiritual, vehículos de una existencia espiritual. Pero de nuevo esto no podría ser si la mente, la vida y el cuerpo no se elevaran y transformaran por un estado del ser y una fuerza del ser superior a ellos, un poder de la Supermente tan por encima de nuestra naturaleza mental incompleta como está por encima de la naturaleza de la vida animal y la Materia animada, como está inmensurablemente por encima de la mera naturaleza material.

La Supermente es en su misma esencia una consciencia-verdad, una consciencia siempre libre de la Ignorancia que es la fundación de nuestro presente natural o existencia evolutiva y desde la cual la naturaleza en nosotros está intentando llegar al autoconocimiento y al conocimiento del mundo y a una consciencia correcta y el uso correcto de nuestra existencia en el universo. La Supermente, porque es una consciencia-verdad, tiene este conocimiento inherente en ella y este poder de verdadera existencia; su curso es recto y puede ir directa a su objetivo, su campo es amplio e incluso puede hacerse ilimitable. Esto es porque su misma naturaleza es conocimiento: no tiene que adquirir conocimiento sino que lo posee por propio derecho; sus pasos no son desde la nesciencia o la ignorancia hasta alguna luz imperfecta, sino desde la verdad hacia la verdad más grande, desde la percepción correcta hasta una percepción más profunda, de intuición a intuición, de iluminación a absoluta luminosidad ilimitada, de creciente amplitud a la absoluta inmensidad y la misma infinitud. En sus cimas posee la omnisciencia y omnipotencia divina, pero incluso en un movimiento evolutivo de su propia automanifestación gradada por la cual finalmente revelaría sus propias alturas más altas debe estar en su misma naturaleza esencialmente libre de ignorancia y error: empieza de la verdad y la luz y se mueve siempre en la verdad y la luz. Como su conocimiento es siempre verdadero, también su voluntad es siempre verdadera; no maneja torpemente las cosas o se tambalea en sus pasos. En la Supermente el sentimiento y la emoción no se apartan de su verdad, no se equivoca o comete errores, no se desvía de lo correcto y lo real, no puede utilizar mal la belleza y el deleite o torcerse de una rectitud divina. En la Supermente el sentido no puede guiar mal o desviar hacia la grosería que aquí son sus imperfecciones naturales y la causa de reproche, desconfianza y mal uso por nuestra ignorancia. Incluso una declaración incompleta hecha por la Supermente es una verdad que conduce a una verdad más completa, su acción incompleta es un paso hacia la plenitud. Toda la vida y la acción y la guía de la Supermente está a salvo en su misma naturaleza de las falsedades e incertidumbres de nuestro destino; se mueve segura hacia su perfección. Una vez la consciencia-verdad se estableciera aquí en su propia fundación segura, la evolución de la vida divina sería un progreso en la felicidad, una marcha a través de la luz hasta el Ananda.

La Supermente es una realidad eterna del Ser divino y la Naturaleza divina. En su propio plano ya existe y siempre existe y posee su propia ley esencial de ser; no tiene que ser creada o emerger o evolucionar en la existencia desde la involución en la Materia o desde la no-existencia, como podría parecerle a la mente que piensa de sí misma haber emergido de ese modo de la vida y la Materia o haber evolucionado de una involución en la vida y la Materia. La naturaleza de la Supermente siempre es la misma, un ser de conocimiento, procediendo de verdad en verdad, creando o más bien manifestando lo que tiene que ser manifestado por el poder de un conocimiento preexistente, no por azar sino por un destino autoexistente en el propio ser, una necesidad de la propia cosa y por tanto inevitable. Su manifestación de la vida divina será también inevitable; su propia vida en su propio plano es divina y, si la Supermente desciende a la tierra, traerá necesariamente la vida divina con ella y la establecerá aquí.

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La Supermente es el grado de la existencia más allá de la mente, la vida y la Materia y, como la mente, la vida y la Materia se han manifestado sobre la tierra, así también debe la Supermente en el inevitable curso de las cosas manifestarse en este mundo de Materia. De hecho, una supermente ya está aquí pero está involucionada, oculta detrás de esta mente, vida y Materia manifestada y aún sin actuar abiertamente o en su propio poder: si actúa, es a través de estos poderes inferiores y modificada por sus caracteres y por ello aún irreconocible. Es sólo mediante la aproximación y llegada de la Supermente que descienda que puede ser liberada sobre la tierra y revelarse a sí misma en la acción de nuestras partes materiales, vitales y mentales de modo que estos poderes inferiores puedan convertirse en porciones de una actividad totalmente divinizada de todo nuestro ser: eso es lo que nos traerá una divinidad completamente realizada o la vida divina. Es ciertamente así como la vida y la mente involucionadas en la Materia se han hecho realidad aquí; pues sólo lo que está involucionado puede evolucionar, de otro modo no podría haber ninguna emergencia.

La manifestación de una consciencia-verdad supramental es por tanto la realidad capital que hará la vida divina posible. Es cuando todos los movimientos del pensamiento, de los impulsos y de las acciones sean gobernados y dirigidos por una consciencia-verdad autoexistente y automáticamente luminosa y nuestra naturaleza completa esté constituida por ella y hecha de su materia que la vida divina será completa y absoluta. Incluso como es, en realidad aunque no en la apariencia de las cosas, son un conocimiento y verdad secretos y autoexistentes que están trabajando para manifestarse en la creación de aquí. El Divino está ya ahí inmanente dentro nuestro, nosotros somos eso en nuestra realidad más profunda y es esta realidad que tenemos que manifestar; es eso lo que constituye la urgencia hacia la vida divina y hace necesaria la creación de la vida divina incluso en esta existencia material.

Una manifestación de la Supermente y su consciencia-verdad es entonces inevitable; debe acontecer en este mundo tarde o temprano. Pero tiene dos aspectos, un descenso desde arriba, un ascenso desde abajo, una auto-revelación del Espíritu, una evolución en la Naturaleza. El ascenso es necesariamente un esfuerzo, un trabajo de la Naturaleza, una incitación o esfuerzo de su parte para elevar sus partes inferiores mediante un cambio evolutivo o revolucionario, una conversión o transformación en la realidad divina y puede suceder mediante un proceso y progreso o mediante un rápido milagro. El descenso o auto-revelación del Espíritu es un acto de la suprema Realidad desde lo alto que hace posible la realización y puede aparecer bien como la ayuda divina que trae el cumplimiento del progreso y del proceso o como la sanción del milagro. La evolución, como la vemos en este mundo, es un proceso lento y difícil y, ciertamente, normalmente necesita años para alcanzar resultados permanentes; pero esto es porque está en su naturaleza una emergencia desde comienzos inconscientes, un inicio desde la nesciencia y un trabajo en la ignorancia de seres naturales por lo que parece ser una fuerza inconsciente. Puede haber, por el contrario, una evolución en la luz y no más en la oscuridad, en la cual el ser evolutivo es un participante consciente y un colaborador, y esto es precisamente lo que debe tener lugar aquí. Incluso en el esfuerzo y el progreso desde la Ignorancia al Conocimiento esto debe ser en parte si no totalmente el esfuerzo a hacer en las alturas de la naturaleza y debe ser totalmente eso en el movimiento final hacia el cambio espiritual, la realización, la transformación. Debe ser todavía más así cuando hay una transición a través de la línea divisoria entre la Ignorancia y el Conocimiento y la evolución es desde el conocimiento hacia un conocimiento mayor, desde la consciencia a una consciencia mayor, desde el ser a un ser mayor. Entonces ya no hay ninguna necesidad para el paso lento de la evolución ordinaria; puede haber una conversión rápida, una rápida transformación después de una transformación, lo que parecería a nuestra actual mente normal, una sucesión de milagros. Una evolución en los niveles supramentales bien podría ser de esa naturaleza; podría ser igualmente, si así lo eligiera el ser, un pasaje más calmado de un estado o condición supramental de las cosas hacia algo más allá pero aún supramental, desde un nivel divino hasta un nivel divino, una construcción de gradaciones divinas, un crecimiento libre hasta la suprema Supermente o más allá de ella hasta niveles del ser, de consciencia y Ananda no soñados todavía.

