Uno indivisible que es existencia pura.
Chhandogya Upanishad
Cuando retiramos nuestra mirada fija de sus preocupaciones egoístas con limitados y breves intereses, y contemplamos al mundo con desapasionados y curiosos ojos que sólo buscan la Verdad, nuestro primer resultado es la percepción de una ilimitada energía de existencia infinita, de infinito movimiento , de infinita actividad difundiéndose en el Espacio sin límites, en el Tiempo eterno; una existencia que supera infinitamente nuestro ego o cualquier ego de cualquier colectividad de egos, en cuyo equilibrio los grandiosos productos de eones no son sino el polvo de un momento y en cuya incalculable suma las innumerables miríadas sólo cuentan como un insignificante enjambre. Instintivamente actuamos, sentimos y tejemos nuestros pensamientos vitales como si este estupendo movimiento del mundo trabajase en nuestro derredor, como si fuésemos el centro, y para nuestro beneficio, para nuestra ayuda o para nuestro daño, o como si la justificación de nuestros egoístas anhelos, emociones, ideas, modelos, fueran su propio negocio cuando en realidad, son nuestra propia preocupación principal. Cuando empezamos a ver, percibimos que existe para sí misma, no para nosotros, que tiene sus propios objetivos gigantescos, su idea propia compleja e ilimitada, su propio vasto deseo o deleite, que busca realizar, sus propias normas inmensas y formidables, y mira nuestra insignificancia con una suerte de indulgente e irónica sonrisa. Con todo no nos pasemos al otro extremo y formemos una idea demasiado positiva de nuestra insignificancia. Eso también sería un acto de ignorancia y cerrar nuestros ojos a los grandes hechos del universo.
Pues este ilimitado Movimiento no nos considera sin importancia para él. La Ciencia nos revela cuán minucioso es el cuidado, cuán sagaz es el mecanismo, cuán intensa es la absorción con que se entrega tanto a la ínfima de sus obras como a la máxima. Esta poderosa energía es una madre igual e imparcial, saman Brahma, en el gran término del Gita, y su intensidad y fuerza de movimiento es la misma en la formación y elevación de un sistema de soles que en la organización de la vida de un hormiguero. Es la ilusión del tamaño, de la cantidad, la que nos induce a considerar a uno como grande, al otro como pequeño. Si por el contrario tomamos en consideración no la masa de la cantidad sino la fuerza de la calidad, diremos que la hormiga es mayor que el sistema solar que habita y que el hombre es mas grande que toda la Naturaleza inanimada puesta junta. Pero esto otra vez es la ilusión de la calidad. Cuando miramos detrás y examinamos sólo la intensidad del movimiento, del cual la calidad y la cantidad son aspectos, comprendemos que este Brahman mora por igual en todas las existencias. Por igual participado por todo en su ser, y nos sentimos tentados a decir, por igual distribuido a todos en su energía. Pero esto también es una ilusión de cantidad. El Brahman mora en todos, indivisible, pero como si estuviese dividido y distribuido. Si miramos otra vez con una observadora percepción no dominada por conceptos intelectuales, sino informada por la intuición y y que culmine en el conocimiento por identidad, veremos que nuestra conciencia mental es diferente de la conciencia de esta Energía infinita, la cual es indivisible y da, no una parte igual de sí misma, sino su ser íntegro en un solo y mismo tiempo al sistema solar y al hormiguero. Para el Brahman no hay todo y partes, sino que cada cosa es todo en sí y se beneficia por el todo del Brahman. La calidad y la cantidad difieren, el ser es igual. La forma, manera y resultado de la fuerza de la acción varían infinitamente, pero la energía eterna, primaria e infinita, es la misma en todo. La potencia de la fortaleza que hace al hombre fuerte no es ni una pizca mayor que la potencia de la debilidad que hace al débil. La energía gastada es tan grande en la represión como en la expresión, en la negación como en la afirmación, en el silencio como en el sonido.
