La energía pránica es la vida de las criaturas; por eso se dice que es el principio universal de la vida.
Taittiriya Upanishah
Percibimos, entonces, lo que la Mente es en su origen divino y como se relaciona con la Verdad-conciencia, —(la Mente, el más elevado de los tres principios inferiores que constituyen la existencia humana)–. Es una acción especial de la conciencia divina, o más bien la trenza final de su creadora acción total. Capacita al Purusha para mantener separadas las relaciones de las diferentes formas y fuerzas de sí mismo, una con respecto a la otra; crea las diferencias fenoménicas que, para el alma individual caída de la Verdad-conciencia, toman la apariencia de divisiones radicales, y esa perversión original es progenitora de todas las perversiones resultantes, que nos impresionan como contrarias dualidades y oposiciones propias de la vida del Alma en la Ignorancia. Mas en la medida en que no está separada de la Supermente, sostiene, no perversiones ni falsedades, sino la obra variada de la Verdad universal.
La Mente aparece así como una creadora agencia cósmica. Esta no es la impresión que normalmente tenemos de nuestra mentalidad; más bien la consideramos en principio, como un órgano perceptivo, perceptivo de las cosas ya creadas por la Fuerza que trabaja en la Materia, y el único originar que le permitimos es una creación secundaria de nuevas formas combinadas de las ya desarrolladas por la Fuerza en la Materia. Mas el conocimiento que ahora recuperamos, auxiliados por los últimos descubrimientos de la Ciencia, empieza a demostrarnos que, en esta Fuerza y en esta Materia, hay una Mente subconsciente trabajando que es ciertamente responsable de su propio emerger, primero en las formas de la vida y luego en las formas de la mente misma; primero en la conciencia nerviosa de la vida-de-la-planta y del animal primitivo, luego en la mentalidad siempre-en-desarrollo del animal evolucionado y del hombre. Y así como hemos ya descubierto que la Materia es solo sustancia-forma de la Fuerza, de igual manera descubriremos que la Fuerza material es solo energía-forma de la Mente. La fuerza material es, de hecho, una operación subconsciente de la Voluntad; la Voluntad que trabaja en nosotros en lo que parece ser luz, aunque en verdad no es más que media-luz, y la Fuerza material que trabaja en lo que a nosotros nos parece ser una tiniebla de in-inteligencia, son en realidad y en esencia la misma, tal como el pensamiento materialista siempre instintivamente ha sentido dado el equivocado o inferior final de las cosas en esta concepción, y como el conocimiento espiritual que trabaja desde la cima hace mucho tiempo descubrió. Por lo tanto, podemos decir que es una subconsciente Mente o Inteligencia que, manifestando la Fuerza como su poder-directriz, su Naturaleza ejecutiva, su Prakriti, ha creado este mundo material.
Mas dado que, como ahora hemos descubierto, la Mente no es una entidad independiente y original sino sólo una operación final de la Verdad-conciencia o Supermente, por lo tanto, dondequiera esté la Mente, allí debe estar la Supermente. La Supermente o la Verdad-conciencia es la real agencia creadora de la Existencia universal. Incluso cuando la Mente está en su propia conciencia oscurecida, separada de su fuente, ese movimiento mayor está siempre en las actividades de la Mente, forzándolas a preservar su correcta relación, evolucionando de ellas los resultados inevitables que portan en sí mismas, produciendo el árbol correcto a partir de la correcta semilla, ella compele también las operaciones de una cosa tan densa, inerte y oscurecida como la Fuerza material para resultar en un mundo de Ley, orden y correcta relación no de cambiante azar y caos. Obviamente, este orden y relación correcta solo puede ser relativo y no el supremo orden y la suprema exactitud que reinaría si la Mente no estuviese en su propia Conciencia separada de la Supermente; es una disposición, un orden de los resultados correcto y apropiado a la acción de la Mente divisora y su creación de oposiciones separativas, sus duales lados contrarios de la Verdad única. La Conciencia Divina, habiendo concebido y puesto en actividad, la Idea de esta dual o dividida representación de Sí, deduce de ella en la real-idea y extrae prácticamente de ella en la sustancia de la vida, mediante la gobernante acción de la completa Verdad-conciencia que está detrás de ella, su propia verdad inferior o resultado inevitable de la variada relación. Para esto está en el mundo la naturaleza de la Ley o de la Verdad que es la precisa actividad o extracción de lo que está contenido en el ser, implícito en la esencia y naturaleza de la cosa misma, latente en su auto-ser y auto-ley, svabhava y svadharma, tal como los ve el Conocimiento Divino. Para usar una de esas maravillosas formulas del Upanishad que contiene un mundo de conocimiento en pocas reveladoras palabras, es el Autoexistente quien, –como vidente y pensador presente en el devenir por doquier , ha dispuesto en Sí todas las cosas correctamente desde eternos años de acuerdo a la verdad de lo que son.