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El conocimiento supramental, la consciencia-verdad de la Supermente es en sí misma una y total: incluso cuando hay una limitación voluntaria del conocimiento o lo que podría parecer ser una manifestación parcial, es así voluntariamente; la limitación no procede de o resulta en ninguna clase de ignorancia, no es una negación o suspensión de conocimiento, pues todo el resto de la verdad que no se expresa, está implícita ahí. Por encima de todo, no hay contradicciones: cualquier cosa que pareciera ser opuesta a la mente, aquí lleva en sí misma su propia relación correcta y su acuerdo reconciliador, –si realmente alguna reconciliación fuera necesaria, pues la armonía de estos aparentes opuestos es completa. La mente tiende a enfrentar lo personal y lo impersonal como si fueran dos contrarios, pero la Supermente los ve y realiza como, al menos, complementos y poderes de la única Realidad que se realizan mutuamente y, más característicamente, como fusionados e inseparables y ellos mismos esa única Realidad. La Persona tiene su aspecto de impersonalidad inseparable de ella misma sin el cual no podría ser lo que es o no podría ser su ser completo: lo Impersonal es en su verdad no un estado de existencia, un estado de consciencia y un estado de dicha, sino un Ser autoexistente, consciente de ser, lleno de su propia dicha autoexistente, la dicha la misma sustancia de su ser, –de igual modo, la Persona una e ilimitable, el Purusha. En la Supermente el finito no desmenuza o limita lo infinito, no se siente a sí mismo contrario al infinito; sino más bien siente su propia infinitud: lo relativo y temporal no es una contradicción de la eternidad sino una correcta relación de sus aspectos, un funcionamiento nativo o un rasgo imperecedero de lo eterno. El tiempo ahí es sólo lo eterno en extensión y lo eterno puede sentirse en lo momentáneo. Así el Divino integral está ahí en la Supermente y ninguna teoría de ilusión o Maya contradictoria consigo misma necesita ser sustentada para justificar su modo de existencia. Será obvio que un escape de la vida no es necesario para el Divino para encontrarse a sí mismo o a su realidad; posee eso siempre ya sea en la vida cósmica o en su trascendente existencia. La vida divina no puede ser una contradicción del Divino o de la suprema realidad; es parte de esa realidad, un aspecto o expresión de ella y no puede ser otra cosa. En la vida en el plano supramental todo el Divino es poseído, y cuando la Supermente descienda a la tierra, debe traer al Divino con ella y hacer posible aquí esa posesión plena.

La vida divina dará a aquellos que entren en ella y la posean una posesión cada vez mayor y finalmente una completa posesión de la consciencia-verdad y todo lo que lleva en ella; traerá con ella la realización del Divino en el ser y el Divino en la Naturaleza. Todo lo que es buscado por el buscador de Dios será realizado en su espíritu y en su vida mientras se mueva hacia la perfección espiritual. Se apercibirá de la realidad Trascendente, poseerá en la experiencia de sí mismo la suprema existencia, consciencia, dicha, será uno con Sachchidananda. Se hará uno con el ser cósmico y con la Naturaleza universal: contendrá el mundo en sí mismo, en su propia consciencia cósmica y se sentirá uno con todos los seres; se verá a sí mismo en todo y todo en él, se unirá e identificará con el Ser que ha manifestado todas las existencias. Percibirá la belleza del Todo-Bello y el milagro del Todo-Maravilloso; entrará al final en la dicha de Brahmán y vivirá permanentemente en ella y para todo esto no necesitará evitar la existencia o sumergirse en la aniquilación de la Persona espiritual en algún Nirvana que se extingue a sí mismo. Como en el Ser, lo mismo en la Naturaleza, podrá realizar al Divino. La naturaleza del Divino es Luz y Poder y Dicha; podrá sentir la Luz y el Poder y la Dicha divinas por encima de él y descendiendo dentro de él, llenando cada hebra de su naturaleza, cada célula y átomo de su ser, inundando su alma y su mente y su vida y su cuerpo, envolviéndole como un mar ilimitable y llenando el mundo, bañando todo su sentimiento y sentido y experiencia, haciendo toda su vida verdadera y totalmente divina. Esto y todo lo demás que la consciencia espiritual puede traerle la vida divina se lo dará cuando alcance su plenitud y perfección suprema y la consciencia-verdad supramental sea realizada en todo él; pero incluso antes de eso podrá obtener algo de todo ello, crecer en ello, vivir en ello, una vez la Supermente haya descendido sobre él y tenga la dirección de su existencia. Todas las relaciones con el Divino serán suyas: la trinidad del conocimiento de Dios, las obras divinas y la devoción por Dios se abrirán dentro de él y le moverán hacia una total entrega de sí y sumisión de todo su ser y su naturaleza. Vivirá en Dios y con Dios, poseerá a Dios, como se dice, incluso se sumergirá en él olvidando toda personalidad separada, pero sin perderla en la extinción de sí mismo. El amor de Dios y toda la dulzura del amor seguirán siendo suyas, la dicha del contacto además de la dicha de la unidad y la dicha de la diferencia en la unidad. Todos los rangos infinitos de la experiencia del Infinito serán suyos y toda la alegría de lo finito en el abrazo del Infinito.

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El descenso de la Supermente traerá a quien la reciba y se realice en la consciencia-verdad todas las posibilidades de la vida divina. Elevará no sólo toda la experiencia característica que ya reconocemos como constitutiva de la vida espiritual sino también todo lo que ahora excluimos de esa categoría pero que es capaz de la divinización, no excluyendo nada de la naturaleza terrestre y de la vida terrestre que pueda ser transformado por el toque de la Supermente y elevada en la vida manifestada del Espíritu. Pues una vida divina sobre la tierra no necesita ser una cosa aparte y exclusiva que no tenga nada que ver con la existencia terrestre ordinaria: elevará el ser humano y la vida humana, transformará lo que pueda ser transformado, espiritualizará lo que pueda ser espiritualizado, proyectará su influencia sobre el resto y efectuará o un cambio radical o un cambio que eleve, causará una comunión más profunda entre el universal y el individual, invadirá el ideal con la verdad espiritual de la cual es una sombra luminosa y ayudará a elevar en o hacia una existencia más grande y más alta. La mente se elevará hacia una luz más divina de pensamiento y voluntad, la vida hacia una emoción y acción más profunda y verdadera, hacia un poder de sí misma más grande, hacia objetivos y motivos altos. Lo que todavía no pueda ser elevado a su propia plena verdad de ser, será acercado a esa plenitud; lo que incluso no esté preparado para ese cambio, aún verá abierta la posibilidad a ello siempre que su todavía incompleta evolución lo haya preparado para la realización de sí mismo. Incluso el cuerpo, si puede soportar el toque de la Supermente, será más consciente de su propia verdad, –pues hay una consciencia corporal que tiene su propia verdad y poder instintivo de condición y acción correcta, incluso una especie de conocimiento oculto, no expresado, en la constitución de sus células y tejidos que un día pueden hacerse conscientes y contribuir a la transformación del ser físico. Un despertar debe producirse en la naturaleza terrestre y en la consciencia terrestre que será, sino el comienzo real, al menos la preparación efectiva y los primeros pasos de su evolución hacia un nuevo y más divino orden mundial.

Esto sería la realización de la vida divina que el descenso de la Supermente y el trabajo de la consciencia-verdad tomando toda la naturaleza del ser viviente traería en todos los que pudieran abrirse a su poder o influencia. Incluso su primer efecto inmediato se produciría en todos los que fueran capaces de la posibilidad de entrar en la consciencia-verdad y cambiar todos los movimientos de la naturaleza más y más en los movimientos de la verdad supramental, verdad de pensamiento, verdad de voluntad, verdad en los sentimientos, verdad en los actos, verdaderas condiciones de todo el ser incluso del cuerpo, finalmente transformación, un cambio divino. Para aquellos que pudieran abrirse de ese modo y permanecer abiertos, no habría ninguna limitación para este desarrollo e incluso ninguna dificultad fundamental; pues todas las dificultades serían disueltas por la presión de la luz y el poder supramentales desde arriba vertiéndose a sí mismo en la mente y en la fuerza vital y en el cuerpo. Pero el resultado del descenso supramental no necesita ser limitado a aquellos que puedan abrirse enteramente así y no necesita ser limitado al cambio supramental; podría también haber una transformación menor o secundaria del ser mental dentro del campo liberado y perfeccionado de la naturaleza mental. En lugar de la mente humana como es ahora, una mente limitada, imperfecta, abierta en cada instante a toda clase de desviaciones de la verdad o pérdida de la verdad, abierta a toda clase de errores y abierta incluso a las persuasiones de una completa falsedad y perversión de la naturaleza, una mente cegada y atraída hacia la inconsciencia y la ignorancia, difícilmente llegando al conocimiento, un intelecto inclinado a interpretar el conocimiento superior en abstracciones y figuras indirectas agarrando y reteniendo incluso los mensajes de la intuición superior con una comprensión incierta y disputada, podría emerger una mente verdadera y capaz de la libre y suprema perfección de sí misma y sus instrumentos, una vida gobernada por la mente libre e iluminada, un cuerpo que respondiera a la luz y capaz de realizar todo lo que la mente y la voluntad libres pudieran demandarle. Este cambio podría suceder no sólo en unos pocos, sino extenderse y generalizarse en la raza. Esta posibilidad, si se realizara, significaría que el sueño humano de perfección, perfección de sí mismo, de su naturaleza purificada e iluminada, de todos sus modos de acción y vida, ya no serían un sueño sino una verdad que podría hacerse realidad y la humanidad sería liberada de la sujeción de la inconsciencia y la ignorancia. La vida del ser mental podría armonizarse con la vida de la Supermente que entonces sería el orden más elevado por encima y sería incluso una extensión y anexo de la consciencia-verdad, una parte y provincia de la vida divina. Es obvio que si la Supermente está ahí y un orden de ser supramental se establece como el principio director en la naturaleza terrestre, como la mente es ahora el principio director, pero con una certeza, un gobierno completo de la existencia terrestre, una capacidad de transformación de todo por encima de su nivel y dentro de sus límites naturales de lo cual la mente en su imperfección no fue capaz, un cambio inmenso de la vida humana, incluso si no se extendiera a la transformación, sería inevitable.