Por lo tanto, el primer cálculo que hemos de enmendar es ese, entre este Movimiento infinito, esta energía de la existencia que es el mundo y nosotros mismos. Actualmente llevamos una cuenta falsa. Somos infinitamente importantes para el Todo, pero para nosotros el Todo es insignificante; sólo nosotros somos importantes para nosotros mismos. Este es el signo de la ignorancia original que es la raíz del ego, que sólo puede pensar en sí mismo como centro, como si él fuese el Todo, y de lo que no es él mismo sólo acepta aquello que mentalmente está dispuesto a admitir, aquello a lo que se ve forzado a reconocer por los cambios extremos del entorno. Incluso cuando empieza a filosofar, ¿no afirma que el mundo sólo existe en y por su conciencia? Su propio estado de conciencia o sus modelos mentales son para él la prueba de la realidad; todo lo que esté fuera de su órbita o punto de vista se torna falso o inexistente. Esta auto-suficiencia mental del hombre crea un sistema de falso cómputo que nos impide extraer el valor correcto y pleno de la vida. Existe un sentido en el que estas pretensiones de la mente y el ego humanos reposan sobre una verdad pero esta verdad sólo emerge cuando la mente ha aprendido su ignorancia y el ego se ha sometido al Todo y ha perdido en él su separada auto-afirmación. Reconocer que nosotros, -o más bien los resultados y apariencias que llamamos nosotros mismos-, somos sólo un movimiento parcial de este Movimiento infinito y que es ese infinito el que hemos de conocer, ser conscientemente y realizar fielmente, es el comienzo de la vida verdadera. Reconocer que en nuestros verdaderos seres somos uno con el movimiento total y no menores ni subordinados es el otro lado de la cuenta, y su expresión en la manera de nuestro ser, pensamiento, emoción y acción es necesaria para la culminación de un verdadero o divino vivir.
Para sacar la cuenta hemos de conocer qué es este Todo, esta energía infinita y omnipotente. Y aquí llegamos a una nueva complicación. Pues nos lo afirma la pura razón y parece también que el Vedanta, que, así como somos subordinados y un aspecto de este Movimiento, de igual manera el movimiento es subordinado y un aspecto de algo distinto a sí mismo, de una gran intemporalidad, de Estabilidad inespacial, sthanu, que es inmutable, inextinguible e inagotable, que no actúa aunque contiene toda esta acción, no energía, sino pura existencia. Quienes sólo ven este mundo-energía pueden ciertamente declarar que tal cosa no existe; nuestra idea de una eterna estabilidad, una pura existencia inmutable es una ficción de nuestras concepciones intelectuales que parten desde una falsa idea de lo estable, pues nada hay que sea estable; todo es movimiento y nuestra concepción de lo estable es sólo un artificio de nuestra conciencia mental por la que aseguramos un punto de apoyo para tratar prácticamente con el movimiento. Es fácil demostrar que esto es cierto en el movimiento mismo. Nada hay allí que sea estable. Todo lo que parece ser estacionario es sólo un bloque de movimiento, una formulación de energía que trabaja, afectando de tal modo nuestra conciencia que parece estar quieta, del mismo modo como el planeta nos parece estar quieto; algo así como un tren en el que viajamos que parece estar parado en medio de un paisaje fugaz. ¿Pero es igualmente verdad que subyaciendo a este movimiento, sosteniéndolo, no hay nada que sea inmóvil e inmutable? ¿Es verdad que la existencia sólo consiste en la acción de la energía? ¿O no es más bien, que la energía es un resultado de la Existencia?
Vemos al mismo tiempo que si esa Existencia es como la Energía, debe ser infinita. Ni la razón, ni la experiencia, ni la intuición, ni la imaginación, nos atestiguan la posibilidad de un término final. Todo fin y principio presupone algo más allá del fin o del principio. Un fin absoluto, un principio absoluto, es no sólo una contradicción de términos, sino una contradicción de la esencia de las cosas, una violencia, una ficción. El infinito se impone sobre las apariencias de lo finito por su inextinguible auto-existencia.
