Una vida divina sobre la tierra, el ideal que hemos puesto delante de nosotros, sólo puede venir por un cambio espiritual de nuestro ser y un cambio radical y fundamental, una evolución o revolución de nuestra naturaleza. El ser encarnado sobre la tierra tendría que elevarse por encima del dominio que ejercen sobre él sus velos de la mente, de la vida y del cuerpo hacia la plena consciencia y posesión de su realidad espiritual y su naturaleza también tendría que elevarse desde la consciencia y poder de consciencia propia de un ser mental, vital y físico hasta la consciencia más grande y el poder más grande del ser y la más grande y libre vida del espíritu. No perdería estos primeros velos pero ya no serían velos o expresiones imperfectas sino manifestaciones verdaderas; serían cambiados en estados de luz, poderes de vida espiritual, vehículos de una existencia espiritual. Pero de nuevo esto no podría ser si la mente, la vida y el cuerpo no se elevaran y transformaran por un estado del ser y una fuerza del ser superior a ellos, un poder de la Supermente tan por encima de nuestra naturaleza mental incompleta como está por encima de la naturaleza de la vida animal y la Materia animada, como está inmensurablemente por encima de la mera naturaleza material.
La Supermente es en su misma esencia una consciencia-verdad, una consciencia siempre libre de la Ignorancia que es la fundación de nuestro presente natural o existencia evolutiva y desde la cual la naturaleza en nosotros está intentando llegar al autoconocimiento y al conocimiento del mundo y a una consciencia correcta y el uso correcto de nuestra existencia en el universo. La Supermente, porque es una consciencia-verdad, tiene este conocimiento inherente en ella y este poder de verdadera existencia; su curso es recto y puede ir directa a su objetivo, su campo es amplio e incluso puede hacerse ilimitable. Esto es porque su misma naturaleza es conocimiento: no tiene que adquirir conocimiento sino que lo posee por propio derecho; sus pasos no son desde la nesciencia o la ignorancia hasta alguna luz imperfecta, sino desde la verdad hacia la verdad más grande, desde la percepción correcta hasta una percepción más profunda, de intuición a intuición, de iluminación a absoluta luminosidad ilimitada, de creciente amplitud a la absoluta inmensidad y la misma infinitud. En sus cimas posee la omnisciencia y omnipotencia divina, pero incluso en un movimiento evolutivo de su propia automanifestación gradada por la cual finalmente revelaría sus propias alturas más altas debe estar en su misma naturaleza esencialmente libre de ignorancia y error: empieza de la verdad y la luz y se mueve siempre en la verdad y la luz. Como su conocimiento es siempre verdadero, también su voluntad es siempre verdadera; no maneja torpemente las cosas o se tambalea en sus pasos. En la Supermente el sentimiento y la emoción no se apartan de su verdad, no se equivoca o comete errores, no se desvía de lo correcto y lo real, no puede utilizar mal la belleza y el deleite o torcerse de una rectitud divina. En la Supermente el sentido no puede guiar mal o desviar hacia la grosería que aquí son sus imperfecciones naturales y la causa de reproche, desconfianza y mal uso por nuestra ignorancia. Incluso una declaración incompleta hecha por la Supermente es una verdad que conduce a una verdad más completa, su acción incompleta es un paso hacia la plenitud. Toda la vida y la acción y la guía de la Supermente está a salvo en su misma naturaleza de las falsedades e incertidumbres de nuestro destino; se mueve segura hacia su perfección. Una vez la consciencia-verdad se estableciera aquí en su propia fundación segura, la evolución de la vida divina sería un progreso en la felicidad, una marcha a través de la luz hasta el Ananda.