Queda por considerar cuáles serían los obstáculos en el camino de esta posibilidad, especialmente aquellos ofrecidos por la naturaleza del orden terrestre y su función como campo de una evolución gradual en la cual nuestra humanidad es una etapa y, podría argüirse, su misma imperfección una necesidad evolutiva. ¿Cuán lejos la Supermente por su presencia y gobierno de las cosas podría o superaría esta dificultad respetando simultáneamente el principio de gradación y si no pudiera rectificar el orden erróneo e ignorante impuesto por la Ignorancia y la Inconsciencia y sustituirlo por una gradación correcta en la que la perfección y divinización serían posibles? Ciertamente, el camino para el individuo estaría abierto, cualquier grupo de seres humanos que aspiraran unidos en un esfuerzo por una vida colectiva perfecta e individual o aspirara a la vida divina, sería asistido hacia la consecución de su aspiración: al menos esa sería la mínima consecuencia que supondría la Supermente. Pero la posibilidad mayor está también ahí y podría incluso ofrecerse a toda la humanidad. Esto, entonces, tenemos que considerar, ¿qué significaría para la humanidad el descenso de la Supermente y cuál sería su resultado o su promesa para toda la vida y el futuro evolutivo y el destino de la raza humana?

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LA SUPERMENTE Y LA HUMANIDAD

¿Cuál sería entonces la consecuencia para la humanidad del descenso de la Supermente en nuestra existencia terrestre, su consecuencia para esta raza nacida en un mundo de ignorancia e inconsciencia pero capaz de una evolución ascendente de su consciencia y un ascenso hacia la luz y el poder y la dicha de un ser espiritual y una naturaleza espiritual? El descenso en la vida terrestre de un poder creativo tan supremo como la Supermente y su consciencia-verdad no podría ser meramente un nuevo tipo o factor añadido a esa vida o puesto delante de ella pero sin ninguna otra importancia o sólo una importancia restringida sin llevar con ella ningún resultado que afectara profundamente al resto de la naturaleza terrestre. Especialmente no podría fallar en ejercer una inmensa influencia sobre la humanidad en su conjunto, incluso un cambio radical en la apariencia y en la esperanza de su existencia aquí, incluso si este poder no tuviera otro resultado capital sobre el mundo material en el que habría descendido para intervenir. No se puede sino concluir que la influencia, el cambio hecho sería de largo alcance, incluso enorme: no sólo establecería la Supermente y una raza de seres supramentales sobre la tierra, causaría una elevación y un cambio transformador en la misma mente y como una consecuencia inevitable en la consciencia del hombre, el ser mental y causaría igualmente un cambio radical y transformador en los principios y formas de su vida, sus modos de acción y la estructura completa y el curso de su vida. Ciertamente abriría al hombre el acceso a la consciencia supramental y a la vida supramental; pues debemos suponer que es por tal transformación que sería creada una raza de seres supramentales, del mismo modo que la misma raza humana se ha levantado de un primer estado animal mediante una elevación menos radical pero considerable y un aumento de la consciencia y la conversión de la instrumentación del cuerpo y sus capacidades y poderes mentales y espirituales internos y evolutivos. Pero incluso sin tal transformación completa el principio-verdad podría reemplazar al principio que vemos aquí de una ignorancia original que busca el conocimiento y que llega sólo a un conocimiento parcial de modo que la mente humana podría convertirse en un poder de luz, de conocimiento encontrándose a sí mismo, no el extranjero a medio camino de un crepúsculo o un sirviente y ayudante de la ignorancia, un proveedor de verdad y error entremezclados. La mente podría incluso convertirse en el hombre, lo que es en su origen fundamental, una acción subordinada, limitada y especial de la Supermente, un receptáculo de la verdad suficientemente luminoso, y al menos podría cesar toda falsedad en sus acciones.

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Podría objetarse que esto alteraría todo el orden evolutivo y su equilibrio y dejaría una brecha insalvable en su plenitud: habría un abismo sin conexión entre el hombre y el animal y ningún camino para el impulso evolutivo para viajar por él en el progreso de la consciencia desde la animalidad hasta la divinidad; pues, alguna clase de divinidad se vería envuelta en la metamorfosis sugerida. Podría argumentarse que el verdadero proceso de la evolución es añadir un nuevo principio, grado o etapa al orden ya existente y no hacer ninguna alteración en un tipo previamente establecido. El hombre vino a la existencia pero el animal permaneció animal y no hizo ningún progreso hacia la semi-humanidad: todas las ligeras modificaciones de consciencia, capacidades o hábitos en los animales domésticos producidas por la asociación con el hombre o por el entrenamiento de ellos por el hombre, son sólo ligeras alteraciones de la inteligencia animal. Aún menos pueden moverse las plantas hacia la consciencia animal o la Materia bruta hacerse consciente de sí misma o responsiva o reactiva ni en el grado más ligero, incluso subconscientemente o semi-subconscientemente. Las distinciones fundamentales permanecen y deben permanecer inalteradas en el orden cósmico. Pero esta objeción presupone que la nueva humanidad debe ser toda de un nivel; bien podría haber gradaciones de consciencia en ella que salvarían la distancia entre sus elementos menos desarrollados y los animales superiores quienes, aunque no pudieran pasar a un tipo semi-humano, podrían progresar hacia una inteligencia animal superior: pues, ciertos experimentos muestran que éstos no son enteramente no progresivos. Estas gradaciones servirían el propósito de la transición realmente tan bien como los humanos menos desarrollados en la presente escala sin dejar una brecha tan grande como para perturbar el orden evolutivo del universo. Un salto considerable puede, tal como es, observarse separando los diferentes órdenes, la Materia y la planta, la planta y los animales inferiores, unas especies de animales y otras, además de la siempre existente y suficientemente grande entre los animales superiores y el hombre. Por tanto no habría ninguna brecha insalvable en el orden evolutivo, no tal distancia entre la mente humana y la mente animal, entre el nuevo tipo de ser humano y el viejo nivel animal que no pudiera ser saltada o que se creara un abismo infranqueable para las almas animales más desarrolladas en su paso al tipo menos desarrollado de la nueva humanidad. Un paso, un salto, habría, como lo hay ahora; pero no sería entre la animalidad y la divinidad, de la mente animal hasta la Supermente: sería entre la mente animal más desarrollada volviéndose hacia las posibilidades humanas –pues sin eso el pasaje desde el animal hasta el hombre no podría ser alcanzado –y una mente humana despertando a la posibilidad, aún no la plena consecución, de sus propias capacidades superiores aún no alcanzadas.

Un resultado de la intervención de la Supermente en la naturaleza terrestre, el descenso del supremo Poder-Verdad creativo, bien podría ser un cambio en la ley de la evolución, su método y su disposición: un elemento más grande del principio evolutivo podría entrar en las fuerzas del universo material a través del conocimiento. Esto podría extenderse desde un primer momento en la nueva creación y producir efectos cada vez mayores en el orden que ahora es completamente una evolución en la ignorancia y ciertamente empieza desde la completa nesciencia del Inconsciente y procede hacia lo que puede contemplarse incluso en sus logros más altos de conocimiento como una ignorancia menor, ya que es más una representación que una posesión directa y completa del conocimiento. Si el hombre empezara a desarrollar los poderes y medios de un conocimiento superior en algo parecido a la plenitud, si el animal que se desarrolla abriera la puerta de su mentalidad a comienzos de pensamiento consciente e incluso a una razón rudimentaria, –en los más evolucionados no se está tan irrevocablemente lejos de eso incluso ahora, –si la planta desarrollara sus primeras reacciones subconscientes y alcanzara alguna clase de sensibilidad nerviosa primaria, si la Materia que es una forma ciega del Espíritu se hiciera más viva con el poder oculto de su interior y ofreciera más fácilmente el sentido secreto de las cosas, las realidades ocultas que cubre, como por ejemplo, el registro del pasado que siempre preserva incluso en su inconsciencia muda o el funcionamiento de las fuerzas que lleva consigo y los movimientos invisibles revelaran los poderes velados en la naturaleza material hasta una percepción generalizada más sutil de la nueva inteligencia humana, esto sería un cambio inmenso que prometería cambios más grandes en el futuro, pero sólo significaría una elevación y no una perturbación del orden universal. La Evolución evolucionaría por sí misma, pero no sería perturbada o hundida.