Pero esto es infinito con respecto a Tiempo y Espacio, una duración eterna, una extensión interminable. La pura Razón va más allá y, mirando al Tiempo y al Espacio bajo su incolora y austera Luz propia, señala que estas dos son categorías de nuestra conciencia, condiciones bajo las cuales organizamos nuestra percepción del fenómeno. Cuando miramos a la existencia en sí misma, el Tiempo y el Espacio desaparecen. Si existe alguna extensión, no es espacial sino psicológica; y entonces es fácil ver que esta extensión y esta duración sólo son símbolos que representan a la mente algo no traducible en términos intelectuales, una eternidad que nos parece el mismo siempre-nuevo momento omni-contenedor, un infinito que nos parece el omni-penetrante punto omni-contenedor sin magnitud. Y este conflicto de términos tan violento, aunque minuciosamente expresivo de algo que percibimos, demuestra que la mente y el lenguaje traspasaron más allá sus naturales límites y pugnan por expresar una Realidad en la que sus propias convenciones y necesarias oposiciones desaparecen en una identidad inefable.
¿Pero ésta es una observación cierta? ¿No puede ser que el Tiempo y el Espacio de ese modo desaparezcan meramente porque la existencia que estamos contemplando es una ficción del intelecto, un fantástico Nihil creado por el lenguaje, que nosotros pugnamos por erigir en realidad conceptual? Contemplamos otra vez esa Existencia-en-sí-misma y decimos: No. Hay algo detrás del fenómeno no sólo infinito sino indefinible. Podemos decir que en lo Absoluto no hay ningún fenómeno, ninguno de la totalidad de los fenómenos. Incluso si reducimos todos los fenómenos a un solo fenómeno fundamental, universal e irreducible del movimiento o de la energía, obtenemos únicamente un fenómeno indefinible, no lo Absoluto. La concepción misma de movimiento lleva consigo la potencialidad de reposo y se delata como actividad de alguna existencia; la idea misma de la energía en acción lleva consigo la idea de la energía absteniéndose de la acción; y una absoluta energía que no está en acción es existencia simple y puramente Absoluta. Tenemos sólo estas dos alternativas: una pura existencia indefinible o una indefinible energía en acción y, si sólo la última es verdad, sin ninguna causa o base estable, entonces la energía es un resultado y un fenómeno generados por la acción, el movimiento que sólo es. Entonces no tenemos Existencia, o tenemos el Nihil de los budistas con la existencia como solo un atributo de un fenómeno eterno, de la Acción, del Karma, del Movimiento. Esto, -(asevera la pura razón: deja insatisfechas mis percepciones, contradice mi visión fundamental, y por lo tanto no puede ser). Pues nos lleva a un último escalón poniendo un abrupto final de un ascenso que deja toda la escalera sin apoyo, suspendida en el Vacío.