Consecuentemente, el triple mundo en que vivimos, el mundo de Mente-Vida-Cuerpo es triple solamente en su presente estado de evolución. La vida envuelta en la Materia ha emergido en la forma de pensar y en la mentalidad de la vida consciente. Pero con la Mente, envuelta en ella y por lo tanto en la Vida y en la Materia, está la Supermente, que es el origen y la rectora de las otras tres, y ésta también debe emerger. Buscamos una inteligencia en la raíz del mundo, porque la inteligencia es el supremo principio del que tenemos conocimiento y que nos parece gobernar y explicar toda nuestra propia acción y creación y, por lo tanto, si existe una Conciencia en el universo, presumimos que debe ser una Inteligencia, una Conciencia mental. Mas la inteligencia sólo percibe, refleja y usa, dentro de la medida de su capacidad, la obra de una Verdad del ser superior a ella; el poder que está detrás de esas obras debe, por lo tanto, ser otra forma superior de la Conciencia apropiada a esa Verdad. De modo acorde, hemos de enmendar nuestro concepto y afirmar que ha creado este universo material, no una Mente o Inteligencia subconsciente, sino una envuelta Supermente que pone a la Mente delante de sí como la inmediata forma especial de su conocimiento-voluntad subconsciente en la Fuerza, y usa la material Fuerza o Voluntad subconscientes en la sustancia del ser como su Naturaleza ejecutiva o Prakriti.
Pero vemos que aquí la Mente está manifestada en una especialización de la Fuerza a la que damos el nombre de Vida. ¿Qué es entonces la Vida? ¿Y qué relación tiene con la Supermente, con esta suprema trinidad de Sachchidananda activo en la creación por medio de la Real-Idea o Verdad-conciencia? ¿Desde qué principio en la Trinidad toma su nacimiento? ¿O por qué necesidad, divina o no-divina, de la Verdad o de la ilusión, viene a ser? La Vida es un mal, hace resonar a través de los siglos el antiguo grito, una ilusión, un delirio, una locura de la que tenemos que huir hacia el reposo del ser eterno. ¿Es así? ¿Y por qué entonces es así? ¿Por qué el Eterno infligió caprichosamente este mal, trajo este delirio o locura sobre Sí o sobre las criaturas que alcanzaron el ser por Su terrible Maya omni-engañosa? ¿O es más bien algún principio divino que se expresa así, algún poder del Deleite del ser eterno que ha de expresarse y, de esa manera, se ha proyectado dentro del Tiempo y el Espacio en esta constante erupción de millones y millones de formas de vida que pueblan los incontables mundos del universo?
Cuando estudiamos esta Vida como se manifiesta en la Tierra con la Materia como base, observamos que esencialmente es una forma de la cósmica Energía única, un movimiento o corriente dinámica de energía positiva y negativa, un constante acto o juego de la Fuerza que construye formas, las dinamiza mediante una continua corriente de estimulación y las mantiene mediante un incesante proceso de desintegración y renovación de su sustancia. Esto tendería a demostrar que la distinción natural que hacemos entre la muerte y la vida es un error de nuestra mentalidad, una de esas falsas oposiciones, –(falsas para la verdad interior aunque válidas en la superficial experiencia práctica)–, que, engañada por las apariencias, constantemente se introduce en la unidad universal. La muerte carece de realidad excepto como un proceso de la vida. Desintegración de sustancia y renovación de sustancia, mantenimiento de forma y cambio de forma, son los procesos constantes de la vida, la muerte es simplemente una desintegración rápida sometida a la necesidad de la vida de cambio y variación de la experiencia en la forma. Incluso en la muerte del cuerpo no hay cesación de Vida, sólo se interrumpe lo material de una forma de vida para servir como material a otras formas de vida. De modo parecido, podemos estar seguros, en la uniforme ley de la Naturaleza, que si hay en la forma corporal una energía mental o psíquica, esa tampoco es destruida sino sólo interrumpida en una forma para asumir otras mediante algún proceso de metempsicosis o nueva animación en otro cuerpo. Todo se renueva, nada perece.