La Supermente es una realidad eterna del Ser divino y la Naturaleza divina. En su propio plano ya existe y siempre existe y posee su propia ley esencial de ser; no tiene que ser creada o emerger o evolucionar en la existencia desde la involución en la Materia o desde la no-existencia, como podría parecerle a la mente que piensa de sí misma haber emergido de ese modo de la vida y la Materia o haber evolucionado de una involución en la vida y la Materia. La naturaleza de la Supermente siempre es la misma, un ser de conocimiento, procediendo de verdad en verdad, creando o más bien manifestando lo que tiene que ser manifestado por el poder de un conocimiento preexistente, no por azar sino por un destino autoexistente en el propio ser, una necesidad de la propia cosa y por tanto inevitable. Su manifestación de la vida divina será también inevitable; su propia vida en su propio plano es divina y, si la Supermente desciende a la tierra, traerá necesariamente la vida divina con ella y la establecerá aquí.
La Supermente es el grado de la existencia más allá de la mente, la vida y la Materia y, como la mente, la vida y la Materia se han manifestado sobre la tierra, así también debe la Supermente en el inevitable curso de las cosas se manifestara en este mundo de Materia. De hecho, una supermente ya está aquí pero está involucionada, oculta detrás de esta mente, vida y Materia manifestada y aún sin actuar abiertamente o en su propio poder: si actúa, es a través de estos poderes inferiores y modificada por sus caracteres y por ello aún irreconocible. Es sólo mediante la aproximación y llegada de la Supermente que descienda que puede ser liberada sobre la tierra y revelarse a sí misma en la acción de nuestras partes materiales, vitales y mentales de modo que estos poderes inferiores puedan convertirse en porciones de una actividad totalmente divinizada de todo nuestro ser: eso es lo que nos traerá una divinidad completamente realizada o la vida divina. Es ciertamente así como la vida y la mente involucionadas en la Materia se han hecho realidad aquí; pues sólo lo que está involucionado puede evolucionar, de otro modo no podría haber ninguna emergencia.
La manifestación de una consciencia-verdad supramental es por tanto la realidad capital que hará la vida divina posible. Es cuando todos los movimientos del pensamiento, de los impulsos y de las acciones sean gobernados y dirigidos por una consciencia-verdad autoexistente y automáticamente luminosa y nuestra naturaleza completa esté constituida por ella y hecha de su materia que la vida divina será completa y absoluta. Incluso como es, en realidad aunque no en la apariencia de las cosas, son un conocimiento y verdad secretos y autoexistentes que están trabajando para manifestarse en la creación de aquí. El Divino está ya ahí inmanente dentro nuestro, nosotros somos eso en nuestra realidad más profunda y es esta realidad que tenemos que manifestar; es eso lo que constituye la URGENCIA hacia la vida divina y hace necesaria la creación de la vida divina incluso en esta existencia material.
Una manifestación de la Supermente y su consciencia-verdad es entonces inevitable; debe acontecer en este mundo tarde o temprano. Pero tiene dos aspectos, un descenso desde arriba, un ascenso desde abajo, una auto-revelación del Espíritu, una evolución en la Naturaleza. El ascenso es necesariamente un esfuerzo, un trabajo de la Naturaleza, una incitación o esfuerzo de su parte para elevar sus partes inferiores mediante un cambio evolutivo o revolucionario, una conversión o transformación en la realidad divina y puede suceder mediante un proceso y progreso o mediante un rápido milagro. El descenso o auto-revelación del Espíritu es un acto de la suprema Realidad desde lo alto que hace posible la realización y puede aparecer bien como la ayuda divina que trae el cumplimiento del progreso y del proceso o como la sanción del milagro. La evolución, como la vemos en este mundo, es un proceso lento y difícil y, ciertamente, normalmente necesita años para alcanzar resultados permanentes; pero esto es porque está en su naturaleza una emergencia desde comienzos inconscientes, un inicio desde la nesciencia y un trabajo en la ignorancia de seres naturales por lo que parece ser una fuerza inconsciente. Puede haber, por el contrario, una evolución en la luz y no más en la oscuridad, en la cual el ser evolutivo es un participante consciente y un colaborador, y ESTO ES PRECISAMENTE LO QUE DEBE TENER LUGAR AQUÍ. Incluso en el esfuerzo y el progreso desde la Ignorancia al Conocimiento esto debe ser en parte si no totalmente el esfuerzo a hacer en las alturas de la naturaleza y debe ser totalmente eso en el movimiento final hacia el cambio espiritual, la realización, la transformación. Debe ser todavía más así cuando hay una transición a través de la línea divisoria entre la Ignorancia y el Conocimiento y la evolución es desde el conocimiento hacia un conocimiento mayor, desde la consciencia a una consciencia mayor, desde el ser a un ser mayor. Entonces ya no hay ninguna necesidad para el paso lento de la evolución ordinaria; puede haber una conversión rápida, una rápida transformación después de una transformación, lo que parecería a nuestra actual mente normal, una sucesión de milagros. Una evolución en los niveles supramentales bien podría ser de esa naturaleza; podría ser igualmente, si así lo eligiera el ser, un pasaje más calmado de un estado o condición supramental de las cosas hacia algo más allá pero aún supramental, desde un nivel divino hasta un nivel divino, una construcción de gradaciones divinas, un crecimiento libre hasta la suprema Supermente o más allá de ella hasta niveles del ser, de consciencia y Ananda no soñados todavía.