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Es difícil para nosotros concebir en teoría o admitir como posibilidad práctica la transformación de la mentalidad humana que he sugerido como un cambio que naturalmente tendría lugar bajo el liderazgo de la consciencia-verdad supramental, porque nuestras nociones sobre la mente se basan en una experiencia de la mentalidad humana en un mundo que empieza desde la inconsciencia y procede a través de una casi completa nesciencia inicial y una ignorancia disminuyendo lentamente hacia un alto grado pero siempre incompleto alcance y método imperfecto de sólo parcialmente equipado conocimiento que no sirve plenamente las necesidades de una consciencia siempre empujando hacia su propio absoluto inmensurablemente distante todavía. Las imperfecciones visibles y las limitaciones de la mente en la presente etapa de su evolución aquí las tomamos como parte de su misma naturaleza; pero de hecho los límites en los que aún está encerrada son sólo límites temporales y medidas de su aún incompleto avance evolutivo; sus defectos de métodos y medios son fallos de su inmadurez y no propios de la constitución de su ser; su logro aunque extraordinario bajo las condiciones limitadoras del ser mental sobrecargada por su instrumentación en un cuerpo terrestre está muy por debajo y no más allá de lo que será posible para ella en su futuro iluminado. Pues la mente no es en su misma naturaleza un inventor de errores, un padre de mentiras atada a una capacidad de falsedad, aferrada a sus propios errores y la guía de una vida que da tropezones como lo es demasiado ampliamente en el presente debido a nuestros defectos humanos: es en su origen un principio de luz, un instrumento puesto al frente desde la Supermente y, aunque puesta a trabajar dentro de límites e incluso puesta a crear límites, sin embargo los límites son fronteras luminosas para un trabajo especial, límites voluntarios e intencionados, un servicio del finito siempre extendiéndose bajo el ojo de la infinidad. Es este carácter de la Mente que se revelará a sí misma bajo el toque de la Supermente y hará la mentalidad humana un auxiliar y una instrumentación menor del conocimiento supramental. Incluso será posible para la mente ya no limitada por el intelecto ser capaz de una clase de gnosis mental, una reproducción luminosa de la Verdad en un funcionamiento disminuido extendiendo el poder de la Luz no sólo a su propio nivel sino a niveles inferiores de consciencia en su escalada hacia la auto-trascendencia. La Sobremente, la Intuición, la Mente Iluminada y lo que he llamado Mente Superior, éstas y otros niveles de una mentalidad espiritualizada y liberada, serán capaces de reflejar en la mente humana elevada y en su purificado y exaltado sentimiento y fuerza de vida y acción algo de sus poderes y preparar el ascenso del alma a sus propias mesetas y picos de una existencia ascendente. Este es esencialmente el cambio que puede contemplarse como resultado del nuevo orden evolutivo y significaría una considerable extensión del propio campo evolutivo y contestaría la pregunta sobre el resultado en la humanidad del advenimiento de la Supermente dentro de la naturaleza terrestre.

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Si la mente en su origen desde la Supermente es en sí misma un poder de la Supermente, un principio de Luz y un poder de Luz o una fuerza para el Conocimiento especializada en su acción para un propósito subordinado, sin embargo asume un aspecto diferente cuando en la ejecución de este propósito se separa más y más de la luz supramental, del poder inmediato y la iluminación que la apoya del principio supramental. Es cuando se aleja más y más en esta dirección desde su propia verdad más alta que se convierte en un creador o padre de la ignorancia y es o parece ser el poder más alto en un mundo de ignorancia; ella misma se ata a la ignorancia y sólo parece llegar a un conocimiento parcial e imperfecto. La razón de este declive yace en que es usada por la Supermente principalmente para el trabajo de diferenciación que es necesario si ha de haber una creación y un universo. En la misma Supermente, en toda su creación está este poder diferenciador, la manifestación del Uno en lo Múltiple y lo Múltiple en el Uno; pero el Uno nunca se olvida o se pierde en su multiplicidad la cual siempre depende conscientemente del Uno y nunca toma precedencia sobre la unidad eterna. En la mente, por el contrario, la diferenciación, la multiplicidad toma precedencia y el sentido consciente de la unidad universal se pierde y la unidad separada parece existir por sí misma y por ella misma como un entero suficiente consciente de sí mismo o en los objetos inanimados como el entero inconsciente. Debería notarse, sin embargo, que un mundo o plano de la mente no necesita ser un reino de ignorancia donde la falsedad, el error o la nesciencia deban tener un lugar; puede ser sólo una auto-limitación voluntaria del conocimiento. Podría ser un mundo donde todas las posibilidades capaces de ser determinadas por la mente pudieran manifestarse ellas mismas en las sucesiones del Tiempo y encontrar una forma verdadera y un campo de su acción, la figura expresiva de ellas, su capacidad de auto-desarrollo, autorrealización de una clase, autodescubrimiento. Esto es realmente lo que encontramos cuando seguimos en la experiencia psíquica la línea de descenso por la cual la involución tiene lugar que acaba en la Materia y la creación del universo material. Lo que aquí vemos no son los planos o mundos del descenso en el que la mente y la vida pueden conservar algo de su verdad y algo de la luz del espíritu, algo de su ser verdadero y real; aquí vemos una inconsciencia original y una lucha de la vida y la mente y el espíritu para evolucionar de la inconsciencia material y en una ignorancia resultante encontrarse a sí mismos y crecer hacia su plena capacidad y existencia más alta. Si la mente triunfa en ese esfuerzo no hay ninguna razón por la que no recuperara su verdadero carácter y fuera una vez más un principio y poder de la Luz e incluso a su propio modo ayudara en los trabajos de un conocimiento completo y verdadero. En su máxima altura podría superar sus limitaciones en la verdad supramental y llegar a ser parte y función del conocimiento supramental o al menos servir para un trabajo menor de diferenciación en el consenso de ese conocimiento: en el grado inferior debajo de la Supermente podría ser una gnosis mental, una percepción, un sentimiento, una actividad, un sentido espirituales o espiritualizados que podrían hacer los trabajos del conocimiento y no de la ignorancia. Incluso en un nivel todavía más bajo podría ser un pasaje luminoso creciente conduciendo de luz a luz, de verdad a verdad y ya no un dar vueltas en los laberintos de las medias verdades y la semi-nesciencia. Esto no sería posible en un mundo donde la mente no transformada o la mente humana cargada con sus incapacidades limitadoras, como ahora es, fuera aún el líder o el logro evolutivo mayor, pero con la Supermente como líder y poder dominante esto bien podría suceder, e incluso podría contemplarse como un resultado y un casi inevitable resultado de su descenso en el mundo humano y su toque sobre la mente de la humanidad.

Cuán lejos iría esto, si toda la humanidad sería tocada o sólo una parte de ella preparada para el cambio dependería de lo que se hubiera pensado o fuera posible en el orden continuo del universo. Si el viejo principio y el viejo orden evolutivo debieran ser preservados, entonces sólo una sección de la raza pasaría adelante, el resto conservaría la antigua posición, nivel y función humana en el orden ascendente. Pero incluso así debe haber un pasaje o puente entre los dos niveles u órdenes del ser mediante el cual la evolución haría su transición del uno al otro; la mente sería capaz de contacto con la verdad supramental y de modificación por la verdad supramental y así sería el medio del paso del alma hacia arriba: debe haber un status de la mente capaz de recibir y crecer en la Luz hacia la Supermente aunque no alcanzarla: a través de eso, como incluso ahora sucede en un grado inferior a través de un medio oscurecido, el lustre de una verdad mayor enviaría abajo sus rayos para la liberación y elevación del alma en la ignorancia. La Supermente está aquí velada detrás de una cortina y, aunque no organizada para su propia acción característica, es la verdadera causa de toda la creación aquí, el poder para el crecimiento de la verdad y el conocimiento y la ascensión del alma hacia la Realidad oculta. Pero en un mundo donde la Supermente hubiera hecho su aparición, difícilmente podría ser un factor separado aislado del resto, no sólo inevitablemente crearía el superhombre sino que cambiaría y elevaría al hombre. Un cambio total del principio mental, tal y como se ha sugerido, no puede ser excluido como imposible.

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La Mente, como la conocemos, tiene un poder de consciencia bastante distinto al de la Supermente, ya no un poder transferido de ella, conectado con ella y dependiente de ella, sino prácticamente divorciada de su origen luminoso, está marcada por varias características que consideramos como los mismos signos de su naturaleza: pero algunos de éstos pertenecen a la Supermente también y la diferencia está en el modo y el alcance de su acción, no en su material o en su principio. La diferencia es que la mente no es un poder de pleno conocimiento y sólo cuando empieza a pasar más allá de ella misma, es un poder de conocimiento directo: recibe rayos de la verdad pero no vive en el sol: ve como a través de cristales y su conocimiento está coloreado por sus instrumentos, no puede ver con el ojo desnudo o mirar directamente al sol. No es posible para la mente permanecer en el centro solar o en ningún sitio del cuerpo radiante o incluso en la brillante circunferencia del orbe de la verdad perfecta y adquirir o compartir su privilegio de conocimiento infalible o absoluto. Sólo podría vivir en cualquier sitio cercano a este sol en el pleno esplendor de sus rayos si ya se hubiera acercado a la luz de la Supermente, en algo del pleno y directo resplandor de la Verdad y la mente humana incluso en lo más elevado de ella está lejos de eso, sólo puede vivir a lo sumo en un círculo limitado, en algún comienzo estrecho de una visión pura, una visión directa y le llevaría tiempo, incluso superándose a sí misma, en alcanzar un reflejo imitativo y fragmentario de un sueño de la limitada omnisciencia y omnipotencia que es el privilegio de una divinidad delegada, del dios, de un demiurgo. Es un poder para la creación, pero o tentativo e incierto y con éxito por buena suerte o el favor de la circunstancia o bien, si asegurada por alguna fuerza de habilidad práctica o genio, sujeta a defecto o encierro dentro de límites insuperables. Su conocimiento más elevado es a menudo abstracto, falto de un agarre concreto; tiene que usar recursos y medios inciertos de aproximación, apoyarse en el razonamiento, la argumentación y el debate, las inferencias, las adivinaciones, establecer métodos de lógica inductiva o deductiva, sólo acertando si se le dan datos completos y correctos e incluso entonces pudiendo alcanzar diferentes resultados con los mismos datos y consecuencias diversas; tiene que usar medios y aceptar resultados de un método que es arriesgado incluso cuando reivindica ser cierto y de lo cual no habría necesidad si tuviera un conocimiento directo o supra-intelectual. No es necesario ir más allá en la descripción; todo esto es la misma naturaleza de nuestra ignorancia terrestre y su sombra se cierne incluso en el pensamiento y la visión del sabio y del vidente y sólo puede escaparse de ella si el principio del conocimiento supramental de una consciencia-verdad desciende y toma el gobierno de la naturaleza terrestre.