Podría afirmarse como una consecuencia que hay una Vida omni-penetrante o energía dinámica, —(el aspecto material es sólo su más externo movimiento)–, que crea todas estas formas del universo físico, Vida imperecedera y eterna que, incluso si se aboliese por completo la figura del universo, seguiría todavía existiendo y podría producir un nuevo universo en su lugar, y que debe en verdad, –(a menos que sea replegada a un estado de reposo por algún Poder superior o que se retrajese)–, seguir inevitablemente creando. En ese caso la Vida no es nada más que la Fuerza que construye, mantiene y destruye las formas en el mundo; es la Vida que se manifiesta en la forma de la tierra así como en la planta que crece sobre la tierra y los animales que sostienen su existencia devorando la fuerza-vital de la planta o de otro animal. Toda la existencia es aquí Vida universal que toma la forma de Materia. Podría, para esa finalidad, esconder el proceso-vital en el proceso físico antes de emerger como sensibilidad sub-mental y vitalidad mentalizada, pero aun sería por completo el mismo creador principio-de-Vida.
Se dirá, sin embargo, que esto no es lo que conocemos como vida; llamamos vida a un particular resultado de la fuerza universal con la que estamos familiarizados y que se manifiesta sólo en el animal y en la planta, pero no en el metal, la piedra, el gas; opera en la célula animal pero no en el puro átomo físico. Debemos, por lo tanto, a fin de estar seguros en nuestro terreno, examinar en qué consiste precisamente este particular resultado del juego de la Fuerza que llamamos vida y cómo difiere de ese otro resultado del juego de la Fuerza en las cosas inanimadas que, según decimos, no es la vida. Al mismo tiempo vemos que aquí en la tierra hay tres reinos del juego de la Fuerza: el reino animal de la antigua clasificación al cual pertenecemos; el vegetal; y por último el simple material vacío, según estimamos, de vida. ¿Cómo difiere la vida en nosotros de la vida de la planta, y la vida de la planta de la no-vida, digamos, del metal, el reino mineral de la vieja fraseología, o de ese nuevo reino químico que la Ciencia ha descubierto?
Ordinariamente, cuando hablamos de vida, nos referimos a la vida animal, la que se mueve, respira, come, siente, desea, y, si hablamos de la vida de las plantas, fue casi como una metáfora más que como realidad, pues la vida vegetal fue considerada como un proceso puramente material más bien que como fenómeno biológico. Especialmente hemos asociado la vida con la respiración; la respiración es vida, se dice en todo idioma, y la fórmula es cierta si cambiamos nuestro concepto de lo que queremos decir con Aliento de Vida. Pero es evidente que la moción o locomoción espontáneas, respirar, comer, son sólo procesos de la vida y no la vida misma; son medios para la generación o liberación de esa energía constantemente estimulante que es nuestra vitalidad, y para ese proceso de desintegración y renovación por la que sostiene nuestra propia existencia sustancial; mas estos procesos de nuestra vitalidad pueden mantenerse de modos distintos a nuestra respiración y nuestros medios de sustento. Es un hecho probado que incluso la vida humana puede mantenerse en el cuerpo, con plena conciencia, habiéndose suspendido temporalmente la respiración, el latido del corazón y otras condiciones que antes se consideraban esenciales. Y se han planteado nuevas evidencias de fenómenos estableciendo que la planta, a la que todavía negamos cualquier reacción consciente, tiene al menos vida física idéntica a la nuestra e incluso esencialmente organizada como la nuestra, aunque diferente en su aparente organización. Si se prueba que esto es cierto, debemos barrer por completo nuestros antiguos conceptos, fáciles y falsos, yendo más allá de síntomas y exterioridades, hasta llegar a la raíz del asunto.