El descenso de la Supermente traerá a quien la reciba y se realice en la consciencia-verdad todas las posibilidades de la vida divina. Elevará no sólo toda la experiencia característica que ya reconocemos como constitutiva de la vida espiritual sino también todo lo que ahora excluimos de esa categoría pero que es capaz de la divinización, no excluyendo nada de la naturaleza terrestre y de la vida terrestre que pueda ser transformado por el toque de la Supermente y elevada en la vida manifestada del Espíritu. Pues una vida divina sobre la tierra no necesita ser una cosa aparte y exclusiva que no tenga nada que ver con la existencia terrestre ordinaria: elevará el ser humano y la vida humana, transformará lo que pueda ser transformado, espiritualizará lo que pueda ser espiritualizado, proyectará su influencia sobre el resto y efectuará o un cambio radical o un cambio que eleve, causará una comunión más profunda entre el universal y el individual, invadirá el ideal con la verdad espiritual de la cual es una sombra luminosa y ayudará a elevar en o hacia una existencia más grande y más alta. La mente se elevará hacia una luz más divina de pensamiento y voluntad, la vida hacia una emoción y acción más profunda y verdadera, hacia un poder de sí misma más grande, hacia objetivos y motivos altos. Lo que todavía no pueda ser elevado a su propia plena verdad de ser, será acercado a esa plenitud; lo que incluso no esté preparado para ese cambio, aún verá abierta la posibilidad a ello siempre que su todavía incompleta evolución lo haya preparado para la realización de sí mismo. Incluso el cuerpo, si puede soportar el toque de la Supermente, será más consciente de su propia verdad, –pues hay una consciencia corporal que tiene su propia verdad y poder instintivo de condición y acción correcta, incluso una especie de conocimiento oculto, no expresado, en la constitución de sus células y tejidos que un día pueden hacerse conscientes y contribuir a la transformación del ser físico. Un despertar debe producirse en la naturaleza terrestre y en la consciencia terrestre que será, sino el comienzo real, al menos la preparación efectiva y los primeros pasos de su evolución hacia un nuevo y más divino orden mundial.