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Debiera notarse, sin embargo, que incluso en lo más bajo del descenso de la involución, en el eclipse ciego de la consciencia en la Materia, en el mismo campo del trabajo del Inconsciente hay signos del trabajo de una fuerza infalible, la energía de una consciencia secreta y sus estímulos, como si el mismo Inconsciente fuera secretamente informado o impelido por un Poder con un conocimiento directo y absoluto; sus actos de creación son infinitamente más seguros que los mejores trabajos de nuestra consciencia humana o los trabajos normales del poder de la Vida. La Materia, o más bien la Energía dentro de la Materia parece tener un conocimiento más certero, una operación propiamente suya más infalible y su mecanismo una vez puesto en marcha se puede confiar en él en la mayor parte para hacer su trabajo bien y con precisión. De tal modo es así que el hombre es capaz, tomando el poder de una energía material, de mecanizarla para sus propios fines y confiar en ella bajo ciertas condiciones adecuadas para hacer para él su trabajo. El poder de la vida auto-creador, asombrosamente abundante en su invención y fantasía, sin embargo parece ser más capaz de defecto, aberración y fallo; es como si su consciencia más grande llevara en ella una mayor capacidad para el error. Sin embargo es suficientemente segura ordinariamente en sus trabajos: pero a medida que la consciencia aumenta en las formas y las operaciones de la vida, y principalmente cuando la mente entra en ella, también aumentan los disturbios como si el aumento de consciencia trajera consigo no sólo posibilidades más ricas sino más posibilidades de tropiezo, error, defecto y fallo. En la mente, en el hombre, parece que alcanzamos la cima de esta antinomia, cuanto más grandes, más altos, de más alcance son los logros de la consciencia, más cantidad de incertidumbre, defecto, fallo y error. Esto, podemos conjeturar, puede ser porque en la Naturaleza inconsciente hay una verdad de energía en funcionamiento que sigue infaliblemente su propia ley, una energía que puede andar a ciegas sin tropezar porque la ley automática de la verdad está dentro de ella operando con seguridad sin desviarse o equivocarse cuando no hay ninguna intervención externa o interferencia. Pero en todos los procesos de la existencia normalmente automáticos hay esta ley: incluso el cuerpo tiene un conocimiento propio no expresado, un instinto justo en su acción dentro de ciertos límites y esto cuando no es interferido por los deseos de la vida y los errores de la mente puede funcionar con cierta precisión y seguridad. Pero sólo la Supermente tiene la consciencia-verdad en su plenitud y, si baja e interviene, la mente, la vida y el cuerpo también pueden obtener el pleno poder de la verdad dentro de ellos y su plena posibilidad de perfección. Esto, sin duda, no tendría lugar de una vez, sino que un progreso evolutivo hacia ello podría empezar y crecer con rapidez creciente hacia su plenitud. Todos los hombres no alcanzarían esa plenitud hasta un tiempo posterior, pero sin embargo la mente humana podría permanecer perfeccionada en la Luz y una nueva humanidad tomar su lugar como parte del nuevo orden.

Esta es la posibilidad que tenemos que examinar. Si está destinada a cumplirse, si el hombre no está condenado a permanecer siempre como un vasallo de la Ignorancia, las incapacidades de la mente humana sobre las que hemos morado no son de tal naturaleza que deban permanecer irredimiblemente en posesión y atando para siempre a la mente. Podría desarrollar medios e instrumentos superiores, cruzar las últimas fronteras de la Ignorancia hacia un conocimiento superior, crecer demasiado fuerte para ser sujetada por la naturaleza animal. Habrá una mente liberada que escapará de la ignorancia hacia la luz, consciente de su afiliación a la Supermente, un agente natural de la Supermente y capaz de traer abajo la influencia supramental hasta las extensiones inferiores del ser, una creadora en la luz, una descubridora en las profundidades, una iluminadora en la oscuridad, ayudando quizás a penetrar incluso en el Inconsciente con los rayos de una Superconsciencia secreta. Habría un nuevo ser mental no sólo capaz de permanecer iluminado en el resplandor de la Supermente sino capaz de escalar conscientemente hacia ella y dentro de ella, entrenando la vida y el cuerpo para reflejar y conservar algo de la luz, el poder y la dicha supramental, aspirando a liberar la secreta divinidad encontrándose a sí misma y consiguiéndose a sí misma y equilibrándose a sí misma, aspirando hacia la ascensión a la consciencia divina, capaz de recibir y soportar el descenso de la luz y del poder divino, preparándose a sí misma para ser un recipiente de la Vida divina.

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LA SUPERMENTE EN LA EVOLUCIÓN

Una nueva humanidad sería pues una raza de seres mentales sobre la tierra y en el cuerpo terrestre pero liberada de sus presentes condiciones en el reino de la Ignorancia cósmica, tan es así que poseería una mente perfeccionada, una mente de luz que incluso podría ser una acción subordinada de la supermente o Consciencia-Verdad y en cualquier caso capaz de las plenas posibilidades de la mente actuando como un recipiente de esa verdad y como mínimo una acción secundaria de ella en el pensamiento y en la vida. Incluso podría ser una parte de lo que podría describirse como una vida divina sobre la tierra y al menos los comienzos de una evolución en el Conocimiento y ya no enteramente o predominantemente en la ignorancia. Cuán lejos iría esto, si eventualmente abrazaría a toda la humanidad o sólo a una porción avanzada de ella, dependerá de la intención en la misma evolución, en la intención de sea cual sea la Voluntad cósmica o trascendente que esté guiando los movimientos del universo. Hemos supuesto no sólo el descenso de la supermente sobre la tierra sino su encarnación en una raza supramental con todas sus consecuencias naturales y una acción total nueva en la cual la nueva humanidad encontraría su desarrollo completo y su lugar asegurado en el nuevo orden.

Pero está claro que todo esto sólo podría venir como resultado de la evolución que ya está teniendo lugar sobre la tierra extendiéndose mucho más allá de sus límites presentes y pasando a un movimiento radicalmente nuevo gobernado por un nuevo principio en el cual la mente y el hombre serían elementos subordinados y la mente ya no el logro supremo o el hombre la cabeza o el líder. La evolución que actualmente vemos a nuestro alrededor no es de esa clase y, podría decirse, muestra pocos signos de tal posibilidad, tan pocos que la razón, actualmente nuestra única guía segura, no tiene ningún derecho en aventurar alguna creencia en ello. La tierra, la tierra que vemos, con su vida profundamente inmersa y fundada en la inconsciencia y la ignorancia, no está construida para tal desarrollo o capaz de soportar tal advenimiento; su materialidad y sus limitaciones la condenan a ser permanentemente el campo de un orden muy inferior. Puede decirse también que para tal orden debe haber un lugar en algún sitio e incluso si la supermente no es una mera especulación sin garantías y es una realidad concreta, no hay ninguna necesidad y ningún lugar para su encarnación aquí. La mente mientras marca el pleno juego del conocimiento posible a la ignorancia debe tener su campo en algún lugar y mantener la tierra como su campo natural serviría mejor la economía de la Naturaleza cósmica. Una filosofía materialista no admitiría ninguna posibilidad de una vida divina en la Materia; pero incluso una filosofía que admita un alma o espíritu o un término espiritual del movimiento evolutivo aquí podría bien negar la capacidad de la tierra para una vida divina: una existencia divina sólo podría alcanzarse mediante una salida de la tierra y del cuerpo. Incluso si la existencia cósmica no es una ilusión o Maya, un ser divino o completamente espiritual sólo es probable que sea posible en otro mundo menos material o sólo en el puro espíritu. En cualquier caso, a la razón humana normal las probabilidades parecen estar fuertemente en contra de cualquier pronta materialización sobre la tierra de cualquier cosa divina.