En algunos descubrimientos recientes que, si son aceptadas sus conclusiones, deben arrojar una intensa luz sobre el problema de la Vida en la Materia, un gran físico indostaní ha llamado la atención sobre la respuesta al estimulo como un signo infalible de la existencia de vida. En especial es el fenómeno de la vida-vegetal el que resultó iluminado por sus datos e ilustrado en todas sus sutiles funciones; pero no debemos olvidar que en el punto esencial afirmó en los metales al igual que en la planta, la misma prueba de vitalidad, la respuesta al estimulo, el estado positivo de la vida y su estado negativo que llamamos muerte. No ciertamente con la misma abundancia, no como para demostrar una esencialmente idéntica organización de la vida; pero es posible que si se descubriesen instrumentos correcta y suficientemente ajustados y precisos se descubrirían más puntos de semejanza entre la vida del metal y la de la planta, e incluso si se probase no ser así, esto podría significar que la misma u otra organización vital está ausente, pero los principios de vitalidad todavía podrían estar allí. Pero si la vida, aunque rudimentaria en sus síntomas, existe en el metal, debe admitirse como presente, velada quizás, o básica y elemental en la tierra u otras existencias materiales afines al metal. Si podemos seguir más adelante nuestras investigaciones, no obligados a detenernos donde fracasen nuestros medios inmediatos de investigación, podemos estar seguros por nuestra invariable experiencia de la Naturaleza que las investigaciones así emprendidas nos probarán, al fin, que no hay interrupción, ni rígida línea demarcatoria entre la tierra y el metal formado en ella, ni entre el metal y la planta y, prosiguiendo más adelante con la síntesis, que no hay ninguna diferencia tampoco entre los elementos y átomos que constituyen la tierra o el metal ni entre el metal o la tierra que ellos constituyen. Cada paso de esta gradual existencia prepara el siguiente, mantiene en si lo que aparece en el que sigue. La Vida está por doquier, secreta o manifiesta, organizada o elemental, envuelta o evolucionada, pero universal, omni-penetrante, imperecedera, difiriendo sólo sus formas y organizaciones.
Debemos recordar que la respuesta física al estímulo es sólo un signo externo de la vida, así como lo son la respiración y la locomoción en nosotros. El experimentador aplica un estímulo excepcional y obtiene vívidas respuestas que de inmediato podemos reconocer como índices de vitalidad en el objeto del experimento. Mas durante toda su existencia la planta está respondiendo incesantemente a una constante masa de estimulación de parte de su entorno; vale decir, existe en ella una fuerza constantemente mantenida que es capaz de responder a la aplicación de la fuerza que llega desde su entorno. Se dice que la idea de una fuerza vital en la planta u otro organismo vivo ha sido destruida por estos experimentos. Pero cuando decimos que se ha aplicado un estímulo a la planta, queremos decir que una energética fuerza, una fuerza en movimiento dinámico ha sido dirigida sobre ese objeto, y cuando decimos que se obtiene una respuesta, queremos decir que una energética fuerza capaz de movimiento dinámico y de vibración sensitiva responde al choque. Hay una recepción y replica vibrantes, al igual que una voluntad de crecer y ser, indicativa de una organización sub-mental y vital-física de la conciencia-fuerza oculta en la forma del ser. Entonces, el hecho parecería ser que así como hay una constante energía dinámica en movimiento en el universo que toma diversas formas materiales más o menos sutiles o densas, de igual modo en cada cuerpo u objeto físico, planta, animal o metal, está almacenada y activa la misma constante fuerza dinámica; un cierto intercambio de estas dos nos da los fenómenos que asociamos con la idea de la vida. Esta es la acción que reconocemos como acción de Energía-Vida y eso que es tan energético para sí mismo es la Fuerza-Vida, La Energía-Mente, la Energía-Vida, la Energía material, son diferentes dinamismos de una sola Fuerza-Mundo.