Si esta Existencia indefinible, infinita, intemporal, inespacial Es, necesariamente es un absoluto puro. No puede ser resumida en ninguna cantidad ni cantidades, no puede estar compuesta de ninguna calidad o combinación de calidades. No es un agregado de formas ni un substratum formal de formas. Si todas las formas, cantidades, calidades fueran a desaparecer, Esta permanecería. La Existencia sin cantidad, sin calidad, sin forma es no sólo concebible, sino también la única cosa que podemos concebir detrás de estos fenómenos. Necesariamente, cuando decimos que Es sin ellas, significamos que las excede, que Es algo en lo que pasan de una manera que es como si cesase de ser lo que llamamos forma, calidad, cantidad, y a partir de la Cual, ellas emergen como forma, calidad, cantidad en el movimiento. Ellas no terminan dentro de una forma, una cantidad, una calidad que sería la base de todo lo demás, —pues no hay tal cosa—, sino dentro de algo que no puede definirse con ninguno de estos términos. De ese modo todas las cosas que observamos, son condiciones y apariencias del movimiento, y ocurren dentro de Eso, desde lo que han llegado y allí, en Eso, siguen existiendo, llegando a ser “algo” que ya no podría describirse con los términos que son apropiados para ellas en el movimiento. Por lo tanto, decimos que la pura existencia es un Absoluto y en sí mismo incognoscible por parte de nuestro pensamiento aunque podamos regresar al mismo en una suprema identidad que trascienda los términos del conocimiento. El movimiento, la manifestación, por el contrario, es el campo de lo relativo y aun mediante la definición misma de lo relativo todas las cosas en el movimiento contienen al Absoluto, son contenidas en el Absoluto y son el Absoluto. La relación de los fenómenos de la Naturaleza con el éter fundamental -que es contenido en ellos, los constituye, los contiene y, con todo, es tan diferente de ellos que, entrando en él, ellos cesan de ser lo que ahora son-, es la ilustración dada por el Vedanta como lo que más aproximadamente representa esta identidad en la diferencia entre lo Absoluto y lo relativo.
Necesariamente, cuando hablamos de cosas que pasan dentro de lo que han provenido, estamos usando el lenguaje de nuestra conciencia temporal y debemos precavernos contra sus ilusiones. El emerger del movimiento desde lo Inmutable es un fenómeno eterno y sólo se debe a que no podemos concebirlo en ese sin-inicio, sin-fin, siempre-nuevo momento que es la eternidad de lo Sin-Tiempo, que nuestras nociones y percepciones son obligadas a ubicarlo en una eternidad temporal, de duración sucesiva, a la que se fijan las ideas de un siempre recurrente principio, medio y fin.
Pero todo esto, puede decirse, es sólo válido en la medida que aceptemos los conceptos de la razón pura y permanezcamos sujetos a ella. Mas los conceptos de la razón no tienen fuerza obligatoria. Debemos juzgar la existencia no por lo que mentalmente concebimos, sino por lo que vemos que existe. Y la forma más pura y libre de intuición de la existencia tal como es, no nos muestra nada, salvo movimiento. Dos cosas solas existen: movimiento en el Espacio, movimiento en el Tiempo; el primero objetivo, el último subjetivo. La extensión es real; la duración es real; Espacio y Tiempo son reales. Aunque podamos mirar detrás de la extensión en el Espacio, -(y percibirlo como un fenómeno psicológico, como un intento de la mente para tornar manipulable la existencia, distribuyendo el indivisible todo en un Espacio conceptua)l-, aún no podemos ir detrás del movimiento de la sucesión y cambio del Tiempo. Pues esa es la materia misma de nuestra conciencia. Nosotros somos y el mundo es un movimiento que continuamente progresa y aumenta por la inclusión de todas las sucesiones del pasado en un presente que se representa ante nosotros como el principio de todas las sucesiones del futuro, -un principio, un presente que siempre nos elude porque no es, pues ha perecido antes de nacer-. Lo que es, es la eterna, indivisible sucesión del Tiempo, llevando en su corriente un progresivo movimiento de la conciencia también indivisible . La duración, pues, -el movimiento eternamente sucesivo y el cambio en el Tiempo-, es el único absoluto. El devenir es el único ser.