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Nuevamente, si se pone un énfasis demasiado fuerte sobre el presente o el carácter aparente de la evolución aquí como nos es presentada por la ciencia física, podría incitarse a que no hay ninguna garantía para esperar ninguna emergencia de un principio superior al de la mente humana o de ninguna cosa tal como seres super-humanos en un mundo de Materia. La Consciencia depende de la Materia y de agentes materiales para su nacimiento y sus operaciones y una Consciencia-Verdad infalible, como suponemos ser a la supermente, sería una contradicción de estas condiciones y debe rechazarse como una quimera. Fundamentalmente, la ciencia física contempla la evolución como un desarrollo de formas y actividad vitales; el desarrollo de una consciencia mayor y más capaz es un resultado subordinado del desarrollo de la vida y de la forma y no una característica o circunstancia principal o esencial y no puede ir más allá de los límites determinados por el origen material de la mente y de la vida. La mente se ha mostrado capaz de muchos logros extraordinarios, pero la independencia del órgano material o de las condiciones físicas o de una capacidad para cualquiera de esas cosas como un poder de conocimiento directo y absoluto no adquirido por medios materiales estaría más allá de las condiciones impuestas por la Naturaleza. Por tanto en un cierto punto la evolución de la consciencia no puede avanzar. Incluso si un algo definido e independiente que llamamos alma existe, está limitada por sus condiciones naturales aquí donde la Materia es la base, la vida física la condición, la mente el instrumento más grande posible; no hay ninguna posibilidad de una acción de consciencia aparte del cuerpo o que supere esta Naturaleza física, vital o mental. Esto fija los límites de nuestra evolución aquí.

También podría sugerirse que hasta que algo claramente reconocible como la supermente se manifieste a sí misma con alguna precisión y plenitud o hasta que descienda y tome posesión de nuestra consciencia terrestre, no podemos estar seguros de que exista; hasta entonces la mente conserva el lugar como un árbitro general o campo de referencia para todo conocimiento y la mente es incapaz de ningún conocimiento seguro o absoluto; tiene que dudar de todo, probarlo todo y sin embargo alcanzarlo todo, pero no puede estar segura en su conocimiento o en su logro. Eso, incidentalmente, establece la necesidad de un principio tal como la supermente o Consciencia-Verdad en cualquier universo inteligible, pues sin él no hay salida, ninguna meta ni para la vida ni para el conocimiento. La consciencia no puede lograr su propio significado completo, su propio resultado supremo sin ella; acabaría en una inconsecuencia o un fiasco. Ser consciente de su propia verdad y de toda verdad es el mismo fin de su existencia y no puede hacerlo, en tanto que tenga que tender hacia la verdad, hacia el conocimiento en la ignorancia y a través de la ignorancia: debe desarrollar o debe alcanzar un poder de sí misma cuya misma naturaleza sea conocer, ver, poseer en su propio poder. Esto es lo que llamamos supermente y, una vez se admite, todo el resto se hace inteligible. Pero aún entonces dudamos y puede contenderse que incluso si se admite a la supermente como una realidad, no puede haber ninguna certeza de su advenimiento y reinado: hasta entonces todo esfuerzo hacia ella puede acabar en fracaso. No es suficiente que la supermente estuviera realmente ahí encima nuestro, su descenso una posibilidad o una intención futura de la Naturaleza. No tenemos ninguna seguridad de la realidad de este descenso hasta que sea un hecho objetivo en nuestro ser terrestre. La Luz ha intentado a menudo descender sobre la tierra, pero la Luz permanece irrealizada e incompleta; el hombre puede rechazar la Luz, el mundo está aún lleno de oscuridad y el advenimiento parece ser poco más que una probabilidad; esta duda está justificada hasta cierto punto por los hechos del pasado y las posibilidades todavía existentes del futuro. Su poder para permanecer desaparecería sólo si la supermente es admitida de una vez como una parte consecuente del orden del universo. Si la evolución tiende de la Materia a la Supermente, también debe tender a traer a la Supermente a la Materia y las consecuencias son inevitables.

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Toda la dificultad de esta incertidumbre surge del hecho que no miramos directamente a la verdad completa del mundo como es y no extraemos de ello la conclusión correcta en cuanto a lo que debe ser el mundo y no puede evitar ser. Este mundo está, sin duda, basado ostensiblemente en la Materia, pero su cima es el Espíritu y el ascenso hacia el Espíritu debe ser la meta y la justificación de su existencia y el indicador de su significado y propósito. Pero la conclusión natural a extraer de la supremacía del Espíritu y su existencia como la cima está cubierta por una idea falsa o imperfecta de la espiritualidad que ha sido construida por el intelecto en su ignorancia e igualmente por su agarre al conocimiento demasiado precipitado y unidireccional. El Espíritu se ha pensado no como algo que lo ocupa todo y como la esencia secreta de nuestro ser, sino como algo que sólo mira hacia abajo a nosotros desde las alturas y atrayéndonos sólo hacia las alturas y alejado del resto de la existencia. Así tenemos la idea de nuestro ser cósmico e individual como una gran ilusión, y la salida de ella y la extinción en nuestra consciencia tanto individual como cósmica como la única esperanza, la única liberación. O construimos la idea de la tierra como un mundo de ignorancia, sufrimiento y prueba y nuestro único futuro un escape a los cielos más allá; no hay ninguna perspectiva divina aquí para nosotros, ninguna realización posible incluso con la evolución suprema sobre la tierra en el cuerpo, ninguna transformación victoriosa, ningún objeto supremo a ser ejecutado en la existencia terrestre. Pero si la supermente existe, si desciende, si se convierte en el principio dominante, todo eso que parece imposible a la mente se hace no sólo posible sino inevitable. Si miramos de cerca, veremos que hay un esfuerzo de la mente y de la vida en sus alturas hacia su propia perfección, hacia alguna realización divina, hacia su propio absoluto. Eso y no sólo algo más allá y en algún otro sitio es el verdadero signo, el significado de esta constante evolución y la labor del continuo nacimiento y renacimiento y la ascensión en espiral de la Naturaleza. Pero es sólo por el descenso de la supermente y la realización de la mente y de la vida mediante su propia superación que esta secreta intención de las cosas, este significado oculto del Espíritu y de la Naturaleza puede hacerse totalmente manifiesto y en su totalidad realizable. Este es el aspecto evolutivo y el significado de la supermente, pero en verdad es un principio eterno que existe oculto incluso en el universo material, el secreto sostén de toda la creación, es eso lo que hace posible y segura la emergencia de la consciencia en un mundo aparentemente inconsciente y compele a la escalada en la Naturaleza hacia una Realidad espiritual suprema. Es, de hecho, un plano del ser ya existente y siempre existente, el nexo del Espíritu y la Materia, conservando en su verdad y realidad y asegurando el completo significado y propósito del universo.

Si descartamos nuestras ideas actuales de la evolución, todo cambia, –si podemos contemplar la consciencia y no la vida y la forma como el principio evolutivo fundamental y esencial y su emergencia y pleno desarrollo de sus posibilidades como el objeto del impulso evolutivo. La inconsciencia de la Materia no puede ser un obstáculo insuperable; pues en esta inconsciencia puede detectarse una consciencia involucionada que tiene que evolucionar; la vida y la mente son pasos e instrumentos de esa evolución; la guía intencionada y las obras de la Energía material inconsciente son precisamente de tal clase que las podemos atribuir a la presencia de una consciencia automática involucionada, no usando el pensamiento como lo hace la mente sino guiada por algo así como un instinto material inherente prácticamente infalible en todos sus pasos, aún no cognitivo pero milagrosamente creativo. La plena e inherentemente iluminada Consciencia-Verdad que atribuimos a la Supermente sería la misma realidad que aparecería en una última etapa de la evolución, finalmente evolucionada y ya no completamente involucionada como en la Materia o parcialmente e imperfectamente evolucionada y por tanto capaz de imperfección y error como en la vida y en la mente, ahora poseída de su propia plenitud natural y perfección, automáticamente luminosa, infalible. Todas las objeciones a una posibilidad evolutiva completa entonces se derrumban; sería, por el contrario, la consecuencia inevitable contenida no sólo en la Naturaleza como un todo sino incluso en la Naturaleza material.

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En esta visión de las cosas el universo se revelará a sí mismo en su unidad y totalidad como una manifestación de un único Ser, la Naturaleza como su poder de manifestación, la evolución como su proceso de auto-revelación gradual aquí en la Materia. Veríamos las series divinas de los mundos como una escalera de ascenso desde la Materia hasta el Espíritu supremo; se revelaría la posibilidad, la perspectiva de una manifestación suprema de la consciencia, y ya no un velado y enigmático descenso del Espíritu y sus poderes, en su plenitud incluso en este mundo más bajo de la Materia. El enigma del universo ya no necesita ser un enigma; el dudoso misterio de las cosas se despojaría de su enigma, su constante ambigüedad, los escritos enmarañados se tornarían legibles e inteligibles. En esta revelación, la supermente ocuparía su lugar natural y ya no sería una materia de duda o cuestionamiento de una inteligencia asombrada por la complejidad del mundo; aparecería como la consecuencia inevitable de la naturaleza de la mente, de la vida y de la Materia, la realización de su significado, su principio inherente y tendencias, la perfección necesaria de su imperfección, la cima a la cual todos están escalando, la consumación de la existencia divina, la consciencia y la dicha a la que está conduciendo, el último resultado del nacimiento de las cosas y la victoria suprema de esta manifestación progresiva que vemos aquí en la vida.