Aunque una forma nos parezca muerta, todavía existe en ella esta fuerza en potencialidad por más que sus familiares operaciones de vitalidad estén suspendidas y a punto de concluir permanentemente. Dentro de ciertos límites, lo que está muerto puede revivirse; las operaciones habituales, la respuesta, la circulación de la energía activa puede restaurarse; y esto prueba que lo que llamamos vida está aún en el cuerpo, latente, es decir, no activa en sus hábitos usuales, sus hábitos de ordinario funcionamiento físico, sus hábitos de juego y respuesta nerviosos, sus hábitos en lo animal de la consciente respuesta mental. Es difícil suponer que exista una entidad distinta llamada vida que haya salido por completo del cuerpo y que vuelva otra vez a éste cuando siente -¿cómo, dado que no hay nada que la conecte con el cuerpo?— que alguien está estimulando la forma. En ciertos casos, como en la catalepsia, vemos que los externos signos y operaciones físicas de la vida están suspendidos, pero la mentalidad está allí auto-poseída y consciente aunque incapaz de compeler las usuales respuestas físicas. Ciertamente no se trata del hecho de que el hombre esté físicamente muerto pero mentalmente vivo, o de que la vida haya escapado del cuerpo mientras la mente todavía lo habita, sino solo de que el ordinario funcionamiento físico está suspendido, mientras el mental está aún activo.
Asimismo, en ciertas formas de trance, están suspendidas las funciones físicas y las mentales externas, pero después retoman su actividad, en algunos casos mediante estimulación externa, y más normalmente mediante un retorno espontáneo a la actividad desde dentro. Lo que realmente ha sucedido es que la fuerza-mental superficial ha sido retirada dentro de la mente subconsciente y la superficial fuerza-vital ha sido retirada también dentro de la vida sub-activa y, o bien el hombre todo se ha deslizado dentro de la existencia subconsciente o bien, ha retirado su vida externa a la existencia subconsciente mientras que su ser interior ha sido elevado hasta dentro del super-consciente. Pero nuestro punto capital consiste ahora en que la Fuerza, cualquiera que sea, que mantiene la energía dinámica o vida en el cuerpo, ha suspendido ciertamente sus operaciones externas pero aún informa la organizada sustancia. Sin embargo, llega un punto en el que ya no es posible restaurar las actividades suspendidas; y esto ocurre cuando, o bien se ha infligido al cuerpo una lesión tal que lo inutilice o incapacite para su funcionamiento habitual o bien, si no media tal lesión, cuando empezó el proceso de desintegración, es decir, cuando la Fuerza que debería renovar la acción-vital llega a ser por completo inerte ante la presión de las fuerzas del entorno con cuya masa de estímulos acostumbra mantener un constante intercambio. Incluso entonces existe Vida en el cuerpo, pero una Vida que sólo está ocupada en el proceso de desintegrar la sustancia formada de modo que pueda escapar en sus elementos y constituir con ellos nuevas formas. La Voluntad en la fuerza universal que mantuvo la cohesión de la forma, ahora se retira de la constitución, y sostiene, en su lugar, un proceso de dispersión. Hasta ese momento no tiene lugar la muerte real del cuerpo.
Entonces, la Vida es el juego dinámico de una Fuerza universal, una Fuerza en la que la conciencia mental y la vitalidad nerviosa son, de alguna forma o, al menos en su principio, siempre inherentes y por lo tanto se presentan y organizan en nuestro mundo en las formas de la Materia. El juego-vital de esta Fuerza se manifiesta como un intercambio de estimulación y respuesta a la estimulación entre las diferentes formas que ha construido y en las que mantiene su constante pulso dinámico; cada forma absorbe constantemente y emite nuevamente el hálito y la energía de la Fuerza común; cada forma se alimenta con eso y se nutre con eso por variados medios, ya sea indirectamente absorbiendo de otras formas en las que está almacenada la energía o bien directamente absorbiendo las descargas dinámicas que recibe del exterior. Todo esto es el juego de la Vida; pero principalmente lo reconocemos donde la organización de él nos es suficiente para que percibamos sus movimientos más externos y complejos, y especialmente donde participa del tipo nervioso de energía vital que pertenece a nuestra propia organización. Es por esta razón que estamos prestos a admitir la vida en la planta porque hay evidentes fenómenos de vida, —(y esto llega a ser más fácil todavía si puede demostrarse que manifiesta síntomas de nerviosidad y tiene un sistema vital no muy diferente del nuestro)—, pero no queremos reconocerla en el metal, en la tierra y en el átomo químico donde estos desarrollos fenoménicos pueden detectarse con dificultad o aparentemente no existir.