Esto sería la realización de la vida divina que el descenso de la Supermente y el trabajo de la consciencia-verdad tomando toda la naturaleza del ser viviente traería en todos los que pudieran abrirse a su poder o influencia. Incluso su primer efecto inmediato se produciría en todos los que fueran capaces de la posibilidad de entrar en la consciencia-verdad y cambiar todos los movimientos de la naturaleza más y más en los movimientos de la verdad supramental, verdad de pensamiento, verdad de voluntad, verdad en los sentimientos, verdad en los actos, verdaderas condiciones de todo el ser incluso del cuerpo, finalmente transformación, un cambio divino. Para aquellos que pudieran abrirse de ese modo y permanecer abiertos, no habría ninguna limitación para este desarrollo e incluso ninguna dificultad fundamental; pues todas las dificultades serían disueltas por la presión de la luz y el poder supramentales desde arriba vertiéndose a sí mismo en la mente y en la fuerza vital y en el cuerpo. Pero el resultado del descenso supramental no necesita ser limitado a aquellos que puedan abrirse enteramente así y no necesita ser limitado al cambio supramental; podría también haber una transformación menor o secundaria del ser mental dentro del campo liberado y perfeccionado de la naturaleza mental. En lugar de la mente humana como es ahora, una mente limitada, imperfecta, abierta en cada instante a toda clase de desviaciones de la verdad o pérdida de la verdad, abierta a toda clase de errores y abierta incluso a las persuasiones de una completa falsedad y perversión de la naturaleza, una mente cegada y atraída hacia la inconsciencia y la ignorancia, difícilmente llegando al conocimiento, un intelecto inclinado a interpretar el conocimiento superior en abstracciones y figuras indirectas agarrando y reteniendo incluso los mensajes de la intuición superior con una comprensión incierta y disputada, podría emerger una mente verdadera y capaz de la libre y suprema perfección de sí misma y sus instrumentos, una vida gobernada por la mente libre e iluminada, un cuerpo que respondiera a la luz y capaz de realizar todo lo que la mente y la voluntad libres pudieran demandarle. Este cambio podría suceder no sólo en unos pocos, sino extenderse y generalizarse en la raza. Esta posibilidad, si se realizara, significaría que el sueño humano de perfección, perfección de sí mismo, de su naturaleza purificada e iluminada, de todos sus modos de acción y vida, ya no serían un sueño sino una verdad que podría hacerse realidad y la humanidad sería liberada de la sujeción de la inconsciencia y la ignorancia. La vida del ser mental podría armonizarse con la vida de la Supermente que entonces sería el orden más elevado por encima y sería incluso una extensión y anexo de la consciencia-verdad, una parte y provincia de la vida divina. Es obvio que si la Supermente está ahí y un orden de ser supramental se establece como el principio director en la naturaleza terrestre, como la mente es ahora el principio director, pero con una certeza, un gobierno completo de la existencia terrestre, una capacidad de transformación de todo por encima de su nivel y dentro de sus límites naturales de lo cual la mente en su imperfección no fue capaz, un cambio inmenso de la vida humana, incluso si no se extendiera a la transformación, sería inevitable.
Queda por considerar cuáles serían los obstáculos en el camino de esta posibilidad, especialmente aquellos ofrecidos por la naturaleza HUMANA del orden terrestre y su función como campo de una evolución gradual, en la cual nuestra humanidad es una etapa y, podría argüirse, que su misma imperfección es una necesidad evolutiva. ¿Cómo haria la Supermente por su presencia y gobierno de las cosas para poder superar esta dificultad, respetando simultáneamente el principio de gradación y si no pudiera rectificar el orden erróneo e ignorante impuesto por la Ignorancia y la Inconsciencia, sustituirlo por una gradación correcta en la que la perfección y divinización serían posibles? Ciertamente, el camino para el individuo estaría abierto, pero CUALQUIER GRUPO DE SERES HUMANOS QUE ASPIREN UNIDOS EN UN ESFUERZO POR UNA VIDA COLECTIVA PERFECTA E INDIVIDUAL Y/O ASPIREN A LA VIDA DIVINA, SERIAN ASISTIDOS HACIA LA CONSECUCION DE SU ASPIRACION: AL MENOS ESA SERIA LA MINIMA CONSECUENCIA QUE SUPONDRIA LA SUPERMENTE. Pero la posibilidad mayor está también ahí y podría incluso ofrecerse a toda la humanidad.
Nota: Este articulo esta extractado, del libro que Sri Aurobindo escribio a toda prisa antes de irse. LA MANIFESTACION SUPRAMENTAL SOBRE LA TIERRA.
SRI AUROBINDO