La plena emergencia de la supermente puede conseguirse mediante una manifestación soberana, un descenso en la consciencia terrestre y una asunción rápida de sus poderes y la revelación de sus formas y la creación de una raza supramental y una vida supramental: este debe ser ciertamente el resultado completo de su acción en la Naturaleza. Pero éste no ha sido el hábito de la Naturaleza evolutiva en el pasado sobre la tierra y bien puede ser que esta evolución supramental también fijará sus propios periodos, aunque no puede ser en absoluto un desarrollo similar del que la tierra hasta ahora ha sido el testigo. Pero una vez ha empezado, todo debe manifestarse inevitablemente y perfectamente y todas las partes de la Naturaleza deben tender hacia la luminosidad y la perfección más grandes posibles. Es esto ciertamente lo que nos autoriza creer que la mente y la humanidad también tenderán hacia la realización que está mucho más allá de nuestros sueños presentes de perfección. Una mente de luz sustituirá la presente confusión y dificultades de esta ignorancia terrestre; es probable que incluso esas partes de la humanidad que no la puedan alcanzar sean sin embargo conscientes de su posibilidad y conscientemente tiendan hacia ella; no sólo eso, sino que la vida de la humanidad será iluminada, elevada, gobernada, armonizada por el principio luminoso e incluso el cuerpo se torne en algo mucho menos incapaz, menos oscuro y menos animal en sus propensiones y capaz en cambio de una perfección nueva y armonizada. Es esta posibilidad a la que hemos de mirar y eso significaría una nueva humanidad elevada en la Luz, capaz de un ser y acción espiritualizados, abierta al gobierno de alguna luz de la Consciencia-Verdad, capaz incluso en el nivel mental y en su propio orden de algo que podría llamarse el comienzo de una vida divinizada.

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LA MENTE DE LUZ

Una nueva humanidad significa para nosotros la aparición, el desarrollo de un tipo o raza de seres mentales cuyo principio de mentalidad ya no sería una mente en la Ignorancia buscando el conocimiento que incluso en su conocimiento está ligado a la Ignorancia, un buscador de la Luz pero no su poseedor natural, abierto a la Luz pero no un habitante de la Luz, aún no un instrumento perfeccionado, ni un instrumento de la consciencia-verdad ni liberado de la Ignorancia. En cambio, estaría poseído ya de lo que podría llamarse una mente de Luz, una mente capaz de vivir en la verdad, capaz de ser consciencia-verdad y manifestando en su vida un conocimiento directo en lugar de uno indirecto. Su mentalidad sería un instrumento de la Luz y no más de la Ignorancia. En su parte más alta sería capaz de pasar a la supermente y de la nueva raza sería reclutada la raza de seres supramentales que aparecerían como los líderes de la evolución en la naturaleza terrestre. Igualmente, las manifestaciones más altas de una mente de Luz serían una instrumentación de la supermente, una parte de ella o una proyección de ella, un paso más allá de la humanidad hacia la superhumanidad del principio supramental. Por encima de todo, su posesión habilitaría al ser humano a elevarse más allá de las normalidades de su pensamiento, sentimiento y ser corriente hasta esos poderes máximos de la mente en la superación de sí misma que intervienen entre nuestra mentalidad y la supermente y pueden contemplarse como pasos que conducen hacia el principio más grande y más luminoso. Este avance como otros en la evolución podría no alcanzarse de un salto y naturalmente no sería alcanzado de un salto sino que desde el mismo inicio sería inevitable: la presión de la supermente creando la mente de Luz desde arriba y de ella misma compelería esta certeza del resultado final. Los primeros destellos de la nueva Luz llevarían en ellos mismos la semilla de sus brillos más altos; incluso en los primeros comienzos, la certeza de sus poderes más altos estaría ahí; pues esta es la constante trama de cada emergencia evolutiva: el principio de su máxima perfección yace oculto en la involución que precede y necesita la evolución del principio secreto.

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Pues a lo largo de la trama de la evolución hay dos aspectos complementarios que constituyen su acción y son necesarios para su totalidad; está oculto en la involución de la Naturaleza el poder secreto y el principio del ser que yace oculto bajo el velo proyectado sobre él por la Naturaleza material y la misma Naturaleza porta en ella la fuerza inevitable del principio que compele el proceso de emergencia de sus poderes inherentes y sus caracteres, los rasgos esenciales que constituyen su realidad. Cuando el principio evolutivo emerge, hay también dos rasgos constantes del proceso de emergencia: hay las gradaciones por las cuales escala partiendo de la involución y manifiesta más y más de su poder, sus posibilidades, la fuerza de la Divinidad dentro de ella y hay una constante manifestación de todos los tipos y formas de su ser que son las encarnaciones visibles, indicativas y eficientes de su naturaleza esencial. Aparecen en el proceso evolutivo formas organizadas y actividades de la Materia, los tipos de vida y los seres vivos, los tipos de mente y los seres pensantes, las luminosidades y grandezas del principio espiritual y los seres espirituales cuya naturaleza, carácter, personalidad, marcan las etapas del ascenso hacia las máximas alturas de la evolución y la última manifestación más grande de lo que es en sí mismo y debe convertirse por la fuerza del tiempo y del Espíritu todo-revelador. Este es el sentido real y guía de lo que vemos como evolución: la multiplicación y variación de formas es sólo el medio de su proceso. Cada gradación contiene la posibilidad y la seguridad de los grados más allá de ella: la emergencia de formas y poderes más y más desarrollados apuntan a formas más perfectas y poderes más grandes más allá de ellos y cada emergencia de consciencia y los seres conscientes propios de ella habilitan la elevación a una consciencia mayor más allá y al orden mayor de seres hasta los últimos dioses que la Naturaleza se esfuerza en alcanzar y está destinada a mostrarse capaz de ello. La Materia desarrolló sus formas organizadas hasta que fue capaz de encarnar organismos vivos; luego la vida se levantó desde el subconsciente de la planta hasta las formaciones animales conscientes y de ellos hasta la vida pensante del hombre. La mente fundada en la vida desarrolló el intelecto, desarrolló sus tipos de conocimiento e ignorancia, verdad y error hasta que alcanzó la percepción espiritual y la iluminación y ahora puede ver como en un cristal empañado la posibilidad de la supermente y una existencia en la consciencia-verdad. En este ascenso inevitable la mente de Luz es una gradación, una etapa inevitable. Como un principio evolutivo marcará una etapa en el ascenso humano y evolucionará un nuevo tipo de ser humano; este desarrollo debe portar en él una gradación ascendente de sus propios poderes y tipos de una humanidad ascendente que encarnará más y más el cambio hacia la espiritualidad, la capacidad para la Luz, una escalada hacia una humanidad divinizada y hacia la vida divina.

En el nacimiento de la mente de Luz y su ascensión a su propio ser reconocible y su verdadero estatus y correcta provincia debe haber, en la misma naturaleza de las cosas como son y en la misma naturaleza del proceso evolutivo como es ahora, dos etapas. En la primera, podemos ver la mente de Luz reuniéndose a sí misma fuera de la Ignorancia, ensamblando sus elementos constitutivos, construyendo sus formas y tipos por más imperfectos que sean inicialmente y empujándolos hacia la perfección hasta que pueda cruzar la frontera de la Ignorancia y aparecer en la Luz, en su propia Luz. En la segunda etapa podemos verla desarrollándose en esa luz natural mayor tomando sus figuras y formas superiores hasta que se una con la supermente y viva como su porción subordinada o su delegada. En cada una de estas etapas definirá sus propios grados y manifestará el orden de sus seres que la encarnarán y le darán una vida realizada. Así se construirá, primero, incluso en la misma Ignorancia, la posibilidad de un ascenso humano hacia una vida divina; luego habrá, mediante la iluminación de esta mente de Luz en la mayor realización de lo que puede llamarse una mentalidad gnóstica, en una transformación del ser humano, incluso antes que sea alcanzada la supermente, incluso en la consciencia-terrestre y en una humanidad transformada, una vida divina iluminada.

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LA SUPERMENTE Y LA MENTE DE LUZ

El carácter esencial de la Supermente es el de una Consciencia-Verdad que sabe por su propio derecho de naturaleza inherente, por su propia luz: no tiene que llegar al conocimiento sino que lo posee. Puede ciertamente, especialmente en su acción evolutiva, mantener el conocimiento detrás su consciencia aparente y traerlo delante como de detrás del velo; pero incluso entonces este velo es sólo una apariencia y no existe realmente: el conocimiento estaba siempre ahí, la consciencia su poseedor y revelador presente. Asimismo esto es sólo en el juego evolutivo y en el propio plano supramental la consciencia vive siempre en una inmediatez de conocimiento y actúa por un conocimiento inmediato directo. En la Mente como la vemos aquí la acción es muy diferente; empieza desde una ausencia aparente de conocimiento, una aparente ignorancia o nesciencia, incluso, en la Naturaleza material, desde una inconsciencia en la que cualquier clase de conocimiento no parecer existir en absoluto. Alcanza el conocimiento o la acción del conocimiento a pasos que no son en absoluto inmediatos sino que más bien el conocimiento al comienzo parece completamente imposible y extraño a la misma sustancia de esta Materia. Sin embargo, en la ceguera de la misma Materia hay signos de una consciencia oculta que en su ser fundamental oculto ve y tiene el poder de actuar según su visión e incluso mediante una inmediatez infalible que está inherente en su naturaleza. Esta es la misma Verdad que es clara en la Supermente pero aquí está involucionada y parece no estar. La Mente de Luz es una acción subordinada de la Supermente, depende de ella incluso cuando no brota claramente directamente de ella, en la cual el secreto de esta conexión se hace evidente y palpable.