¿Existe alguna justificación para elevar esta distinción a una diferencia esencial? ¿Cuál es, por ejemplo, la diferencia entre la vida en nosotros y la vida en la planta? Apreciamos que difieren, primero, en nuestra posesión del poder de locomoción que nada tiene que ver, evidentemente, con la esencia de la vitalidad, y segundo, en nuestra posesión de la sensación consciente que, por lo que hasta ahora conocemos, aun no esta evolucionada en la planta. Nuestras respuestas nerviosas se acompañan en gran medida, aunque de ningún modo siempre ni en su totalidad, de la respuesta mental de la sensación consciente; ellas tienen un valor para la mente al igual que para el sistema nervioso y para el cuerpo agitado por la acción nerviosa. En la planta parecería que hay síntomas de sensación nerviosa, incluidos los que en nosotros se traducirían como placer y dolor, vigilia y sueño, exaltación, embotamiento y fatiga, y el cuerpo está agitado interiormente por la acción nerviosa, mas no hay signo de la real presencia de sensación mentalmente consciente. Mas la sensación es mentalmente consciente o vitalmente sensitiva, y es una forma de la conciencia. Cuando la planta sensitiva se sobrecoge ante un contacto parece que es afectada nerviosamente, que algo en ella no gusta de ese contacto y procura apartarse de él; hay, en una palabra, una sensación subconsciente en la planta, tal como hay, ya lo hemos visto, operaciones subconscientes de la misma clase en nosotros. En el sistema humano es muy posible traer a la superficie estas percepciones y sensaciones subconscientes mucho después de haber sucedido y haber cesado de afectar el sistema nervioso; y una siempre creciente masa de evidencias ha establecido irrefutablemente la existencia de una mentalidad subconsciente en nosotros, mucho más vasta que la consciente. El mero hecho de que la planta carezca de mente superficialmente vigilante que pueda despertarse para evaluar sus sensaciones subconscientes, no crea diferencia a la identidad esencial de los fenómenos. Siendo los fenómenos los mismos, la cosa que manifiestan debe ser la misma, y esa cosa es una mente subconsciente. Y es muy posible que exista una más rudimentaria operación vital del subconsciente sentido-mente en el metal, aunque en el metal no exista agitación corporal correspondiente a la respuesta nerviosa; mas la ausencia de agitación corporal no crea una diferencia esencial para la presencia de vitalidad en el metal así como la ausencia de locomoción corporal no crea una diferencia esencial para la presencia de vitalidad en la planta.
¿Qué sucede cuando lo consciente se convierte en subconsciente en el cuerpo o lo subconsciente se torna consciente? La diferencia real estriba en la absorción de la energía consciente en parte de su trabajo, en su concentración más o menos exclusiva. En ciertas formas de concentración, lo que llamamos la mentalidad, vale decir, el Prajnana o conciencia aprehensiva cesa, casi o por completo, de actuar conscientemente; con todo la actividad del cuerpo, de los nervios y del sentido-mente continua constante y perfecta, pero sin ser notada; todo se ha tornado subconsciente y la mente está luminosamente activa sólo en una actividad o cadena de actividades. Cuando escribo, el acto físico de escribir es hecho, en su mayor parte y a veces por completo, por la mente subconsciente; el cuerpo efectúa, inconscientemente, según decimos, ciertos movimientos nerviosos; la mente está despierta sólo para el pensamiento con él que está ocupada. El hombre todo puede ciertamente hundirse en el subconsciente; con todo, los movimientos habituales que implican la acción de la mente pueden continuar, como en muchos fenómenos de sueño; o dicho hombre puede elevarse al super-consciente y aún así, estar activo con la mente subliminal en el cuerpo, como en ciertos fenómenos de samadhi o trance yóguico. Es evidente, entonces, que la diferencia entre la sensación de la planta y nuestra sensación estriba simplemente en que en la planta la Fuerza consciente que se manifiesta en el universo aun no emergió del todo desde el sueño de la Materia, desde la absorción que divide por entero la Fuerza trabajadora de su fuente de trabajo en el conocimiento super-consciente, y por lo tanto hace subconscientemente lo que hará conscientemente cuando emerja en el hombre desde su absorción y empiece a despertar, aunque aún indirectamente, a su conocimiento-yo. Realiza exactamente las mismas cosas pero de modo distinto y con un diferente valor en términos de conciencia.