En realidad, esta oposición de la introspección intuitiva real del ser con las ficciones conceptuales de la pura Razón es una falacia. Si en verdad la intuición en esta materia se opusiese realmente a la inteligencia, no podríamos con confianza sostener un razonamiento meramente conceptual contra la fundamental introspección intuitiva. Mas esta apelación a la experiencia intuitiva es incompleta. Es sólo válida en la medida en que prosigue, y yerra al detenerse de repente cortando la experiencia integral. En la medida en que la intuición se establece sólo sobre lo que nos acontece, nos vemos como una progresión continua de movimiento y cambio de la conciencia en la eterna sucesión del Tiempo. Somos el río, la llama de la ilustración budista. Más existe una experiencia suprema y una intuición suprema por la que miramos por detrás de nuestro yo superficial y descubrimos que este devenir, mutación, sucesión, son sólo un modo de nuestro ser y que en nosotros existe aquello que no está de ningún modo envuelto en el devenir. No sólo podemos tener la intuición de esto que es estable y eterno en nosotros; no sólo podemos vislumbrarlo en la experiencia detrás del velo de los continuamente fugaces acontecimientos, sino que también podemos retrotraernos a Eso y vivir en Eso enteramente, efectuando de ese modo un cambio íntegro en nuestra vida externa, y en nuestra actitud, y en nuestra acción sobre el movimiento del mundo. Y esta estabilidad, en la que podemos vivir de esa manera, es precisamente la que ya nos dio la Razón pura, aunque puede llegarse a ella sin razonar para nada, sin saber previamente qué es, -es pura existencia, eterna, infinita, indefinible, no afectada por la sucesión del Tiempo, no envuelta en la extensión del Espacio, más allá de la forma, de la cantidad, de la calidad-, Ser-en-sí único y absoluto.
Entonces el puro existente es un hecho y no un mero concepto; es la realidad fundamental. Pero, apresurémonos a añadir, el movimiento, la energía, el devenir, son también un hecho, también una realidad. La intuición suprema y su correspondiente experiencia pueden corregir esta otra realidad, pueden ir más allá, pueden suspenderla pero no abolirla. Por lo tanto, tenemos dos hechos fundamentales de la existencia pura y del mundo-existencia, un hecho del Ser, un hecho del Devenir. Es fácil negar uno u otro; reconocer los hechos de la conciencia y averiguar su relación es la sabiduría verdadera y provechosa.
La estabilidad y el movimiento, debemos recordarlo, son sólo nuestras representaciones psicológicas del Absoluto, tal como son unidad y multitud. El Absoluto está más allá de la estabilidad y del movimiento pues está más allá de la unidad y la multiplicidad. Pero funda su eterno equilibrio en el uno y en lo estable, y gira en torno de sí mismo, infinitamente, inconcebiblemente, pleno de seguridad en lo móvil y multitudinario. El mundo-existencia es la danza extática de Shiva que multiplica el cuerpo del Dios innumerablemente ante la visión: deja esa blanca existencia precisamente donde estaba y como era, siempre es y siempre será; su único objeto absoluto es la dicha de bailar.
Mas como no podemos describir ni pensar en el Absoluto en sí mismo, más allá de la estabilidad y el movimiento, más allá de la unidad y la multitud, —y ese no es asunto nuestro— debemos aceptar el hecho doble, admitir a ambos, a Shiva y a Kali , y procurar saber qué es este inmedible Movimiento en el Tiempo y el Espacio, con respecto a esa pura Existencia, intemporal e inespacial, única y estable, a la que son inaplicables la medida y la ausencia-de-medida. Hemos visto lo que la Razón pura, la intuición y la experiencia tienen que decir acerca de la Existencia pura, acerca de Sat; ¿Qué tienen que decir acerca de la Fuerza, acerca del Movimiento, acerca de Shakti?
Y lo primero que tenemos que preguntarnos es si esa Fuerza es simplemente fuerza, simplemente una ininteligente energía del movimiento o si la conciencia que parece emerger fuera, en este mundo material en el que vivimos, no es meramente uno de sus resultados fenoménicos sino más bien su propia naturaleza verdadera y secreta. En términos Vedánticos, ¿la Fuerza es simplemente Prakriti, solamente un movimiento de acción y proceso, o Prakriti es realmente el poder de Chit, en su fuerza natural de auto-conciencia creativa? Todo lo demás gira en torno a este problema esencial.