La Consciencia-Verdad no es sólo un poder de conocimiento; es un ser de consciencia y conocimiento, una dinamo luminosa y múltiple y un recreo del Espíritu omnisciente; en ella puede haber un sentimiento espiritual, una sensación espiritual, una esencialidad espiritual de sustancia que sabe y revela, que actúa y manifiesta en una omnisciencia que es una con la omnipotencia. En la Mente esta Consciencia-Verdad y estas obras de la Consciencia-Verdad pueden estar ahí e incluso aunque se limita a sí misma en la Mente y tiene un funcionamiento subordinado o indirecto, su acción puede ser esencialmente la misma. Incluso puede haber una inmediatez escondida que sugiere la presencia de algo absoluto y es evidencia de la misma omnipotencia y omnisciencia. En la Mente de Luz cuando se hace pleno este carácter de la Verdad se revela a sí mismo aunque en un ropaje que es transparente incluso cuando parece cubrir: pues esto también es una consciencia-verdad y un poder del conocimiento. Esto también procede de la Supermente y depende de ella aunque está limitada y subordinada. Lo que hemos llamado específicamente la Mente de Luz es ciertamente el último de una serie de planos descendentes de consciencia en los que la Supermente se vela a sí misma por una limitación elegida por ella misma o una modificación de sus actividades auto-manifestadoras, pero su carácter esencial continúa siendo el mismo: hay en ello una acción de la luz, de la verdad, del conocimiento en el que la inconsciencia, la ignorancia y el error no tienen lugar. Procede de conocimiento en conocimiento; aún no hemos cruzado las fronteras de la consciencia-verdad hacia la ignorancia. Los métodos también son los de un saber auto-luminoso y una visión y un sentimiento y una acción que se realizan dentro de sus propias fronteras; no hay necesidad de buscar algo que falte, ninguna torpeza, ninguna vacilación: todo es aún una acción gnóstica de un poder y principio gnóstico. Ha habido un descenso desde la plena Supermente hasta la Mente, pero esta Mente aunque auto-limitada no es todavía una consciencia agnóstica insegura de sí misma o insegura de sus obras; hay todavía una consciencia que comprende y aprehende que va derecha a su objeto y no pierde su marca o tiene que cazarla en la oscuridad o con luz insuficiente: ve, sabe, pone su mano inmediatamente en las cosas del ser y en las cosas de la Naturaleza. Hemos pasado a la Mente pero la Mente aún no ha roto su conexión inherente con el principio supramental.

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Aún hay una creciente auto-limitación que empieza incluso con la Sobremente: la Sobremente está separada por sólo una frontera luminosa de la luz plena y el poder de la Verdad supramental y aún controla el acceso directo a todo lo que la Supermente puede darle. Hay una limitación mayor o un cambio de la acción característica a cada paso descendente desde la Sobremente a la Intuición, desde la Intuición a la Mente Iluminada, desde la Mente Iluminada a lo que he llamado la Mente Superior: la Mente de Luz es un pasaje de transición mediante el cual podemos pasar de la Supermente y la superhumanidad a una humanidad iluminada. Pues la nueva humanidad será capaz de al menos un modo de ver y vivir parcialmente divinizados porque vivirá en la luz y el conocimiento y no en la oscuridad de la Ignorancia.

Sin embargo, de nuevo habrá una diferencia entre lo superhumano y lo humano, una diferencia de naturaleza y poder pero una diferencia especialmente en el acceso y forma de admisión a la Consciencia-Verdad y sus actividades: ciertamente puede haber dos órdenes de su verdad, directo y semi-directo, inmediato y cercano o incluso sólo una recepción a distancia. Pero esto debemos considerarlo después; ahora es suficiente señalar ciertas diferencias en el orden descendente de la mente gnóstica que culmina aquí. Podemos decir que hay un hemisferio superior de nuestro ser en el que la Mente luminosa y consciente de sus obras aún vive en la Luz y puede verse como un poder subordinado de la Supermente; es aún un agente de la Consciencia-Verdad, un poder gnóstico que no ha descendido dentro de la ignorancia mental; es capaz de una gnosis mental que preserva su conexión con la luz superior y actúa mediante su poder. Este es el carácter de la Sobremente en su propio plano y de todos los poderes que dependen de la Sobremente: la Supermente trabaja ahí pero se retira, como en algo que ha puesto al frente desde ella misma pero que ya no es totalmente ella sino un delegado de la Verdad e investido con su autoridad. Nos movemos hacia una frontera de transición más allá de la cual yace la posibilidad de la Ignorancia, pero la Ignorancia aún no está aquí. En el orden del descenso evolutivo permanecemos en la Mente de Luz en esa frontera y un paso hacia abajo puede llevarnos más allá de ella hasta los comienzos de una ignorancia que aún lleva en su rostro algo de la luminosidad que está dejando detrás de ella. Por otro lado, en el orden ascendente de la evolución alcanzamos una transición en la que vemos la luz, estamos girados hacia ella, reflejada en nuestra consciencia y un paso más nos conduce al dominio de la Luz. La Verdad se nos hace visible y audible y estamos en comunicación inmediata con sus mensajes e iluminaciones y podemos crecer en ella y ser hechos uno con su sustancia. Así hay una sucesión de rangos de consciencia que podemos llamar Mente pero que pertenecen prácticamente al hemisferio superior aunque en su estación ontológica están dentro del dominio del hemisferio inferior. Pues todo el ser es una totalidad conectada y no hay en él ningún pasaje abrupto desde el principio de la Verdad y la Luz hasta el opuesto. La verdad creativa de las cosas trabaja y puede trabajar infaliblemente incluso en el Inconsciente: el Espíritu está ahí en la Materia y ha hecho una serie de pasos mediante los cuales puede viajar desde ella hasta sus propias alturas en una línea sin interrupción de gradaciones: las profundidades están unidas a las alturas y la Ley de la Verdad una crea y trabaja en todas partes.

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Incluso en el mundo material que nos parece un mundo de ignorancia, un mundo de las obras de una Fuerza inconsciente y ciega que empieza desde la inconsciencia y procediendo a través de la Ignorancia y alcanzando con dificultad una Luz y Conocimiento imperfectos, hay sin embargo una Verdad secreta en las cosas que lo organiza todo, guía a muchos poderes contrarios de la existencia hacia el Ser y eleva hacia sus propias alturas donde puede manifestar su propia verdad suprema y realizar el propósito secreto del universo. Incluso este mundo material de la existencia está construido sobre un patrón de la verdad de las cosas que llamamos Ley de la Naturaleza, una verdad desde la cual escalamos hacia una verdad mayor hasta que emergemos en la Luz del Supremo. Este mundo no está realmente creado por una fuerza ciega de la Naturaleza: incluso en el Inconsciente la presencia de la Verdad suprema está trabajando; hay un Poder vidente detrás de ella que actúa infaliblemente y los pasos de la misma Ignorancia están guiados incluso cuando parecen tambalearse; pues, lo que llamamos la Ignorancia es un Conocimiento encubierto, un Conocimiento trabajando en un cuerpo que no es el suyo propio sino que se mueve hacia su propio autodescubrimiento supremo. Este Conocimiento es la Supermente encubierta que es el soporte de la creación y está conduciendo todo hacia ella misma y guía detrás de esta multitud de mentes y criaturas y objetos cada uno de los cuales parece estar siguiendo su propia ley de su naturaleza; en esta vasta y aparentemente confusa masa de existencia hay una ley, una verdad del ser, un propósito de la existencia del mundo que guía y realiza. La Supermente está velada aquí y no trabaja según su ley característica de existencia y autoconocimiento, pero sin ella nada podría alcanzar su propósito. Un mundo gobernado por una mente ignorante pronto derivaría hacia el caos; de hecho no podría venir a la existencia o permanecer en la existencia a menos que fuera soportado por la secreta Omnisciencia de la cual es la cubierta; un mundo gobernado por una fuerza inconsciente ciega repetiría constantemente las mismas obras mecánicas pero no significaría nada y no llegaría a ningún sitio. Esto no podría ser la causa de una evolución que crea la vida de la Materia, de la vida la mente, y una gradación de planos de Materia, Vida y Mente que culminan en la emergencia de la Supermente. La Verdad secreta que emerge en la Supermente ha estado ahí siempre, pero ahora se manifiesta a sí misma y manifiesta la verdad de las cosas y el significado de nuestra existencia.

Es en esta serie del orden de la existencia y como la última palabra del hemisferio inferior del ser y la primera palabra del hemisferio superior que tenemos que mirar a la Mente de Luz y ver cuál es su naturaleza y los poderes que la caracterizan y que usa para su manifestación y sus obras, su conexión con la Supermente y sus consecuencias y posibilidades para la vida de una nueva humanidad.

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