Está llegando a ser posible ahora concebir que en el mismísimo átomo hay algo que llega a ser en nosotros una voluntad y un deseo, hay una atracción y repulsión que, aunque fenoménicamente distintas, son en esencia la misma cosa que gusto y disgusto en nosotros mismos, pero son, como decimos, inconscientes o subconscientes. Esta esencia de voluntad y deseo es evidente por doquier en la Naturaleza y, aunque esto aun no está suficientemente contemplado, voluntad y deseo están asociados ciertamente con la expresión de un sentido e inteligencia subconscientes, o si se prefiere, inconscientes o bastante involucionados que están, igualmente, extendidos. Presente en cada átomo de Materia, todo esto está necesariamente presente en cada cosa formada por la agregación de aquellos átomos; y están presentes en el átomo porque están presentes en la Fuerza que construye y constituye al átomo. Esa Fuerza es fundamentalmente el Chit-Tapas o Chit-Shakti del Vedanta, conciencia-fuerza, inherente fuerza consciente del ser-consciente, que se manifiesta como energía nerviosa plena de sensación submental en la planta; como deseo-sentido y deseo-voluntad en las formas animales primarias; como sentido auto-consciente y fuerza en el animal desarrollado; como voluntad y conocimiento mentales coronando todo el resto en el hombre. La Vida es una escala de la Energía universal en la que se dirige la transición desde inconciencia a conciencia; es un poder intermedio de ella, latente o sumergido en la Materia, liberada por su propia fuerza en el ser submental, liberada finalmente por el emerger de la Mente en la plena posibilidad de su dinámica.
Aparte de todas las otras consideraciones, esta conclusión se impone corno necesidad lógica si observamos incluso el proceso superficial del emerger a la luz del tema evolutivo. Es evidente en sí mismo que la Vida en la planta, aunque organizada de modo distinto que en el animal, es con todo el mismo poder, señalado por nacimiento, crecimiento y muerte, propagación mediante semilla, muerte por decadencia, enfermedad o violencia, mantenimiento por absorción de elementos nutricios del exterior, dependencia de la luz y el calor, productividad y esterilidad, incluso estados de sueño y vigilia, energía y depresión del dinamismo-vital, paso desde la infancia a la madurez y vejez; la planta contiene, además, las esencias de la fuerza de la vida y es, por lo tanto, alimento natural de las existencias animales. Si se acepta que tiene sistema nervioso y reacciones ante los estímulos, es decir, un principio o corriente subyacente de sensaciones submentales o puramente vitales, la identidad se torna más próxima; pero aun queda evidentemente una etapa de evolución vital intermedia entre la existencia animal y la Materia «inanimada». Esto es precisamente lo que debe esperarse si la Vida es una fuerza evolucionando a partir de la Materia y culminando en la Mente, y, si es eso, entonces estamos obligados a suponer que ya existe en la Materia misma sumergida o latente en la subconciencia o inconsciencia materiales. Porque ¿de dónde más puede emerger? La evolución de la Vida en la materia supone una previa involución de ella allí, a no ser que supongamos que sea una nueva creación mágicamente e inexplicablemente introducida en la Naturaleza. Si es eso, debe ser una creación a partir de la nada o un resultado de operaciones materiales que no se explica para nada por las operaciones mismas o por cualquier elemento de ellas que sean de naturaleza afín; o, concebiblemente, puede ser un descenso desde algún plano suprafísico por encima del universo material. Las dos primeras suposiciones pueden descartarse como concepciones arbitrarias; la ultima explicación es posible y bastante concebible, y conforme a la visión oculta de las cosas es cierto que, una presión desde algún plano de la Vida por encima del universo material, ha ayudado al afloramiento de la vida aquí. Pero esto no excluye el origen de la vida desde la Materia misma como movimiento primario y necesario; pues la existencia de un mundo-Vital o plano-Vital por encima del material no conduce de por si al emerger de la Vida en la materia, a no ser que el plano-Vital exista como etapa formativa en un descenso del Ser a través de diversos grados o poderes de si dentro de la Inconsciencia con el resultado de una involución de si con todos estos poderes en la Materia para una evolución y emerger posteriores. Que los signos de esta vida sumergida sean posibles de descubrir, –(desorganizados o rudimentarios)–, en las cosas materiales, o tales signos no existan porque esta Vida involucionada se halla en pleno sueño, no es cuestión de capital importancia. La Energía material que agrega, forma y desagrega es el mismo Poder en otro grado de sí que esa Energía-Vital que se expresa en el nacimiento, el crecimiento y la muerte, así como mediante su realización de las obras de la Inteligencia en una subconciencia sonámbula se delata como el mismo Poder que en otro grado alcanza el estado de la Mente; su carácter mismo demuestra que contiene en si, –(aunque no todavía en sus característicos organización o proceso)–, los aún no liberados poderes de la Mente y la Vida.
