DOCUMENTO V: DOCE DIAS TRANQUILOS

No creo en límite que no pueda superarse.-LA MADRE

Desde el origen de la tierra, dondequiera y cuando quiera que había la posibilidad de manifestarse un rayo de Consciencia, yo estaba allí.-LA MADRE

La repentina ausencia corporal de Sri Aurobindo supuso un enorme golpe para la Madre, “un mazazo”, como dijo después, “una aniquilación.” “La idea misma de que Sri Aurobindo pudiera abandonar su cuerpo, la de que esa particular forma de ser pudiera dejar de existir para el cuerpo, era absolutamente impensable. Tuvieron que ponerle en un ataúd y depositarlo en un Samadhi para el cuerpo, y así convencerse de que todo había sucedido realmente…Nada, nada, no hay palabras que puedan describir el colapso que para el cuerpo fue la desaparición de Sri Aurobindo.” Por “el cuerpo” significaba su propio cuerpo: que el golpe había sido devastador para su cuerpo, pues en las regiones superiores de su ser una reacción así era imposible. Tan íntima era la presencia de Una Consciencia en dos cuerpos que la salida de una de ellas casi provocó que la otra automáticamente la siguiera; esto nos proporciona una visión profunda de su verdadera relación de Unidad y Amor divinos.

“Ya veis, ha decidido irse. Pero no quería que yo supiera que lo hacia deliberadamente; sabía que si por un instante yo sabía que lo hacía deliberadamente, yo habría reaccionado con tal violencia que no habría podido dejarnos. Y lo hizo…lo soportó todo como si fuera alguna inconsciencia, una enfermedad ordinaria, simplemente para no dejarme que supiera, y se fue en el momento justo en que tenía que irse…Y yo ni siquiera podía imaginar que se hubiera ido cuando se había ido, justamente allí, delante de mí, parecía tan lejano…Y precisamente después, cuando salió de su cuerpo y entró en el mío, lo entendí todo… Es fantástico. Fantástico. Es..es absolutamente sobrehumano. No hay ser humano capaz de hacer una cosa así. ¡Y qué.. qué maestría sobre su cuerpo, absoluta, absoluta!” Mientras ella estuviera en el cuarto, él no abandonaría su cuerpo “y eso era muy doloroso para él.” Así que ella salió del cuarto diciendo: “Llamadme cuando haya llegado la hora.”

“Ya había pasado por todas mis experiencias, pero con Sri Aurobindo, en los treinta años (un poco más de treinta años) que viví con él, viví en una absoluta, una absoluta seguridad, con una sensación de seguridad total, incluso física, incluso de la mayor seguridad material. Una sensación de absoluta seguridad porque Sri Aurobindo estaba presente…sensación que no me abandonó ni un minuto en aquellos treinta años. Por eso pude hacer mi trabajo con una Base, realmente con una Base de plenitud, de eternidad y de plenitud. Lo advertí cuando partió: eso repentinamente se desplomó…En todo el tiempo que Sri Aurobindo estuvo aquí…el progreso individual fue automático: todo progreso que Sri Aurobindo hacía, yo lo hacía también. Pero yo estaba en un estado de eternidad, de plenitud, con un sentimiento parecido en toda circunstancia. Nada, nada desgraciado podía suceder, puesto que él estaba presente. Así que, cuando se fue, repentinamente todo…fue como una caída en el abismo.”

Entonces ella había aplicado sus poderes ocultos y había cerrado una puerta interior, la puerta de su ser psíquico, que era el asiento del Amor pues, de otro modo, él la habría arrancado de allí. “Cuando salió de su cuerpo y entró en el mío (la parte más material de él, la parte relacionada con las cosas externas) y entendí que yo tenía la entera responsabilidad de la obra y de la sadhana, bueno, entonces guardé bajo llave una parte de mí, una parte psíquica profunda que estaba viviendo, más allá de toda responsabilidad, en el éxtasis de la realización: el Supremo. La tomé y la cerré bajo llave, la acordoné y dije: “No te vas a mover hasta que todo lo demás esté listo”… Lo que en sí mismo fue un milagro. Si no lo hubiera hecho, le habría seguido, y nadie habría quedado para continuar la Obra. Le habría seguido automáticamente, sin pensarlo siquiera. Pero cuando entró en mí, dijo: “Tú harás la obra. Uno de los dos tenía que partir y yo me voy, pero tú harás la obra.” Ella abrió esa puerta diez años después, y con el mayor de los cuidados.

Todas las actividades quedaron interrumpidas en el Ashram durante doce días. Lo que le pasó a la Madre aquellos días en su interior no está documentado en parte alguna. Probablemente debió de estar en un estado permanente de concentración interior y de consulta, pues la cuestión era si la Obra había de continuarla sola y si el Ashram como institución había de continuar existiendo. “Después del tránsito de Sri Aurobindo, se temió en algunos ambientes que el Ashram se derrumbara o entrara en declive”, escribe Nirodbaran. La Madre aparentemente todavía era “en algunos ambientes” una dama francesa cuya relación con la Divinidad y el Supramental nunca podía ser igual de auténtica como la de un hindú…Pero sea como sea, uno solamente puede escudriñarse a sí mismo y preguntarse cómo habría reaccionado en circunstancias tan imprevistas y dramáticas.

Aunque la Madre dejó que se agotara el período de los doce días, para ella todo quedó decidido y determinado en los primeros días. Sri Aurobindo había entrado físicamente en ella con toda la fuerza Supramental que había acumulado en sus células. Ahora ella era MADRESRIAUROBINDO y a menudo hablaría en los años siguientes de lo íntimamente ligadas que estaban ambas personalidades y cuán concreta era la presencia de Sri Aurobindo en ella. Indudablemente había visto en toda su amplitud la maestría espiritual de Sri Aurobindo, así como la amplitud de la tarea que ahora descansaba completamente sobre sus hombros en lo que a la sadhana física en la Tierra se refiere. También debe de haber visto que su confrontación voluntaria con la muerte, aun cuando inesperada en la evolución de la Obra, había sido la acción correcta para acelerar esa Obra con el fin de posibilitarla dentro del tiempo de la presencia corpórea terrenal del Avatar. Y a ella le habrá quedado claro que su cuerpo, ya preparado para su tarea sobrehumana en la matriz de su madre, estaba mejor equipado que el de Sri Aurobindo para afrontar las primeras y críticas fases de la transformación Supramental.

Las experiencias y los progresos de la sadhana de Sri Aurobindo anteriores a Arya, sin menospreciar lo más mínimo su importancia, pueden considerarse como una preparación para la gran Obra. Lo mismo vale para la sadhana de la Madre que, según está confirmado por el mismo Sri Aurobindo, había seguido por necesidad una línea y un objetivo iguales al suyo, pues los dos eran el uno y mismo Avatar de la Supermente. A partir de Arya, su Obra, que recibió la sanción definitiva en el momento de su segundo encuentro en 1920, fue un río poderoso en los paisajes de la Materia, un río que se ramificaría en un anchuroso delta de creciente fuerza Supramental en la atmósfera de la tierra, y que finalmente desembocaría en el océano de la Presencia Supramental, en el cuerpo maternal viviente de nuestro planeta simbólico. Sri Aurobindo y la Madre, siendo el Avatar bipolar Supramental, han “visto” este río y su destino desde el comienzo de su yoga integral; siempre han tenido un profundo conocimiento de él, pero su lecho había de ser limpiado, rebajado y desbrozado en el terreno pedregoso de la Materia (en esto consistía su sadhana), un esfuerzo abocado al fracaso según todos los que se lo habían planteado o intentado en épocas anteriores.