La Vida entonces se revela como esencialmente la misma por doquier, desde el átomo hasta el hombre; el átomo conteniendo el material y el movimiento subconscientes del ser que se liberan en la conciencia en el animal, con la vida vegetal en una etapa intermedia de la evolución. La Vida es realmente una operación universal de la Fuerza-Consciente que actúa subconscientemente sobre y en la Materia; es la operación que crea, mantiene, destruye y recrea formas o cuerpos, y procura, –(mediante el juego de la fuerza-nerviosa, es decir, mediante corrientes de intercambio de estimulante energía)–, despertar la sensación consciente en esos cuerpos. En esta operación hay tres etapas; la inferior es aquella en la que la vibración está aun en el sueño de la Materia, enteramente subconsciente de modo que parece totalmente mecánica; la etapa media es aquella en la que llega a ser capaz de una respuesta todavía submental pero en el linde de lo que conocemos como conciencia; la superior es aquella en la que la vida desarrolla la mentalidad consciente en forma de sensación mentalmente perceptible que en esta transición llega a ser la base del desarrollo del sentido-mente y de la inteligencia. Es en la etapa media donde captamos la idea de la Vida como distinta de la Materia y la Mente, pero en realidad es la misma en todas las etapas y siempre un término medio entre Mente y Materia, un término constituyente en la última e instintivo en la primera. Es una operación de la Fuerza-Consciente que no es la mera formación de sustancia ni la operación de la mente con sustancia y forma como su objeto de aprehensión; es más bien un desarrollo-energético del ser consciente que es causa y soporte de la formación de sustancia, y fuente intermedia y soporte de la aprehensión mental consciente. La Vida, con esta intermedio desarrollo-energético del ser consciente, pone en acción y reacción sensitivas una forma de fuerza creadora de la existencia que estuvo trabajando subconscientemente o inconscientemente, absorta en su propia sustancia; sostiene y libera en la acción, la aprehensiva conciencia de la existencia llamada mente y le da una dinámica instrumentación de modo que pueda trabajar no solo en sus propias formas sino también en las formas de la vida y la materia; conecta también, y sostiene, como término medio entre ellas, el mutuo comercio de ambas, de mente y materia. Con este medio de comercio la Vida provee en las continuas corrientes de su pulsante nervio-energía llevando fuerza de la forma como una sensación para modificar a la Mente, y traer de vuelta fuerza de la Mente como voluntad de modificar la Materia. Por lo tanto, esta nervio-energía es lo que queremos representar usualmente cuando hablamos de Vida; es el Prana o fuerza-Vital del sistema indio. Pero nervio-energía es solo la forma que toma en el ser animal; la misma energía Pránica está presente en todas las formas hasta llegar al átomo, dado que por doquier es la misma en esencia y por doquier es la misma operación de la Fuerza-Consciente, —(Fuerza que sostiene y modifica la existencia sustancial de sus propias formas, Fuerza con sentido y mente secretamente activos pero, en principio, envueltos en la forma y preparándose para emerger hasta finalmente hacerlo desde su involución)–. Este es el significado completo de la Vida omnipresente que ha manifestado y habita el universo material.